Frecuente entre los hombres, pero más grave entre las mujeres, la cefalea en racimos triplica las posibilidades de sus afectados de padecer otros males médicos.
Cada 21 de marzo no solo se conmemora a nivel internacional el Día Mundial del Síndrome de Down; la efeméride también sirve para visibilizar y hacer un llamado de conciencia sobre uno de los dolores de cabeza más insoportables que existen: la cefalea en racimos. Una afección que Daniel Radcliffe, el actor británico que durante ocho películas encarnó al famoso mago Harry Potter, conoce en primera plana, ya que lo vive en carne propia, según admitió en una entrevista el protagonista de la saga mágica de Warner Bros.
¿Pero qué es la cefalea en racimos?
Mucho más lacerante y agudo que una migraña, se trata de un tipo de cefalea o dolor de cabeza que tiende a aparecer en torno a los 30 años, aproximadamente, si bien se deja distinguir porque es crónico y alcanza cuotas más fuertes y dominantes y penetrantes.
También llamado cefalea en brotes, hablamos de una afección que varía su sintomatología según el sexo de la persona; dolores de cabeza extremadamente dolorosos que duran entre 15 minutos y 3 horas, cabe añadir, cuyos episodios se prolongan varios días seguidos o, peor, largas semanas continuas e interminables.
Este trastorno puede adquirir carácter crónico, ciertamente; momento en que se le define como ataques recurrentes que se repiten durante un año o más, casi sin interrupción o, si lo hace, se presenta en breves intermitencias que ni siquiera tienen síntomas, y que además duran menos de tres meses.
Desde la Asociación Española de Migraña y Cefalea (AEMICE) aseguran que su frecuencia es cuatro veces más común entre los hombres que entre las mujeres; con todo, un estudio de la revista de la Academia Americana de Neurología, ‘Neurology‘, realizado por la doctora Andrea C. Belin y su equipo de investigadores del Instituto Karolinska de Estocolmo, en Suecia, sugiere que la enfermedad puede llegar a ser más grave entre el sexo femenino.
Diagnosticar a la cefalea en racimos no siempre es fácil; y es que su costumbre de hacerse acompañar por una congestión nasal hace que se la confunda con la sinusitis, la hinchazón de los senos paranasales en respuesta a una inflamación por infección. Aún más; este mal es tan intenso que hasta triplica las posibilidades de sus aquejados de llegar a padecer una depresión.
La Clasificación Internacional de Cefaleas, de hecho, recoge que esta dolorosa variante es la que más tasas de incidencia acumula actualmente en el grupo de las llamadas cefaleas trigémino-autonómicas, incluso a nivel mundial, reconocidas a ojo clínico porque afectan al nervio más importante de la cara, el trigémino; algo que regala a sus pacientes un dolor tan fuerte como indeseado; corto y repartido en episodios, sí, pero igualmente intensos e incapacitantes.
En cuanto a los motivos que originan esta patología, hay que admitir que ni siquiera hoy existe un consenso médico, científico o especializado sobre sus causas exactas, ciertamente. Las sospechas mayoritarias no recaen sobre la genética, por ahora, aunque sí se sospecha la influencia activa y favorecedora de ciertos factores que pueden actuar como detonante de las crisis, como el tabaco y la falta de sueño, por ejemplo; el alcohol y otros vasodilatadores, mismamente; las alturas y las siestas e incluso la exposición a la luz intensa, sin ir más lejos.
Ahora bien ¿cuáles son los síntomas más habituales de la cefalea en racimos?
Los expertos de la Sociedad Española de Neurología (SEN) aseguran que este terrible dolor de cabeza suele manifestarse como crisis que empiezan y acaban de forma abrupta, causando durante los episodios un dolor muy intenso que generalmente suele notarse alrededor del ojo y/o la sien; amén, cómo no, de venir precedido de moqueo de nariz, congestión nasal y/o lagrimeo de ojos.
A diferencia de lo que ocurre en la migraña, donde los pacientes solo desean tumbarse y estarse quietos, a oscuras y en silencio, durante la crisis tensional de la cefalea en racimos la persona tiene la necesidad de levantarse y sentarse… siempre inquieto y con la urgencia nerviosa de moverse de un lado a otro para así calmar su malestar.
En palabras de Daniel Radcliffe, la cefalea en racimos «hace que una migraña parezca bastante suave»; después de todo, el dolor es extremo y empuja a la desesperanza. Según admitió el actor en una ocasión, este trastorno incluso le hizo pensar «que estaba siendo un cobarde. Tomaba 12 analgésicos al día y no entendía por qué seguía teniendo dolor de cabeza».
Otra de las diferencias con la migraña es que aquí el dolor es intolerable, presentándose durante las tardes noches el 70 por ciento de las veces, aunque la suerte es que las crisis duran menos que una migraña; con todo, son episodios que, si no se tratan, pueden llegar a las tres horas, desapareciendo y reapareciendo varias veces al día.
Desde la SEN alertan que afecta a la vida de quien lo sufre, dejándole bastante incapacitado e interfiriendo en su trabajo, estudio, actividades cotidianas y relaciones sociales. Y el hecho de que más de la mitad de sus pacientes reciban diagnósticos erróneos al principio solo contribuye a retrasar el correcto tratamiento de la enfermedad. Los neurólogos estiman, de hecho, que el 20 por ciento de los casos de cefalea en racimos acaba desembocando en una enfermedad crónica, mientras un 10 por ciento no suele responder bien a los fármacos administrados como tratamiento.
Cabe añadir, por último, que si bien la cefalea en racimos es poco prevalente a nivel global, ya que actualmente aqueja a menos de 1 de cada 1.000 adultos, según estimaciones especializadas, sigue siendo una enfermedad que demanda más acción social e iniciativas de investigación, aun cuando existen diversas terapias que buscan intentar controlarla y mantenerla a raya; y máxime hoy, el Día Internacional de la Cefalea en Racimos, fecha en la que se lamenta más que nunca que la cura es un sueño que aún ni se contempla.