Para explicar la relación entre el rechazo amoroso y las calabazas, hay quienes aluden al carácter antiafrodisíaco que les atribuían los antiguos griegos, de modo que dar calabazas sería una invitación a abandonar los devaneos amorosos. En los monasterios de la Edad Media se utilizaban pepitas de calabaza en las cuentas del rosario para alejar pensamientos lascivos. Además, la calabaza es un fruto muy aparente por fuera pero poco denso y poco sabroso. En ese sentido suele contraponerse al melón, que es el símbolo de la fecundidad, la abundancia y el lujo. No en vano dice un refrán: «Te juzgué melón y me resultaste calabaza».
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