Hacerse mayor es un contrato de reducción con la resistencia física; e implica la aparición de patologías de la TCA, como la anorexia nerviosa. ¿Pero por qué?
Como cada 30 de noviembre, y desde que se oficializara en 2012 con la marca mundial de un lazo azul, se celebra a nivel global el Día Internacional de la lucha contra los Trastornos de la Conducta Alimentaria, patologías agrupadas bajo las siglas de la TCA.
Y si bien son muchas las organizaciones, personas, asociaciones e instituciones que se unen en esta fecha para concienciar a la población sobre estos males alimenticios, son pocos los que se centran en visibilizar el sufrimiento de quienes padecen una TCA en la vejez; por lo que es hora de romper con esa tendencia y hablar de uno de los trastornos más repetidos, la anorexia nerviosa entre los mayores.
¿Qué son los TCA o trastornos de la conducta alimentaria?
Se trata de alteraciones vinculadas con la salud mental, que pueden aparecer inicialmente en la infancia o en la juventud, reaparecer en la edad adulta tras años de depreciación y tratamiento, o incluso surgir por primera vez durante la tercera edad, debido a algún suceso estresante.
Cabe recordar, a este respecto, que la falta de apetito y de alimentación entre las personas mayores es una constante en la consulta médica de los geriatras. Después de todo, a mayor edad, más cambios fisiológicos agitan al cuerpo; alteraciones tan psicológicas como socioeconómicas que despiertan en el organismo la huella de una malnutrición, lo que posteriormente da pie a la aparición de una TCA.
Es el caso de la hiporexia o disminución del apetito, por ejemplo, o de la hiperfagia o aumento de ingestas a un ritmo desproporcionado; un cuadro en el que también se enmarca la alimentación desequilibrada o caprichosa, la bulimia nerviosa, la anorexia nerviosa y otros trastornos fomentados por el deterioro cognitivo.
Hablamos, en suma, de trastornos que tienen una alta prevalencia no diagnosticada, por un lado, ya que sus síntomas se suelen confundir con el propio envejecimiento, y que obligan a una supervisión médica y a un riguroso seguimiento de quienes lo presentan, por otra parte.
Y es que sí, las personas mayores también conocen en carne propia los trastornos alimenticios, desgraciadamente. Y en ello influye el aguijón de diversos factores, según el consenso médico, entre los cuales no es menos preocupante su tendencia a relacionar la comida con sus propias emociones; algo que, cómo no, repercute directa y negativamente sobre su salud.
¿Qué es la anorexia nerviosa en la edad adulta?
Alistada habitualmente entre las principales malas formas de relacionarse con la comida, la anorexia nerviosa se caracteriza por inculcar en la mente de la persona mayor una idea desfigurada de su propio cuerpo.
Así, los adultos que padecen este trastorno de la conducta alimentaria se ven con más peso físico del que realmente tienen; tanto así que no tardan en detestar su imagen, lo que les induce a tomar acciones drásticas sobre sus hábitos alimenticios.
¿Como cuáles? Imponerse comidas restrictivas, mismamente, lo que les conduce a un adelgazamiento extremo; toda una pérdida de peso muy poco saludable, por descontado, que los deja en el umbral de un preocupante estado de desnutrición.
¿La motivación de esta anorexia nerviosa? La transformación del cuerpo que trae consigo la vejez, el estrés causado por eventos traumáticos, la jubilación, la emancipación de los hijos, la pérdida de un ser querido… etc. Problemas que deben enfrentarse para superarlos sanamente, y que al no hacerlo empiezan a suponer grandes dificultades a la hora de combatirlos, empujando a la persona mayor a aferrarse a conductas incorrectas que alivian ese sufrimiento, en teoría, y que en realidad solo complican el periodo de superación.
Pero si hay un factor que influye mayormente en la aparición de la anorexia nerviosa entre los adultos de la tercera edad son aquellos vinculados a los estereotipos sociales de belleza, especialmente los cánones de belleza del cuerpo femenino. Todo un estigma social que aún hoy cuesta romper, desafortunadamente, y que en los casos más graves puede desencadenar además una depresión. Y es que al igual que ocurre con el común de los TCA, la anorexia nerviosa de las personas mayores suele darse con mayor frecuencia entre las mujeres.
Un trastorno psicológico que también suele aparecer por una preocupación excesiva por el aspecto físico, ante el hecho de que el cuerpo ha cambiado con el paso de los años, dejando atrás la tersura y la lozanía de la juventud y la buena forma de la madurez, imponiendo en cambio una musculatura debilitada, unos huesos resentidos, un aumento de peso indeseado, una piel reseca y a veces colgante y una cascada de arrugas.
Cambios que, en suma, despiertan los complejos, destruyen la autoestima, y desajustan la comodidad con uno mismo. ¿La buena noticia? Que el desorden de la anorexia nerviosa se puede tratar, a fin de evitar que se conviertan en enfermedades crónicas; lo que a la larga es mucho más difícil de eliminar.
Recomendaciones de tratamiento contra la anorexia nerviosa
Lo cierto es que este trastorno puede llegar a ser muy peligroso, ya lo sufran hombres o mujeres, llegando a convertirse en un mal crónico aun en la tercera edad.
De ahí la importancia de conseguir que los mayores con anorexia nerviosa estén acompañados de un familiar o cuidador en cada comida, a fin de observar su estado de ánimo, primeramente, vigilar su conducta, desde luego, llevarlos a terapia psicológica para revisar su salud mental, por descontado; y también para garantizar la correcta administración de la medicación, si fuera necesario.
A este consejo de vigilancia por parte del consenso médico se suma asimismo la importancia de conseguir que las personas mayores sigan una dieta sana y equilibrada tanto como prevención de la anorexia nerviosa como llegado el momento de combatirla. Una dieta mediterránea equilibrada, a ser posible, que además imponga una restricción calórica moderada al seguir sus pautas; amén de calcio, vitaminas D, fibra prebiótica, grasas omega 3 y un aporte aumentado de proteínas de alto valor biológico.
Todo ello acompañado de ejercicio físico, por supuesto, siempre y cuando la persona mayor esté en condición de practicarlo; una actividad física y multicomponente que se recomienda realizar entre tres y cuatro veces por semana, por cierto, siempre y cuando se trabaje la fuerza y la potencia, el equilibrio y la marcha, el aguante cardiovascular y la flexibilidad… orientando todo a intentar minimizar la pérdida de masa muscular.
La prescripción médica también puede resultar de gran ayuda contra la anorexia nerviosa, recetado eso sí una vez el médico haya valorado a la persona mayor, ajustándole incluso una prescripción temporal de suplementos nutricionales, si fuera necesario.