*Miguel Díez R. El viejo profesor

He publicado en Prensa Social varios poemas de Cristobal y he escrito sobre él. En los cuarenta años  de profesor de Lengua y Literatura Hispánica he tenido miles de alumnos y he leído cientos de poemas suyos: muy buenos, buenos, regulares y malos. Cuando me presentaban esos poemas sabía que, en la mayoría de los casos, los habían manoseado, corregido, modificado… en busca de un buen poema. Esto mismo ocurre con todos los buenos poetas actuales  y desde luego con los clásicos u otros grandísimos poetas universales. Si tenemos en mano un gran poema, estamos casi convencidos de que ha habido por parte del creador un largo y dificultoso proceso de creación, aunque existan  algunas excepciones en el largo camino del discurrir universal poético. Pues bien, Cristóbal crea de golpe un extraordinario poema delante de mis narices. ¿Creación ex nihilo ? No, porque Cristóbal es amante del cine, de las canciones más del día  -la música clásica también le apasiona- y un gran lector, con una memoria misteriosa que alberga, sin darse cuenta, retazos de ese totum cultural  que lo envuelve como poderoso, pero permeable manto. Y -me dice-, cuando escribo un microrrelato o un breve poema,  luminosos destellos caen sobre mí en los instantes en que escribo.Esta misma tarde estuve con él, en su kiosko de El Albir (Bahía de Altea),  me leyó el poema siguiente que me dejó anonadado. le pedí un comentario personal y,  un poco de tiempo después, me lo envió por guasap. Ahí lo tenéis: 


Poema del anónimo creador

La palabra por espada,

el silencio de escudo,

un yelmo de papel,

mi corazón desnudo,

la vida en mil batallas,

otra tumba sin laurel.
                                           Cristóbal Miralles Romero 


Breve comentario del propio autor:


Sencillo homenaje de seis versos a tantos hombres y mujeres que hicieron de las letras su pasión y su vida, si bien nunca alcanzaron el reconocimiento o la recompensa merecida, sí dejaron sobre el papel clara muestra de su capacidad, su entrega y su amor por el oficio. En este ejercicio de síntesis en que convierto el poema, lo privo a voluntad de todo verbo, reflejo de la inacción a la que el olvido o el desconocimiento sumió inmerecidamente tanta obra perdida. Pese a ello, o tal vez por ello, cada verso rezuma con mayor fuerza su verdad. Cierro este comentario con una verdad que, como un mantra, estoy seguro que muchos repetimos con verdadero lamento: cuánto me va a quedar por leer.

*Miguel Díez R, el Viejo Profesor, es licenciado en Teología, Filosofía y Filología Hispánica (Especialidad Literatura Hispánica).

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí