Anímese a visitar unos yacimientos arqueológicos únicos en España

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¿Sabía que España es uno de los países que más yacimientos arqueológicos atesora? Únicos, todos, y visitables, en su mayoría, son ecos congelados en el tiempo.

Restos medioambientales, residuos de arcaicas estructuras, sedimentos de civilizaciones antiguas, zonas enterradas, abandonadas largo tiempo atrás, artefactos que constatan la presencia de la vida humana… los yacimientos arqueológicos son más que historia y huellas legadas, más que ecos de voces pretéritas, y en estos sorprendentes ejemplos visitables que pueblan la península Ibérica lo podrán comprobar.

España, destino popular de la arqueología

Sorprendentes, indudablemente, e increíbles por mérito propio, el buen estado de conservación de muchos de ellos justifica, no obstante, la razón principal por la que el país figura, dominante y orgulloso, en el mapa de esta rama de la historia.

No hablamos de yacimientos arqueológicos como Altamira o Atapuerca, Itálica o Medina Azahara, seguramente los más famosos y populares del país. No; nos referimos más bien a otros ecos del pasado que, si bien no son tan reconocibles a simple oído, no por ello son menos únicos e interesantes; es más, se abren al turismo, invitan a la contemplación, y dan de qué pensar y recordar.

Una de las apuestas fuertes para empezar este recorrido de los yacimientos arqueológicos más increíbles de España se encuentra en Segóbriga, en la provincia de Cuenca, ya que representa uno de los ejemplos más sorprendentes del desarrollo urbano de la Hispania celta y romana.

Ubicado concretamente en el parque arqueológico de Segóbriga, en la comunidad autónoma de Castilla y León, nada como este asentamiento para adentrarse por primera vez en las raíces que el imperio Romano plantó en la península Ibérica; y es que conserva la grandeza de lo que una vez fue una gran ciudad.

No es de los yacimientos arqueológicos mejor conservados del país, cierto, pero, con todo, tiene mucho que enseñar sobre las viviendas de la antigüedad, ya que permite visitar el teatro y la tradicional muralla, los restos de su necrópolis y la acrópolis, las termas y el circo, una basílica visigoda y hasta un criptopórtico; es decir, las galerías subterráneas que los romanos destinaban tanto al almacenamiento como a la circulación.

Dómenes de Antequera

Igual de memorables son los dólmenes de Antequera, en la provincia malagueña de Andalucía. Patrimonio Mundial de la UNESCO, se trata de un conjunto arqueológico que mejor exponen el megalitismo europeo, pues sus ecos conservan uno de los primeros ejemplos de arquitectura monumental de la prehistoria del Viejo Continente.

Desde el minuto uno, esta construcción de los dólmenes de Antequera sobrecoge por su envergadura; y no es para menos, ya que cada una de las losas que conforman su techo pesa 180 toneladas, más o menos, lo que desde luego llama la atención.

En la misma región autónoma, pero a cientos de kilómetros de distancia, se encuentra la necrópolis ibérica de Tútugi, en Granada, uno de los yacimientos arqueológicos que mejor representan el legado de la cultura Ibérica.

Hablamos de una necrópolis descubierta en 1920, cuyo origen se remonta sin embargo al siglo V a. de C. Un asentamiento que luce con orgullo unas tumbas monumentales con una tipología muy peculiar. ¿En qué sentido?

Porque los cimientos de estos gigantescos enterramientos cuentan con un pasillo, el cual conduce a una cámara, la cual conserva una cavidad abierta en el suelo en el que los antiguos pobladores guardaban las urnas cinerarias, todas pintadas de negro y rojo, sí, el color funerario ibérico.

De lo rupestre a lo artificial

La provincia de Badajoz, en Extremadura, lanza su canto al turismo con uno de sus mayores orgullos arqueológicos, el Cancho Roano. ¿Se utilizó como santuario? ¿O acaso durante su época de esplendor gozó de condición de palacio? Lo cierto es que la disposición de sus diferentes cámaras ha hecho correr ríos de tinta y especulación.

Singular y protohistórico, se trata de un edificio descubierto por casualidad por un labrador que quiso erigir una alberca en ese mismo lugar. Dividida en varias habitaciones y abrazada por un foso del siglo VI a.C, este yacimiento tiene una construcción perimetral que ha causado sensación tanto por su tamaño como por su increíble estado de conservación.

Por su parte, el Pla de Petracos, en Alicante, es uno de los yacimientos arqueológicos que más rivaliza con las pinturas rupestres de la cueva de Altamira. Este Santuario retrotrae sus inicios 8.000 años atrás, nada menos, cuando simbolizaba el máximo lugar de culto de su desaparecida población, bautizado como santuario a la agricultura, la fertilidad y la familia.

Y de ello dan testimonio las figuras humanas en posición orante grabadas en buena parte de sus rocas, así como las parejas y las formas geométricas que asombran muchas otras de sus piedras.

Hasta la desembocadura del río Miño puede alardear de conservar uno de los yacimientos arqueológicos más increíbles de España. Ubicado a más de 300 metros de altitud de este afluente, el Castro de Santa Tegra, en la provincia gallega de Pontevedra, se yergue como una de las ruinas celtíberas más longevas de la península.

Y es que sus cimientos datan del siglo I a. de C, lo que ahí es nada, mientras su poblado, compuesto por viviendas ovaladas, ponen de manifiesto el legado castreño de la época, esa cultura que imperó sobre todo en el norte de la península Ibérica.

Un asentamiento que pone la metafórica guinda del pastel turístico en los petroglifos que embellecen varias de las piedras de su monte; en forma de diseños simbólicos grabados en rocas, estos trazos se elaboraron 2.000 años antes de la edificación del propio castro.

¿Quién dijo que los yacimientos arqueológicos no son afines a las islas?

En Menorca, región isleña de las Baleares, se encuentra la Naveta des Tudons, la tumba más antigua de toda Europa, edificada en torno al 1.000 a. de C, y abrazada por una de las vistas más espectaculares de la zona.

Monumento histórico por excelencia de esta región, lo que más desconcierta de este asentamiento no es el centenar de cadáveres que acompañó a su descubrimiento, y eso que se encontraron con sus ajuares intactos. No, lo que más teorías y cábalas levanta en este reducto de la historia, arrebatando de paso el aliento, es su perfecto estado de conservación, pese a todo el tiempo transcurrido desde su origen.

Está prohibido acceder a su interior, por motivos de seguridad, básicamente; con todo, arrimarse a su sombra vale la pena, aun así.

El último de estos yacimientos que hoy le invitamos a visitar es la Cueva Pintada de Gran Canaria, descubierto en 1873.

Rescatarlo de la oscuridad y el enterramiento llevó más de 24 años de trabajo y sudor y excavación, pero el esfuerzo para respetar su estado de conservación ha valido más que la pena, y ello puede ratificarse con solo la primera ojeada en su interior, ya que el asentamiento está abierto al público.

Declarada Monumento Histórico Artístico, esta Cueva Pintada cuenta con un poblado histórico de Gáldar, y habla de un poblado aborigen donde vivían los antiguos habitantes de la isla. La propia Cueva Pintada en sí, de hecho, es la principal atracción de este conjunto arqueológico, ya que es una obra muy distinta al resto, ante todo; pero también es una cueva artificial excavada en la toba volcánica, con paredes decoradas con frisos de motivos geométricos.

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