Leo con estupefacción que la edad plateada —silver, como dicen los que no hablan inglés y se manejan con tres palabros que no comprenden—, vamos, llegar a los 55 es sinónimo de entrar en el Imserso «de lao» (sin d).

Y esto sucede porque tenemos que hacer algo con los niños nacidos en los años setenta (14 millones de personas) que hoy han sido relegados, ya no sirven: no pueden reciclarse y están desclasados en esta sociedad en donde todo lo guay se compromete solo con lo estético, aunque se sea un burro redomado. Peinar canas ya no significa tener experiencia y estar dispuesto a compartirla; todo lo contrario: es sinónimo de vejez, y ésta, de pertenecer a ese infamante grupo de edad inexistente para el marketing.

Ahora, agárrense, que vienen curvas: resulta que en la Comunidad de Madrid (CAM), espejo en donde todos se miran, pasaremos de haber tenido un carné del Interrail a obtener la tarjeta Dorada, que pronto convertirán en plateada, para viajar por la Península a precios estupendos, oiga.

Ya podremos decir, «un día eres joven y al siguiente te dan el carné del IMSERSO».

(Literal).

Servicios hasta ahora destinados a la llamada tercera edad pasan a ser de la segunda, porque los niños de aquella explosión demográfica —boomers, para los impresionables— tienen poco que hacer en esta sociedad del culto a la belleza y al desvarío.

Entidades privadas han rebajado, junto a algunas instituciones, los viajes, promociones, actividades y otras rutas, como la que ofrece la CAM para ese pre-Imserso en donde aparcar sine die a quienes —si la esperanza de vida roza los 90 años de edad— todavía son relativamente jóvenes, esos de 55 que allí andarán cerca de cuarenta años pasando de ser silver, gold y platinum, llegado el caso.

Todo por la pasta o todo por ganar considerandos en esa sociedad que está en paro, que malvive de ayudas o que no tiene dónde ser reconocida porque el país de charanga y pandereta premia la mediocridad y persigue la excelencia allá donde la haya.

Este mamporro terrible para personas ya golpeadas por varios flancos supone que emocionalmente eres mayor; despectivamente, anciano y viejo, para los que no saben qué decir de ti. No eres su abuelo, porque eres el hijo, pero también eres mayor porque te irás con él de vacaciones; jugarás al mús en los jubilados y pertenecerás a esa generación maldita que asola la España rellenada y vaciada de ilusiones. Casi nada.

Entretanto, algunos se jubilarán a los 70, sobre todo los autónomos con cotizaciones bajas que, como dice el refrán, «no tienen dónde caerse muertos»; y mientras eso sucede, viajarán entre personas muy mayores, y serán prejubilados por el Estado del señor Escrivá que parece no tener esa edad y se salta sus propias normas.

Trabajar más o cobrar menos es el dilema de los boomers, y siempre justificando su sabiduría, su conocimiento, y sobre todo poniendo en entredicho su dignidad.

Malditos aquellos que amontonan todo su conocimiento para mayor gloria de los que no saben hacer la o con un canuto. Esta es la España que tenemos, la España asolada por la indiferencia y una España que ni la madre que la parió reconoce ya: ni a los boomers ni al Sursum Corda. Así que vamos a bailar de nuevo con Alaska, que la movida madrileña hará que se sumen el resto de las comunidades autónomas y pasemos todos a ser abuelos silver de golpe y porrazo, a los 55, damas y caballeros. Ahí queda eso.

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