Autoestima, la inyección que mejora la salud mental entre los mayores

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Aprovechando que es el Día Internacional de la Salud Mental, hoy, 10 de octubre, es hora de hablar de la autoestima en la tercera edad, ese chute psicológico de aprecio propio.

Igual que cuando un niño entra en la adolescencia pasa por una fase de cambios físicos y mentales, arribar a la vejez también supone exponerse a cierto desequilibrio emocional, fomentado por los cambios que se están produciendo en el cuerpo y la aceptación o no de eso que ya no se puede hacer. Y es que toda etapa de transición es difícil, después de todo.

Hablamos de esos cambios indeseados que le dan un revés a la autoestima, primeramente, y que de continuar acaban abriendo las puertas a la depresión, pues el concepto que esas personas mayores tienen de sí mismos cae en picado, sintiéndose abandonados y poco valiosos.

La solución, como en muchas ocasiones, pasa por sus familiares y seres queridos, o al menos en cierta forma, practicando con ellos algunos hábitos que pueden implementarse para ayudar a mejorar la autoestima de estas personas, desde fomentar su autonomía y respetar sus opiniones, hasta instarles a tener interacción social y propiciar la práctica de diferentes actividades. Y es que todo ello, en conjunto, ayuda a mejorar el concepto de la vejez y a ver con unos ojos más favorables esa etapa de la vida.

Consejos para mejorar la autoestima de las personas mayores

¿La edad limita a las personas mayores? Sí, innegablemente. ¿Pero significa eso que han dejado de ser útiles y que no pueden hacer nada? No, en absoluto. Y he ahí el quid; que mucha gente traduce vejez por sobreprotección, y entiende que la tercera edad es un sinónimo de dominio y control, nada más lejos de la realidad.

Igual que es necesario dejar que los jóvenes se prueben a sí mismos en diferentes facetas y durante su crecimiento, también es importante que las personas mayores continúen haciendo su vida normal, dentro de sus posibilidades, y ello implica dejar que sigan realizando el máximo de actividades posible, sin tratarles en ningún momento con condescendencia y dependencia, por muy bien intencionado que sea, ya que eso solo contribuye a quitarles autonomía y autoestima por igual.

Cabe recordar, en este sentido, que el hacer todo por ellos solo fomenta la limitación personal, suscita la pérdida de facultades, y acelera la degeneración. Darles responsabilidades o, mejor aún, mantenerse al margen de las libertades que ya tienen y disfrutan, contribuirá a que se sientan útiles de verdad, ayudándoles así a elevar su autoestima.

El respeto a sus opiniones también es una máxima para tener en cuenta a la hora de incentivar la autoestima de una persona mayor (y de cualquiera en general, a decir verdad), pues envejecer no significa desacreditación, ni implica una pérdida de respeto a las opiniones ajenas.

Por tanto, y a fin de que las personas mayores sientan que realmente aún se les tiene en cuenta, psicólogos y terapeutas y demás orientadores recomiendan respetar sus opiniones, preguntarles qué opinan, y más cuando el tema trata directamente de ellos. Después de todo, envejecer no implica perder el poder de decisión sobre las acciones de uno mismo.

Por otra parte, propiciar la práctica de diferentes actividades supone también otra antesala a equilibrar la autoestima entre los más adultos. ¿Y por qué? Porque es otra forma de sentir que sus vidas no han terminado, que aún tienen mucho que hacer y mucho por aportar, mantener sus actividades diarias e incluso atreverse con otras nuevas.

Caminar y dar dar paseos es, en este sentido, un modo casi infalible de inyectar autoestima con el deporte, de la misma manera en que viajar o aprender algo nuevo o tener algún pasatiempo, de acuerdo a su condición física, supone una rúbrica de amor propio y sano, ciertamente.

Una línea de pensamiento por el que también discurre la interacción social, por cierto, siendo que el aislamiento social fomenta la depresión y va en contra de la autoestima.

¿Qué es lo mejor?

Que la edad no impide que no se pueda continuar en contacto con otras personas, siendo la socialización una buena herramienta que esgrimir en la campaña de recordarle a las personas mayores lo mucho que valen y seguirán valiendo.

Todo empieza por los círculos de amigos, familiares y conocidos, por supuesto, ya que con ellos pueden compartir experiencias. Pero cambiar de ambiente nunca viene mal, así que frecuentar otros círculos nuevos, de acuerdo con los intereses propios, es otra manera de ayudarles a mantener la moral alta y la autoestima sin correa.

Así que, si interactuar con los hijos y los nietos es algo bueno, también lo es el conservar y frecuentar amistades, recibir con frecuencia la visita de esos seres queridos, dejarse ayudar por los cuidadores, y hasta tener una mascota, si las condiciones lo permiten, por supuesto.

Cabe señalar, sin embargo, que el pilar más fundamental que se debe erigir para fomentar la autoestima entre los mayores es cambiar el propio concepto de la vejez. Hablamos de una etapa que trae consigo muchos aspectos positivos, después de todo, por lo que es importante dejar fuera de la definición social de la adultez más madura la creencia de que se pierden capacidades físicas y mentales, en provecho de las deficiencias motoras y psicológicas.

De nuevo la atención familiar vuelve a jugar un papel muy importante y fundamental en este punto, ya que una presencia constante (y sana, no absorbente) de ellos puede marcar la diferencia en la lucha por ayudarles a mantener su equilibrio físico y emocional.

Y si bien es cierto que no siempre se les puede prestar personalmente toda la atención merecida, necesitada y deseada, ya que el trabajo y demás obligaciones dificultan muchas veces la tarea, existen algunas soluciones a ese problema; y es respetar su deseo de seguir en casa, un entorno que conocen y en el que se sienten seguros, acompañados de cuidadores y personas expertas que les darán cuidados sanitarios y compañía humana.

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