Saber medirse el pulso es muy importante, ya que puede suponer la diferencia entre la vida y la detección a tiempo de una salud cardiovascular en declive.
¿Sabía que la medición del pulso es el modo en que el cuerpo proporciona información importante acerca de la salud del organismo? Y es que hasta el más leve cambio que se salga de lo normal en esta frecuencia cardíaca, la cual varía de una persona a otra, por cierto, puede ser indicio de problemas o de trastornos o de enfermedades.
¿Pero qué es el pulso?
Definido en esta enciclopedia médica como «el número de latidos cardíacos por minuto», se trata de la cantidad de veces que el corazón late durante dicho periodo de medición, en su proceso de bombear sangre a todo el cuerpo. En la jerga médica también se lo conoce como el latido de las arterias, en respuesta a la intermitente contracción del corazón.
También llamado palpitaciones o latidos del corazón o frecuencia cardíaca, el pulso sirve igualmente para detectar situaciones de taquicardia o de bradicardia, entendidas como pulso rápido o lento, respectivamente; para rastrear el irregular y anormal ritmo de las arritmias, e incluso para informar sobre el estado atlético de una persona.
Hablamos de un ritmo cardíaco que debe ser regular, según el consenso médico, emitiendo una frecuencia que suele oscilar entre 50 y 90 pulsaciones por minuto, habitualmente, variando eso sí en función de la edad o un embarazo, la situación fisiológica de una persona y/o la presencia de enfermedades cardiovasculares en su organismo, ante situaciones de estrés físico o psicológico, amén de otros factores influyentes como la realización de un deporte.
En palabras de Leopoldo Pérez de Isla, cardiólogo del Hospital Clínico San Carlos de Madrid, el pulso no es más que «la dilatación momentánea de nuestras arterias, debido a la sangre que expulsa el corazón cada vez que se contrae».
A nivel fisiológico, esta palpitación biológica está sujeta a varios mecanismos físicos tan complejos que ni aún hoy se conocen del todo, si bien ayuda saber que semejante carácter pulsátil es clave y determinante en el riego sanguíneo, ayudando a que la sangre se distribuya de una forma más adecuada por todo el organismo, llegando hasta el último poro de la piel.
¿Sabía que el pulso también varía dependiendo del momento del día? Un aspecto que los cardiólogos suelen tener en cuenta a la hora de hacer sus pruebas especializadas, desde luego, conscientes de que el ritmo de las pulsaciones tiende a ser ligeramente más acelerado durante las primeras horas de la mañana.
Entonces ¿cómo medir y tomar el pulso correctamente?
Cabe aclarar, en este punto, que el pulso es fácil de detectar, dejándose localizar en aquellas partes del cuerpo donde hay una arteria a ras de piel, literalmente. Hablamos de zonas que van de la ingle al cuello hasta la parte posterior de las rodillas y la cara interna del pie, mismamente, pasando cómo no por la sien y la muñeca. Zonas que, en suma, son las que más revelan la ruta de pasada de las arterias radiales, las pedias y las carótidas, al ser las más accesibles; y que, por consiguiente, deben ser las primeras a las que acudir cuando se quiere medir bien y realmente el pulso.
Para la Fundación Española del Corazón (FEC) el sitio más fácil y accesible para medir el pulso, ya sea propio o el de otra persona, es la muñeca. Y en sus pautas de cómo medir correctamente el ritmo cardíaco describe que lo primero es orientar la muñeca hacia arriba; luego es preciso colocar los dedos índice y corazón por debajo del pliegue de la muñeca, entre uno y dos centímetros y justo entre el hueso que se palpa hacia afuera, y el tendón, que asoma por el lado interno. ¿Y después? «En esa posición solo hay que presionar suavemente la parte interna de la muñeca», pero desde «el lado del dedo pulgar».
Asimismo, la entidad señala en sus recomendaciones que uno debe contar cuántas pulsaciones se producen durante los primeros 30 segundos, empezando desde el momento en que se percibe el primer latido, para después multiplicar el resultado por dos, a fin de tener un auténtico balance del ritmo cardíaco; otro método es hacer lo mismo, contar los latidos del pulso, pero enumerando los que se producen durante todo un minuto y de forma continuada.
Como ya hemos visto, el cuello es otra zona que también permite tomar el pulso con facilidad, sencillez y eficacia. Para ello hay que encontrar la arteria de la carótida, localizada a ambos lados de la garganta y justo cerca de la tráquea, y colocar la punta del pulgar y del índice en el surco del cuello, ya que esa es la zona donde mejor se puede sentir el pulso de la carótida. Aunque se emplean dos dedos, lo mejor es elegir una carótida y hacer presión en un solo lado, no en ambos a la vez.
En este sentido, Leopoldo Pérez de Isla aconseja que, si uno quiere tomarse el pulso desde el cuello, a través de la carótida, «debemos evitar hacer una compresión intensa, pues podríamos marearnos», por no hablar de que el gesto también podría causar aturdimiento y un desmayo al final. Una precaución con la que coinciden todas las fuentes especializadas en cardiología.
Según advierte este facultativo, la detección de un pulso débil puede ayudar a detectar las posibles obstrucciones que haya en las arterias; especialmente si el pulso es normal en la otra mitad del cuerpo, y si encima esa distorsión se replica o rastrea desde los miembros inferiores como el pie o las rodillas.
Por último, desde este consultorio médico apuntan que para medirse el pulso de manera precisa es recomendable hacerlo todos los días y a la misma hora, sentado cómodamente y tras unos minutos de descanso, contabilizando después y con la ayuda del minutero de un reloj las pulsaciones durante un mínimo de 30 segundos y un máximo de 60, salvo excepciones médicas ya prescritas de antemano. ¿Lo último? Anotar la frecuencia del pulso para que quede registrado y se pueda hacer un seguimiento más fiel y exacto y exhaustivo.