Darse un fuerte golpe en el cráneo puede dar pie a sufrir graves lesiones en el cerebro; daños neuronales que a su vez conducen a un cáncer cerebral, según un nuevo estudio.
Entendida como esa lesión que aparece al sufrir un impacto fuerte en la cabeza al golpearse con un objeto, aunque sin romper el cráneo, el traumatismo craneal se distingue enseguida por el médico ya que el cerebro rebota o se retuerce dentro del cráneo, rompiendo los vasos sanguíneos, por un lado y lesionando las células cerebrales, por otro, además de generar en el proceso cambios químicos severos.
Entendiendo los cambios neuronales del cáncer cerebral
Ahora, científicos del Instituto del Cáncer del UCL, el University College de Londres, ubicado en el Reino Unido han proporcionado importantes conocimientos moleculares acerca de cómo las lesiones surgidas con un traumatismo craneal contribuyen al desarrollo de un tumor cerebral; más exactamente en su forma agresiva y rara, relativamente, llamado glioma.
El trabajo, publicado en la revista ‘Current Biology‘, viene a arrojar más luz de conocimiento en la hipótesis de la posible relación entre los traumatismos craneoencefálicos y el aumento de las tasas de tumores cerebrales, varias veces sugerido en estudios anteriores. Dado que las pruebas de tales ensayos no eran concluyentes, la investigación del equipo del UCL gana en importancia porque sus datos identifican un posible mecanismo que explica esta relación, señalando como causalidad mutaciones genéticas que actúan en concordancia con la inflamación del tejido cerebral.
Una concordancia que —según explica este grupo de científicos—, sirve para cambiar el comportamiento de las células, hasta el punto de que las vuelve más propensas a convertirse en cancerosas. Los autores, en cualquier caso, admiten que sería importante explorar la relevancia de estos hallazgos de cara a afrontar los gliomas humanos, sobre todo porque el estudio se realizó en ratones, al menos en gran parte.
Hablamos, por tanto, de una investigación que «sugiere que un traumatismo cerebral puede contribuir a aumentar el riesgo de desarrollar cáncer cerebral en etapas posteriores de la vida», tal y como lo resumió su autora principal, Simona Parrinello, profesora del Instituto del Cáncer del UCL, quien también ejerce como jefa de la Unidad de Cáncer Cerebral Samantha Dickson y es codirectora del Centro de Excelencia de Tumores Cerebrales del Cancer Research UK.
Cabe aclarar, en este punto, que los gliomas son esos tumores cerebrales que suelen aparecer inicialmente en las células madre neurales; incluidos los astrocitos, sí, que son los tipos más maduros de células cerebrales, especialmente cuando estos vuelven a mostrar un comportamiento de células madre tras una lesión.
La investigación de la profesora Parrinello, de hecho, se basa en averiguar si esta propiedad puede inducir a los astrocitos a formar un tumor a raíz de un traumatismo cerebral, utilizando para ello un modelo preclínico de ratón. Así, a los adultos jóvenes ratones que presentaban lesiones cerebrales se les inyectó una sustancia que marcaba los astrocitos en rojo, permanentemente, anulando de paso la función del gen p53, reconocido entre los expertos por su papel vital en la supresión de muchos tipos de cáncer.
En el grupo de control que recibió el mismo tratamiento no se produjeron cambios, ya que el gen p53 se mantuvo intacto; aunque hubo un segundo grupo de ratones al que se sometieron a la inactivación de p53 en ausencia de lesiones.
«Normalmente los astrocitos están muy ramificados, pero lo que se descubrió fue que, sin p53 y sólo después de una lesión, los astrocitos habían retraído sus ramas y se habían vuelto más redondeados», tal y como explicó la profesora Parrinello.
«No parecían células madre, pero algo había cambiado; Así que dejamos envejecer a los ratones, luego volvimos a examinar las células y vimos que habían revertido completamente a un estado similar al de las células madre, con marcadores de células de glioma tempranas que podían dividirse».
De las mutaciones celulares al tumor del cáncer cerebral
Esta revelación hizo pensar a los autores del ensayo que las mutaciones surgidas en determinados genes sinergizaban con la inflamación cerebral, la misma que aparece inducida por lesiones agudas antes de que aumente, con el paso del tiempo y durante el proceso natural de envejecimiento; una reacción que vuelve más propensos a los astrocitos a iniciar un cáncer cerebral. Un comportamiento que incluso se vio acelerado cuando los investigadores inyectaron en sus modelos de ratones la solución que causa la inflamación.
Pero a fin de revalorizar su hipótesis, los científicos del trabajo recurrieron a las poblaciones humanas en busca de pruebas, para lo cual se aliaron con la doctora Alvina Lai, del Instituto de Informática de la Salud del UCL, tras lo cual pudieron consultar los historiales médicos electrónicos de más de 20.000 pacientes diagnosticados con traumatismos craneoencefálicos; este acceso médico también les permitió comparar la tasa de cáncer cerebral con la acumulada por un grupo de control, emparejándolos eso sí según el sexo y la edad y el nivel socioeconómico.
¿Cuál fue el resultado?
Percatarse de que las personas supervivientes a un traumatismo craneoencefálico mostraban casi cuatro veces más probabilidades de desarrollar un cáncer cerebral en el futuro, básicamente, especialmente frente a aquellos que no habían sufrido ningún traumatismo. A ello se suma el grado de riesgo de acabar desarrollando este tipo de cancerígeno en algún momento de la vida, bajo y estimado en menos del 1 por ciento, por norma general; un riesgo que sigue siendo modesto incluso tras sobreponerse a una lesión craneal.
«Sabemos que los tejidos normales portan muchas mutaciones que parecen quedarse ahí y no tener efectos importantes», apuntó Parrinello.
«Nuestros hallazgos sugieren que, si además de esas mutaciones se produce una lesión, se crea un efecto sinérgico». Según detalló esta facultativa, «en un cerebro joven, la inflamación basal es baja, por lo que las mutaciones parecen mantenerse bajo control incluso tras una lesión cerebral grave».
Ahora bien, ¿qué ocurre al envejecer? «Nuestro trabajo con ratones sugiere que la inflamación aumenta en todo el cerebro, pero más intensamente en el lugar de la lesión anterior. Esto puede alcanzar un cierto umbral a partir del cual la mutación empieza a manifestarse».