¿Cómo afecta la fatiga a los pacientes con artritis reumatoide?

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Si la fatiga es una falta de energía, y la artritis es la hinchazón y sensibilidad en articulaciones, ¿cómo comulgan ambas dolencias en la artritis reumatoide?

Definir la fatiga es difícil, y expresar su sintomatología no es menos complicado. Comienza en una falta de energía, continúa en la desmotivación, languidece en el pesimismo, y las más de las veces degenera finalmente en un sentimiento de apatía en el que se pierde interés por lo que sucede alrededor.

La influencia de la fatiga en personas con artritis reumatoide

La fatiga es ese impacto negativo que empeora la calidad de vida, y ante el cual tanto el esfuerzo físico como el estrés emocional actúan como catalizadores y detonantes; una respuesta en la que el aburrimiento, la somnolencia y la falta de sueño también tienen mucho que decir e influenciar.

Así, el cansancio, el estrés y el malestar físico o emocional simbolizan las primeras señales de esta enfermedad, junto con el descuido personal, el abandono de las tareas diarias, la insatisfacción personal y la percepción de no estar manteniendo un buen control de la situación.

¿Pero qué ocurre cuando se topa de frente con la artritis reumatoide? Pues que se convierte en una compleja mezcla explosiva que pone en banca rota la reserva de salud. El AR o artritis reumatoide es una patología de carácter crónico y género doloroso; una enfermedad que transforma a las articulaciones en la manifestación tangible de la inflamación y la rigidez, llegando a manifestar su enfermedad a través de la fatiga en al menos tres de cada cuatro casos con AR.

A decir verdad, muchas son las causas que descargan la fatiga sobre los hombros de las personas con artritis reumatoide, causas entre las cuales se cuenta la falta de apoyo social, el dolor crónico, un estado de ánimo deprimido, la mala calidad del sueño, la baja actividad física… por no hablar de afecciones médicas de la talla de la diabetes, la hipertensión arterial, el tabaquismo, el sobrepeso y la obesidad.

Ante todo, la reacción médica principal pasa por descartar cualquier causa orgánica que pueda ser precisamente la fuente de la fatiga, aun cuando no se haya estudiado previamente ese estímulo orgánico.

En otras palabras, es preciso verificar que no se deba a la anemia, a los problemas respiratorios, a alteraciones del tiroides o por enfermedades cardiacas, como tampoco por EPOC o apnea del sueño.

Se debe tener en cuenta, eso sí, que la actividad inflamatoria que responde a la propia AR perfectamente puede acabar desarrollando la fatiga, si bien ésta juega un papel minoritario en tales circunstancias.

La fatiga, un problema que exige un abordaje individualizado

Este no es un síntoma fácil de medir, ciertamente, y prueba de ello es que ni todas las escalas o estudios o cuestionarios de autoevaluación realizados hasta la fecha no han logrado llegar a un consenso establecido al respecto. Lo recomendable, entonces, es guiarse por la perspectiva del paciente, ya que será quien lidiará con la desazón de la fatiga y el dolor de la artritis, afrontando además una repercusión que pondrá a prueba su capacidad para manejar y adaptarse a la situación.

Esto implica un abordaje individualizado y exige un tratamiento que debe contemplar la intensidad de la fatiga, así como otros múltiples aspectos además de otros signos asociados.

Tampoco se pueden trivializar las preferencias del paciente; es más, se deben tener bastante en cuenta, invitándole a tomar conjuntamente las decisiones terapéuticas junto con el especialista.

Herramientas útiles para sobrellevar la fatiga

La primera de estas estrategias a adoptar para afrontar debidamente la fatiga, minimizando lo máximo posible sus secuelas, empieza por el consumo del tabaco, al ser este acto una sonora bofetada al organismo, que además solo contribuye a empeorar la fatiga y demás problemas de salud asociados a la artritis reumatoide. Dejar de fumar supone, por tanto, una mejoría a la enfermedad y una forma de control de esta.

Otra posible acción por emprender contra la fatiga es la realización continua y regular de una actividad física moderada, adaptada eso sí a las características de la persona, por un lado, y a su evolución sintomatológica, por otra parte, evitando desde luego el sedentarismo.

Si conseguir un sueño reparador es clave para manejar la fatiga, dormir un número adecuado de horas con una buena calidad de sueño resulta esencial para plantarle cara a la problemática del cansancio emocional e intelectual, llegando a ser recomendable evitar las temperaturas extremas, la ingesta de sustancias y bebidas estimulantes y, cómo no, también los estímulos ruidosos o luminosos.

Otra consejo es procurar recibir ayuda psicológica, ya que es absolutamente normal vivir en una vorágine de emociones y sentimientos negativos cuando la fatiga domina actos y pensamientos. Es preciso aprender a controlarlos, entonces, a fin de que no se cronifiquen o, peor, se conviertan en un problema añadido. Hablamos de una terapia psicológica que también implica técnicas de relajación, una terapia cognitivo-conductual y hasta entrevistas motivacionales.

Otras medidas pasan por mantenerse activo, laboralmente hablando, procurando unas condiciones de trabajo óptimas; seguir una dieta equilibrada; respetar adecuada y escrupulosamente el tratamiento farmacológico prescrito para tratar la artritis, controlando así el dolor y la inflamación articular, minimizando sus efectos adversos.

Por todo ello se puede exponer, por tanto, que la fatiga es un síntoma que depende tanto de la artritis reumatoide y en la inflamación de la AR, como por influencia de otros muchos factores físicos, véase factores sociales y de la salud de la persona. Es imprescindible detectar estos problemas y abordar cada uno de ellos para poder conseguir una mejoría en la fatiga, y con ello una mejor calidad de vida.

En otras palabras, es preciso verificar que no se deba a la anemia, a los problemas respiratorios, a alteraciones del tiroides o por enfermedades cardiacas, como tampoco por EPOC o apnea del sueño.

Se debe tener en cuenta, eso sí, que la actividad inflamatoria que responde a la propia AR perfectamente puede acabar desarrollando la fatiga, si bien ésta juega un papel minoritario en tales circunstancias.

La fatiga, un problema que exige un abordaje individualizado

Este no es un síntoma fácil de medir, ciertamente, y prueba de ello es que ni todas las escalas o estudios o cuestionarios de autoevaluación realizados hasta la fecha no han logrado llegar a un consenso establecido al respecto. Lo recomendable, entonces, es guiarse por la perspectiva del paciente, ya que será quien lidiará con la desazón de la fatiga y el dolor de la artritis, afrontando además una repercusión que pondrá a prueba su capacidad para manejar y adaptarse a la situación.

Ello implica un abordaje individualizado, por descontado, un tratamiento que debe contemplar la actividad de la artritis, la intensidad de la fatiga, el día a día de cada persona y otros múltiples aspectos como los demás signos que se le asocian.

Tampoco se pueden trivializar las preferencias del paciente; es más, se deben tener bastante en cuenta, invitándole a tomar conjuntamente las decisiones terapéuticas junto con el especialista.

Herramientas útiles para sobrellevar la fatiga

La primera de estas estrategias a adoptar para afrontar debidamente la fatiga, minimizando lo máximo posible sus secuelas, empieza por el consumo del tabaco, al ser este acto una sonora bofetada al organismo, que además solo contribuye a empeorar la fatiga y demás problemas de salud asociados a la artritis reumatoide. Dejar de fumar supone, por tanto, una mejoría a la enfermedad y una forma de control de esta.

Otra posible acción por emprender contra la fatiga es la realización continua y regular de una actividad física moderada, adaptada eso sí a las características de la persona, por un lado, y a su evolución sintomatológica, por otra parte, evitando desde luego el sedentarismo.

Si conseguir un sueño reparador es clave para manejar la fatiga, dormir un número adecuado de horas con una buena calidad de sueño resulta esencial para plantarle cara a la problemática del cansancio emocional e intelectual, llegando a ser recomendable evitar las temperaturas extremas, la ingesta de sustancias y bebidas estimulantes y, cómo no, también los estímulos ruidosos o luminosos.

Otra carta puesta sobre la mesa es la que plantea recibir ayuda psicológica, ya que es absolutamente normal vivir en una vorágine de emociones y sentimientos negativos cuando la fatiga domina actos y pensamientos. Es preciso aprender a controlarlos, entonces, a fin de que no se cronifiquen o, peor, se conviertan en un problema añadido. Hablamos de una terapia psicológica que también implica técnicas de relajación, una terapia cognitivo-conductual y hasta entrevistas motivacionales.

Otras medidas pasan por mantenerse activo, laboralmente hablando, procurando unas condiciones de trabajo óptimas; seguir una dieta equilibrada; respetar adecuada y escrupulosamente el tratamiento farmacológico prescrito para tratar la artritis, controlando así el dolor y la inflamación articular, minimizando sus efectos adversos.

Por todo ello se puede exponer, por tanto, que la fatiga es un síntoma que depende tanto de la artritis reumatoide y en la inflamación de la AR, como por influencia de otros muchos factores físicos, véase factores sociales y de la salud de la persona. Es imprescindible detectar estos problemas y abordar cada uno de ellos para poder conseguir una mejoría en la fatiga, y con ello una mejor calidad de vida.

Tampoco se pueden trivializar las preferencias del paciente; es más, se deben tener bastante en cuenta, invitándole a tomar conjuntamente las decisiones terapéuticas junto con el especialista.

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