Aunque la genética desempeña un papel importante en la calidad de vida de las personas mayores, no es menos cierto que una nutrición sana favorece una mayor esperanza de vida, siempre y cuando la ingesta de alimentos esté acompañada de actividad física.

La dieta y el estado nutricional tienen una gran influencia en las personas de cierta edad, sobre todo en la prevención de enfermedades y en el tratamiento de aquellas que ya son crónicas. Los principales condicionantes de éste obedecen exclusivamente a la capacidad funcional física, al estado mental y a la actividad global que a diario tengan las personas mayores según los tramos de edad.

En España, según recoge el Instituto Nacional de Estadística (INE) sobre el envejecimiento poblacional, somos ya un país de personas mayores y la llamada tercera edad se prolongará a una cuarta o quinta debido a la esperanza de vida. Concretamente, las personas mayores se definirán como ancianos jóvenes (de 65 a 75 años); mayores (de 76 a 85) y ancianos muy mayores (a partir de los 86 años de edad).

Las patologías asociadas a la edad avanzada irán in crescendo en función de la genética, la alimentación a lo largo de la vida, los cuidados y otros factores externos. Por ello, afecciones típicas de la edad tales como la diabetes, las enfermedades cardiovasculares, el cáncer, las enfermedades del sistema respiratorio, la osteoporosis, las enfermedades neurodegenerativas (demencias) y mentales, entre otras, se pueden condicionar y evitar en cierta forma, solamente habiendo mantenido una nutrición adecuada a lo largo de la vida.

(«Dentro de los factores de riesgo que pueden afectar al estado nutricional, se encuentran los problemas derivados de la masticación; los cambios sensoriales (pérdida del gusto, olfato); disminución de la actividad física; enfermedades crónicas; abandono de la actividad laboral; ingesta de alimentos poco saludables; dietas monótonas; confusión; apatía; tabaquismo; ingesta de alcohol diaria, etcétera», añade el Dr. Jódar, endocrinólogo del hospital Rúber de Madrid.

Todo ello, sumado a la pérdida de masa muscular, hace que las personas mayores inicien el camino del envejecimiento (también óseo) de su cuerpo que se empieza a deteriorar alrededor de la tercera década de la vida y va en aumento. En las mujeres, la menopausia será la que determine el inicio de su vejez y como consecuencia de ello, la aparición de osteoporosis y las fracturas de cadera.

Uso de fármacos

Por otro lado, el uso continuado de fármacos como el paracetamol, los diuréticos, laxantes, antiácidos, anticonvulsionantes, la aspirina, los tranquilizantes y los cardiotónicos, entre otros, provocan pérdidas nutricionales.

Desde la mala absorción del calcio si ingerimos antibióticos, hasta la pérdida de hierro si tomamos una simple aspirina. Por ello, debemos siempre consultar con nuestro médico si nos hemos automedicado en algún periodo de la vida. Estas interacciones pueden afectar y de hecho afectan al estado nutricional, si bien siempre tendremos que someternos al debido control mensual médico llegado el caso.

¿Qué cantidad de agua debo tomar?

Respecto al agua, componente esencial de los seres vivos, ocupa entre el 50 y el 80 por ciento del peso corporal; esto es, tenemos que beber agua aunque no sintamos sed. La regulación de la pérdida de agua en personas mayores normalmente no se nota, salvo que haga un calor extremo. Esto hace que la sensación de sed desaparezca paulatinamente y la eliminación de agua a través de la orina permanezca activa.

En personas mayores el agua también ejerce una función nutriente, amén de servir como transporte a otros, y de vehículo para excretar desechos. En el campo de la nutrición, si las personas mayores dejan de ingerir alimentos ricos en agua, por ejemplo, la leche, pueden empezar a tener diversos problemas asociados a la deshidratación.

Muchas patologías crónicas como la artritis, el párkinson, las hemiplejías, etcétera, hacen que las personas mayores se manejen peor con las manos y, en consecuencia, dejen de beber lo debido. Usar una pajita de cartón les ayudará a saber cuánta cantidad de agua han tomado cada día.

En algunos pacientes con enfermedades crónicas renales puede existir un aumento de la resistencia del túbulo renal a la acción de la hormona antidiurética, lo que hace que se tenga una mayor pérdida de agua a través de la orina.

En caso de padecer diabetes, especialmente si no se la tiene controlada, puede que aumente la pérdida de agua por la ingesta de diuréticos u otros fármacos derivados de la teofilina (por ejemplo, broncodilatadores). En otros pacientes dicha pérdida de agua se incrementa cuando existe una insuficiencia respiratoria.

Ingerir espárragos, judías verdes, queso fresco, plátanos, patatas, zanahorias, piña, ciruelas, salmón, pollo, miel, higos, pasas, mermelada, arroz, pasta, legumbres, frutos secos, azúcar, chocolate y aceite de oliva, entre otros alimentos, puede aumentar la ingesta diaria de agua solamente con alimentos.

El aporte de agua fuera de las comidas es preferible porque así sabremos lo que hemos tomado, sobre todo en épocas estivales. De igual forma, se debe procurar favorecer la humidificación de la mucosa bucal mediante enjuagues de agua.

Tomar preferiblemente aguas con magnesio favorecerá su aporte, así como otras bajas en sodio, sobre todo si tenemos la tensión alta. El agua con gas es adecuada si se tiene reflujo o gases, aunque en algunas personas mayores crea un efecto nada deseado porque incrementa la sensación de pesadez.

A mi edad ¿qué significa comer bien?

Educar progresivamente a las personas mayores será necesario conforme pasan los años. Es bueno también comer siempre en compañía porque se disfruta de la comida y se mejora la salud mental. La soledad no invita a comer ni tampoco a participar de las viandas por ricas que sean.

Comer cuatro o cinco veces al día poca cantidad es mejor que comer tres de forma copiosa. Las digestiones serán más rápidas y la sensación de plenitud se tendrá pasados unos bocados. Esto evitará la obesidad y procurará un descanso posterior al almuerzo ideal para mantener la salud en general.

El consumo energético debe ir en relación a la cantidad de calorías ingeridas; esto es, si no nos movemos, no es necesario comer mucho. Si la dieta es baja en calorías, podremos disfrutar de la comida sin temor a engordar ni padecer enfermedades relacionadas con la obesidad como el síndrome metabólico, la diabetes I u otras derivadas de esta última. El conocido como ligero sobrepeso del anciano está permitido, ya que es un factor de protección frente a posibles enfermedades derivadas de la edad que inician una patología silente manifestada en la pérdida de peso.

Reducir el consumo tabaco o eliminarlo, así como moderar el de alcohol ingiriendo un máximo de 30 g de etanol por día, también puede ayudar a mantenernos sanos sin detrimento de nuestra vida social.

Idealmente, los menús deben incluir un primero, a base de cereales, legumbres, arroz o patatas; un segundo plato con carne, pescado o huevos y fruta o lácteos de postre. Ocasionalmente es permitido tomar algún helado, dulce o repostería.

Todo ello, sumado al ejercicio moderado, un buen paseo, una situación emocional estable, hará del envejecimiento un pasaporte para llegar a los cien años en buen estado mental y físico.

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