«Te haces viejo cuando olvidas que eres joven», sentencia, rotundo y seguro, Cary Grant al final de «Me siento rejuvenecer» (Monkey Business, 20th Century Fox, 1952) una marxiana* comedia del versátil y completo director Howard Hawks** en la que Cary Grant deja suelto su garbo, su (auto) ironía y su precisión para dar vida a un profesor chiflado que destila una pócima para alcanzar la eterna juventud.
Hawks dirige con metrónomo esta comedia deliciosa acribillada de confusiones en la que los personajes hacen que rule la dichosa pócima y van adquiriendo, por riguroso turno, la añorada juventud, pasando a comportarse, en consecuencia, como auténticos e irritantes descerebrados.
Reluce una dulce Ginger Rogers —ya lejos de la pareja de baile de Fred Astaire— como la esposa de Grant; un gruñón Charles Coburn (uno de los ternos secundarios), la mona Chita (si, en serio, también participa la estrella más longeva de Hollywood) y una incipiente Marilyn Monroe que reluce en su papel de rubia tonta que, como la gran e inteligente comunicadora que fue, consiguió convertir en un estereotipo que la llevó a ser un diamante para la eternidad.
«Me siento rejuvenecer» es una comedia de vértigo justo, réplica exacta, velocidad controlada y desconcierto cabal. De las que ya no se hacen porque, entre otras cosas, no hay con qué, ni con quién. Hace mucho que el mundo dejó de ser marxiano.
*Marxiana: de los Hermanos Marx. Es curioso que en una parte de su filmografía (y no la peor) ellos ni siquiera apareciesen. Me refiero a clasicazos como «Un, dos, tres» de Billy Wilder; «La fiera de mi niña», de nuevo Howard Hawks o, incluso, «Matrimonio original» de un inesperado Alfred Hitchcock.
** Para desmemoriados cabe recordarles que es quien estuvo al mando de películas tan legendarias como, entre otras: «Sólo los ángeles tienen alas», «Río Bravo», «Tener o no tener» o «Scarface». Todo un catálogo de cine.