Cinco actividades para estimularles los sentidos a los niños

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Estimularles los sentidos a los niños suele llevar a actividades que siempre les divierten y enseñan por ello, les presentamos cinco actividades para estimularles.

Nadie nace sabiendo, pero todos tenemos la capacidad de aprender. No obstante, previo a cualquier tipo de aprendizaje es el despertar y desarrollo de los sentidos. De ahí la importancia de exponer a los niños a diferentes estímulos sensoriales, para que puedan tomar conciencia de su existencia, uso, clasificación y fomento. Al oído, la vista, el gusto, el olfato y el tacto lo acompaña otro lote de sentidos despertados, como es el equilibrio, la curiosidad, o el sentido de adaptación.

¿Cómo lograr ese fomento sensorial? De la forma más sencilla, divertida y lúdica: con el juego. Os proponemos, pues, cinco actividades para estimular los sentidos de los niños. Tengan o no alguna discapacidad, este listado de actividades sensoriales les vendrá muy bien y les ayudará a reconocer e identificar el mundo que les rodea.

Los cinco sentidos: los primeros amigos de la infancia

Aprender cuales son los cinco sentidos es lección básica de cualquier escuela infantil. A la lista sensorial de oír, ver, tocar, oler y saborear se suma, además, el sentido propioceptivo que conciencia del cuerpo y sus extremidades, y el sentido vestibular, encargado del movimiento y el equilibrio.

Con la presente lista, os damos ideas para ayudar a que los peques de la casa afinen todos sus sentidos a flor de piel. Los juguetes son un excelente aliado de esta tarea de estimulación, pero las actividades lúdicas, lo son aún más. ¡Empecemos!

1. Cabaña multisensorial: un espacio donde estar en paz con los sentidos.

Al igual que los libros y las cajas sensoriales, las cabañas multisensoriales (o habitación multisensorial) es un espacio sensorial hecho a medida para sentirse a gusto. ¿Cuál es su objetivo? Proponer estimulaciones de todo tipo, fuertes, suaves, diversificadas, y construir un refugio de seguridad y confianza que lo lleve a relacionarse con los demás. Para ello, se adapta a las preferencias, discapacidades y gustos de cada niño.

Las cabañas multisensoriales son sinónimo de aprendizaje interactivo, el campo donde el niño juega con la curiosidad y la exploración, se siente a salvo, se comunica con sus necesidades específicas y hace un pacto de comprensión, reposo e igualdad con su discapacidad. Como protagonistas de esta actividad, estos entornos deben estar enfocados a sus personalidades, de tal forma que les resulte interesante, atractivo, no aburrido y no invasivo.

¿Cómo construir una cabaña multisensorial? Escoged un sitio tranquilo (habitación, tienda de campaña, o rincón apartado) cerradlo y delimitadlo. Luego personalizadlo con artículos y materiales que pueden captar su atención y despertar su interés por jugar, saber y hasta conciliar el sueño, pues muchos son los niños (con o sin discapacidad) que tienen problemas de sueño y se despiertan en plena oscuridad, agitados, noche sí y noche también.

Espejos, pelotas fosforescentes, fibras ópticas, murales en blanco, proyectores de imágenes o arco iris, cojines de olor, linternas con luminosidad tenue, asientos moldeables al cuerpo, columnas de burbujas… objetos que, en suma, requieran de uno de los sentidos, como mínimo, para realizarlo y disfrutarlo. Porque implicando al sentido, dicho sentido se fortalece aún más.

2. Los peluches: un abrazo, un desarrollo.

Es ya costumbre encontrar un peluche vigilando la almohada y las sábanas de una cama. El éxito de estos objetos, aparte de la compañía que a muchos proporciona, se explica por su utilidad terapéutica. Y es que el peso y lastre que caracterizan los peluches aportan estimulación y sensación propioceptiva, tranquilidad, seguridad y sosiego al pequeño, tal y como señalan desde la ciudad de juguetes sensoriales para niños.

Aunque esa misma cascada de serenidad se puede encontrar en otros diseños laxantes, como los cojines, mantas y algunas ropas, esas con tejido suave y mimoso.

3. Hacer de los masajes una fiesta sensorial.

Los masajes son momentos de relajación y meditación, un paréntesis de calma dentro del ajetreo diario. Sirven además para aprender la composición del cuerpo, descubrir sus partes, escuchar sus sensaciones, traducir lo que hablan las extremidades. En este sentido, los niños pueden beneficiarse perfectamente de esta actividad, y los adultos pueden convertirlo en un método calmante con extra de confort.

Con un contacto piel con piel, un fondo sonoro de música o sonidos naturales y una aura aromática de aceites perfumados, los masajes corporales fomentan el despertar sensorial, donde el tacto, el oído y el olfato son acariciados, moldeados, puestos a prueba y llamados a evolucionar. Tanta es su efectividad, que hasta tienen ganada una categoría terapéutica.

Para hacer sensoriales los masajes, se pueden echar mano de aparatos que emitan calor, frío, o que vibre, sencillamente. O usar pelotas con textura diferente que transmitan diversas sensaciones al rodar sobre la piel.

Además, se puede recurrir al cepillo del protocolo de Willbarger, por ejemplo, caracterizado por usar un cepillo sensorial durante la sesión masajista y agudizar la modulación sensorial, en pro de pensar en esos niños que necesitan sensaciones fuertes y en esos a los que las sensaciones más suaves les irrita aún más; el cepillo sensorial de Willbarger es una herramienta que se adapta al trabajo de reeducar a niños y personas mayores con discapacidad sensorial.

4. Entrenamiento con pelotas: quien la tira, se educa.

Las pelotas botan, ruedan, suben y caen. Aunque la mejor peculiaridad de los balones es que tienen la capacidad de estimular el sentido propioceptivo, de modo que pueden ayudar al niño a ser más conscientes de su físico y de sí mismos. Organizar actividades con balones, aunque el juego sea tan simple como pasar la pelota de una persona a otra, por ejemplo, significa que el niño tendrá la posibilidad de sopesar el peso de la pelota (o de las pelotas) y, de este simple modo, fomentar a que su cuerpo integre la potencia muscular, capacidad tan necesaria en el día a día que permite agarrar las cosas.

5. Una alfombra hecha de huellas.

El juego de las huellas consiste en dejar grabada la huella de las manos o de los pies u otros objetos, en texturas moldeables como la arena, la pintura o la plastilina. Esta actividad con esencia de técnica pringosa pero entretenida, sintoniza en la misma onda a la memoria táctil y a la memoria visual. ¿Y por qué? Pues porque el niño debe enlazar la imagen de la huella grabada con la extremidad u objeto que le corresponde.

No son ellos quienes tienen que adaptarse, sino el mundo.

A través de estas cinco actividades, los niños con discapacidad hallarán otra manera de percibir el mundo, más interesante y más adecuada a sus necesidades. Con los sentidos en guardia, podrán organizar la información sensorial percibida, comprender y valorar su entorno,

Adecuar su comportamiento. Desde los primeros meses de vida, la vista, el oído, el olfato, el tacto y el gusto ya están preparados para entrar en acción. ¡Accionadlos!

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