El suicidio es la elección más dura. Es antinatura si hablamos de especies y supone entrar en el lugar en donde nada tiene sentido y por tanto no hay salida.
El Instituto Nacional de Estadística (INE) recoge los datos de 2021 cuando 4.003 personas decidieron suicidarse. De ellas, 2.982 fueron hombres, 1.021 mujeres y 22 niños adolescentes menores de quince años. Un balance nunca antes superado que ha sobrepasado la cifra de 4.000, lo que supone una tasa de 8,44 personas por cada cien mil habitantes; esto es, la primera causa de muerte eterna en España, prevenible con ayuda, evitable con medios.
Llama la atención que en el caso de los menores de edad es una opción y en el caso de los ancianos longevos, la única salida. De ese número terrible, 1.235 personas mayores de 70 años hasta 95 se arrebataron la vida en ese segundo que media entre sufrir y dejar de hacerlo; entre sentirse solo o acompañado; entre sentir amor o abandono.
Este dato no se queda ahí porque el suicidio de una persona afecta de manera directa a su familia, a sus amigos, a las personas de su entorno que no se explican por qué se atenta contra lo más primigenio del ser humano: la supervivencia.
En la contrariedad en la que se anclan pensamientos negativos asimos la vida desde una perspectiva poco halagüeña que nada tiene que ver con el dinero. En la mayor parte de los casos confluyen las tendencias impulsivas de falta de autocontrol vital; el consumo excesivo de drogas o alcohol; la muerte de un familiar; la depresión sin tratamiento alguno; situaciones de estrés continuado, discriminación, enfermedad crónica y una salud mental comprometida, entre otras causas.
Se han quitado la vida multimillonarios y personas cuya vida, aparentemente, era todo lujo y desvarío. En este asunto no siempre los problemas económicos son una razón. Ser pobre no ayuda pero existen mayores esfuerzos en términos de supervivencia que vienen de personas enfermas, en paro o con la vida poco resuelta que al revés.
La vida se la arrebatan personas que no quieren morir pero que no saben cómo manejar las situaciones que les desbordan.
Probablemente esa misma persona acompañada o con asideros piense al segundo siguiente todo lo contrario, luego el suicidio es prevenible. En un momento la vida puede resultar insoportable pero hay que evitar llegar a ese estadío porque el sufrimiento es muy intenso y parece que nunca nos va a abandonar.
No saber manejar la frustración, el no poder hacer frente a situaciones incómodas, experimentar el sufrimiento que no es negativo en sí mismo —porque forma parte de la vida—, hace que todo cambie en ese momento. Si no podemos solos, debemos pedir ayuda para aprender a convivir sin lo que nos falta, porque todos y a todos nos llega de una forma u otra la desesperanza no solo una vez en nuestra larga vida, sino varias.
Yendónos al supuesto en donde en un segundo un pensamiento único nos impulsa a atentar contra nosotros mismos, diríamos que el miedo desencadena esa mala decisión, pero siempre hay salida aunque no se vea a primera vista.
Siempre.
Los inexistentes planes de prevención contra el suicidio, la falta de rigor a la hora de abordar este tema y las medidas aún por tomar hacen que España no considere la salud mental y por tanto muchas enfermedades que tratándose sin estigmatizar de por vida al paciente, resuelvan esos conflictos internos que derivan en atentar contra la propia vida; una realidad muy compleja que no debe abordarse solamente desde una esfera sino desde la propia vida y circunstancia de cada persona.
El 024 ha sido el primer teléfono público a nivel estatal atendido por profesionales que solamente en los primeros seis meses de 2022 atendieron a 63.000 ciudadanos, derivaron al 112 más de 2.000 casos y detectaron 800 suicidios en curso. Los escuchas en España hasta entonces han sido atendidos de manera privada por voluntarios del teléfono de la Esperanza, La Barandilla; ANAR y algunos ayuntamientos con ese servicio.
Siempre, como apunta H.V.L, psicólogo voluntario del Teléfono contra el suicidio, hay salida: «Terminar con nuestra vida es un acto que traiciona nuestro impulso más primitivo, sobrevivir. Para que este acto se realice, la persona debe sobreponerse al cerebro reptiliano, la parte más instintiva y primigenia de nuestra cognición. Para ello, no tiene que haber otra salida, y el contexto emocional de la persona ha de exceder la capacidad de gestión de la misma».
Compartir los problemas, el estado mental, la desesperanza, el miedo o la falta de ayuda permite saber que no solo no estamos solos porque el camino y la salida debemos encontrarla con los que nos quieren. Ese es el primer paso, que da vértigo y parece un abismo, pero es el principio de la nueva vida; la reconocida, porque no siempre las cosas salen bien y disponemos de fuerza para seguir adelante.
Vivimos en tiempos en donde todo lo que transcurre no deja huella, no existe y nunca permanece. Ningún acontecimiento nos hace detenernos ante la belleza de lo que nos es dado y no sabemos parar. Vivimos a cien; trabajamos a destajo; cubrimos las horas del día sin detenernos a disfrutar de un simple café porque hay algo que nos apremia y eso nos hace vulnerables. No llegamos, no somos dioses ni tenemos el don de la ubicuidad.
Cuando todo esto no se maneja; cuando se pierde comba o no somos capaces de afrontar la intensidad de una enfermedad, estar parado, no tener familiares, quedarnos solos puede ser negativo porque no vemos lo siguiente. Y ese siguiente espacio por rellenar existe; se llama vida, y es la nuestra.
«La salud mental ha existido y existirá siempre, lo que pasa es que ahora ponemos nombre a las cosas. Hoy hablamos de ellas y por tanto, existen y se ven mucho más que hace 100 años, que prácticamente se podría decir que no existían como algo a tener en cuenta en el día a día, a excepción de patologías mentales muy severas», asegura el psicólogo.
Tenemos un año por delante para proyectar sueños, encontrar caminos y tener alguna meta. Lo bueno es conseguirlo, pero si no sucede, el camino proyectado, las experiencias, el trabajo y el tesón, nos empujarán a empezar otra vida distinta. Vivimos varias vidas dentro de la nuestra y no debemos mirarnos en los que a nuestra edad dicen haberlo conseguido todo. Esos, que quizá nos envuelven en dinero se arrebatan la vida porque no tienen una mano tendida ni un «vamos» para poder sentir el calor de la compañía y la aquiescencia asumida cuando las cosas no son de color rosa.