Sostener las cajas sensoriales es como tener al mundo en la palma de la mano. Todo un aprendizaje práctico y sensorial, una experiencia a vivir con los hijos.
Muchas son las terapias infantiles. Muchas, también, las que ponen su foco en los instintos básicos y la diversidad sensorial. Hoy os traemos las cajas sensoriales, esas terapias dirigidas a guarderías y escuelas que, no obstante, son también deberes por hacer en casa con los padres. Tocar, oír, mirar, oler, aprender. Para saber cómo crear una caja sensorial para su hijo o hija con discapacidad, siga leyendo.
¿Qué son las cajas sensoriales?
Tener un hijo es cuidar, criar y educar. Una tarea nada sencilla que exige voluntad, paciencia, mucha dosis de respeto y amor, y hasta a veces estrategia. Algo así pensaba también María Montessori, educadora, pedagoga, psicóloga y científica italiana cuya vida y obras estuvieron marcadas por concebir, emplear y difundir nuevos sistemas para mejorar la educación infantil de un modo más progresista y autosuficiente. ¿Su método más famoso? El que lleva su nombre, el Montessori; y el que muchas escuelas del mundo tienen como principal método educativo en la actualidad.
Inspiradas en la enseñanza de esta pedagoga de origen italiano, quien afirmaba que los niños aprenden fundamentalmente a través de los sentidos, las cajas sensoriales son un útil refuerzo a la educación infantil. Tienen como objetivo estimular varios sentidos de quienes aún están creciendo, con mayor razón, si presentan alguna discapacidad.
La diversidad funcional está presente en la educación infantil. La atención temprana y la intervención precoz juegan un papel fundamental para constituir cambios importantes, positivos y definitivos en la educación del niño sobre su entorno.
«Que los niños trabajen como si yo no existiera», era el reiterado credo de la italiana, que esconde el principio de su método pedagógico de principios del siglo XX, hoy en día tan famoso. En otras palabras, darles autonomía e independencia, animar la seguridad en sí mismos y fomentar a la máxima potencia sus capacidades.
¿Cómo hacer una caja sensorial casera?
Tómese un recipiente: cubo, caja, bote, el que se prefiere. Muy alto o muy ancho… da igual. Mientras sea amplio y el niño pueda meter la mano allí, sin dificultad, el principio del contenedor estará servido. A continuacion, introdúzcanse en su interior diferentes objetos. ¿Al tuntún? No. Escójanse esos objetos según su forma, tamaño, color y aroma. O sea, artículos con estimulación sensorial. Pensando en su edad y en el sentido que se desee despertar y potenciar.
Han de ser objetos que al tacto tengan algo que decir, que a la vista tengan algo que destacar, que al oído tengan algo que recordar, que al gusto tengan un sabor con el que conquistar, y que al olfato tengan algo que presentar.
En suma, crear un mini cosmos dentro de ese recipiente, un pequeño escenario donde desfilen artículos de la vida real. Después de todo, a las cajas sensoriales también se las llama ‘mundo pequeño’. Así que lo ideal es que sean objetos suaves o rugosos (texturas), gordos o finos (tamaño), chillones, claros u oscuros (coloridos).
Lo primero es elegir el objetivo, escoger el sentido que se busca estimular. Tomada la decisión, es hora de agarrar el recipiente y llenarlo, meter los objetos según las respuestas sensoriales que pueda despertar en el sentido enfocado. Entonces, sí, habremos creado la caja sensorial. Lo único que resta es presentársela al niño.
Ya lo dijo Montessori, que «la tarea de los padres no consiste en hacer las cosas en lugar del niño, sino en ayudarle a que logre hacerlas por sí solo. Educar es estimular la independencia y la autonomía infantil, preparando al niño para la vida. Por eso los padres deben asegurarse de presentar siempre nuevos retos al niño dándole el nivel de ayuda justa para que pueda desarrollar sus capacidades».
Bajo este marco educativo respaldado en la web especializada Etapa Infantil, puede decirse entonces que las cajas sensoriales son un claro ejemplo de esta ideología educativa, concebida por Montessori, un estandarte de preparación y formación e introducción paulatina en el entorno.
¿Cuáles son los estilos de las cajas sensoriales?
Habitualmente suelen encontrarse dos estilos de cajas sensoriales. Ambas, igualmente, son libres, sin estructura establecida, sin juegos incorrectos o exploraciones inútiles. Lo único que nunca hay que descuidar es la vigilancia, por eso de evitar que pueda lastimarse, especialmente si el niño está en esa edad en la que se lleva todo a la boca.
Pueden ser temáticas, donde los artículos introducidos tienen un nexo en común: miniaturas de animales, figuras navideñas de cerámica, utensilios de plástico de la cocina, hojas de diferentes árboles, bolígrafo o lápiz u cualquier otro material para escribir, flores, legumbres, pozos de té o café o tila.
O pueden ser cajas sensoriales mixtas, donde los accesorios introducidos no comparten vínculo alguno, una ensalada de estimulación multisensorial con más de dos sentidos involucrados, ya sean elementos naturales o artículos artificiales. Agua, arena, papel pintado, arroz, semillas, tallos, palos, pinza, arcilla, plumas multicolores, pompones de lana o algodón, por ejemplo. No importa el objeto, ni si es algo sofisticado o no. La cuestión es hacerles observar, observar y experimentar, experimentar y aprender, aprender y adquirir habilidades.
Las dos únicas normas que deben tenerse siempre en mente, son la supervisión y, por supuesto, que no vuelquen a la primera todo el contenido de la caja; deben ir objeto a objeto, paso a paso, estimulación tras otra.
¿Qué trabajan las cajas sensoriales?
Imaginación, concentración, desarrollo sensorial, concepción del mundo mediante los sentidos. Las cajas sensoriales reúnen todo ello y lo aúnan en un objetivo de aprendizaje e interacción con el entorno, lo animan a sentir curiosidad y a querer relacionarse con el mundo. Hasta salen beneficiados en cuanto a los conceptos de lógica y matemáticas se refiere, ya que pueden contar los objetos, organizarlos según un criterio específico, unir una pieza con otra y descubrir que montan una forma, nombrar o renombrar los artículos, trabajando así la mente.
Estimulan la vista, localizando y reconociendo los objetos. Trabajan con el habla, describiendo dichos artículos que están explorando. Agudizan su sentido táctil, palpando y discriminando los objetos según su textura. Entrenan al oído, atendiendo al sonido característico de cada objeto. Adiestran su olfato, si es que en la caja hay incluido un artículo con aroma y esencia.
Tocando diferentes texturas, escuchando diferentes sonidos, reconociendo nuevos colores, saboreando los olores, el niño con discapacidad sensorial consigue de paso, además, tranquilizarse y no estar tan irritable, pues mientras palpa y se concentra y conoce, se está familiarizando con los sentidos y la información que ellos le transmiten, asimila en la mente nuevos conceptos del mundo de un modo relajado, sano y lúdico.
Exploración en equipo.
Al igual que los libros sensoriales y los caminos sensoriales, una caja sensorial puede ser explorada y desnudada por más de dos niños a la vez. De este modo el pequeño desarrolla además habilidades sociales como aprender a compartir con otros, respetar el turno, incluso trabajar en equipo. Solo o acompañado, mándele tareas a hacer con la caja; de este modo buscará cómo expresarse y comunicarse, una tarea que reforzará y ampliará su vocabulario.
Una experiencia enriquecedora
Las cajas sensoriales convierten a los niños en auténticos exploradores. Gracias a ellas descubren, uno, aprenden, dos, sienten, tres, y reaccionan y comunican, cuatro. Un mundo interesante de ideas infinitas y sin límites al que difícilmente pueden resistirse, donde estimular los sentidos no es un trabajo, sino una vivencia con garantía de entretenimiento, diversión, beneficios, aprendizaje y libre creatividad.