Si bien comparten muy pocos rasgos en las causas y orígenes de sus patologías, el Alzhéimer y la obesidad se están aliando cada vez más para embaucar a más pacientes.
Tras revelar un vínculo entre la infertilidad masculina y la obesidad infantil, y ver cómo la genética de esta última da paso a una ristra de complicaciones que defieren según el sexo de quien la padece, científicos del Centro de Ciencias de la Salud de la Universidad de Texas, en San Antonio, Estados Unidos, han asociado en una nueva investigación a este trastorno alimenticio con los genes del Alzhéimer, una enfermedad neurodegenerativa clasificada de demencia.
De la obesidad al Alzhéimer: el estudio que arroja más brasas de entendimiento a este fuego en llamas
Se trata de un ensayo difundido por la revista especializada ‘Alzheimer s & Dementia’, dicho sea de paso, que además viene a sumarse a las corrientes científicas que señalan a ambas patologías como una fuente del deterioro cognitivo que sufren miles de cientos de personas, por cierto, mientras relaciona entre sus conclusiones a la obesidad con una veintena de genes asociados al Alzhéimer.
Y es que sus datos proporcionan una posible explicación mecanicista de por qué esta neuropatología aparece con más frecuencia entre aquellos adultos que vivieron su mediana edad sumidos en la obesidad, o eso aseguran sus autores, quienes enumeran varios procesos del Alzhéimer en esta descubierta relación con el trastorno alimenticio que más sobrepeso regala, desde la neuroinflamación hasta la muerte celular programada, pasando por el depósito de proteína beta-amiloide en las neuronas.
Vaya por delante que este no es el primer estudio que plantea una relación obesidad / Alzhéimer, menos cuando la primera se ha relacionado ocasionalmente con la segunda en etapas avanzadas de la vida, por lo que sí, se hace crucial comprender de verdad qué tipo de relación hay entre la salud cerebral y el peso corporal.
Durante la realización del trabajo, el equipo participante echó mano de los datos de 5.619 voluntarios registrados en el Framingham Heart Study, y con ellos en mano pudo analizar un total de 74 genes relacionados con el Alzhéimer, determinando que veintiuno de ellos estaban sobreexpresados o subexpresados en la obesidad.
Cabe aclarar, en este punto, que se habla de expresión génica cuando un gen se activa en una célula, a fin de que cumpla ciertas funciones para el organismo, como puede ser la fabricación de una proteína. Conscientes de esta peculiaridad, los investigadores se percataron de que trece genes relacionados con la enfermedad del Alzhéimer estaban asociados con el IMC o índice de masa corporal, el marcador más clásico de este sobrepeso, mientras que ocho de los genes estudiados acabaron asociados a la relación cintura-cadera, una segunda medida de la obesidad que, para muchos expertos, es un marcador más sensible de la desregulación metabólica, dado que mide la grasa del vientre y ahonda en la obesidad abdominal.
El Alzhéimer: una enfermedad azuzada por varios factores incluidos los alimenticios
Según cuenta Claudia Satizabal, una de las autoras del ensayo e investigadora del Glenn Biggs Institute de Alzheimer y Enfermedades Neurodegenerativas de UT Health San Antonio, «varios de los genes estaban más fuertemente relacionados con la obesidad en la mediana edad que en la edad avanzada; y también con la obesidad en las mujeres que en los hombres».
Unas observaciones que, al parecer, también están en consonancia con lo afirmado en anteriores estudios epidemiológicos, en los que se sugiere que la obesidad, sufrida en la mediana edad, puede ser un factor de riesgo que respalde la aparición del Alzhéimer, al menos entre las mujeres.
¿Qué es lo curioso de este vínculo?
Que las personas que desarrollan demencia tienden a perder peso antes de la aparición de la enfermedad, entre cinco y diez años, tratándose muchas veces de una pérdida de peso no saludable, suscitada por este mal cognitivo y neuronal.
«Creemos que es más importante abordar la obesidad y empezar a perder peso de forma saludable en la mediana edad, entre los 40 y los 50 años, cuando la obesidad puede estar afectando a la expresión de los genes que estudiamos», explicó Satizabal.
En palabras de esta facultativa, «creemos que las asociaciones entre los genes relacionados con el Alzhéimer y la obesidad podrían ser aún más relevantes en los hispanos, que tienen una mayor prevalencia de obesidad», y es que el Estudio del Corazón de Framingham se ha llevado a cabo en una población blanca, mayoritariamente. La autora, que admite que dicha cualidad aún está por probar, asegura que aún necesitan «aumentar el muestreo de poblaciones diversas para encontrar más marcadores genéticos relacionados con la demencia».
Por su parte, Sudha Seshadri, profesora de neurología, directora del Glenn Biggs Institute en UT Health San Antonio e investigadora también de Framingham, se mostró muy agradecida con los voluntarios participantes, subrayando su altruismo y molestias y tiempo gastado, asegurando que «son verdaderos campeones desinteresados que nos ayudan a descubrir los oscuros secretos de la demencia, a entender cómo los factores del estilo de vida cambian el riesgo de demencia y a encontrar nuevas formas de prevenirla y tratarla».