La depresión, como variante común entre quienes han sufrido un ictus, también se ha convertido en un factor de riesgo que incita a la embolia, según científicos.
Tras señalar en un estudio anterior que la depresión bien puede llegar a actuar como un posible aviso de un futuro ictus, un reciente trabajo, nuevamente difundido en la versión en línea de la revista médica de la Academia Americana de Neurología (AAN), por cierto, la llamada ‘Neurology’, ha vuelto a poner de manifiesto el puente conductor entre la enfermedad cerebrovascular (ictus) y el trastorno psicológico de estado emocional que desequilibra la salud mental (depresión).
La ciencia vuelve a demostrar que la depresión y el ictus están muy ligados
Según este ensayo, quienes manifiestan claros síntomas de depresión pueden tener un mayor riesgo de sufrir un derrame cerebral a la larga, lo que a su vez les hace más propensos a tener una peor recuperación después de haber pasado el ictus.
«La depresión afecta a personas de todo el mundo y puede tener una amplia gama de impactos en la vida de una persona», tal y como recordó Robert P. Murphy, autor del ensayo y miembro de la Universidad de Galway, en Irlanda.
Se trata de un trabajo que tomó como punto de partida la participación de 26.877 adultos del estudio INTERSTROKE; personas procedentes de un total de 32 países repartidos entre Europa y África, Asia y Oriente Medio, América del Norte y del Sur, cuya edad media rondaba los 62 años. La investigación detalla que más de 13.000 de ellos habían sufrido un ictus, por un lado, y que fueron emparejados con otro grupo de personas compuesto por más de 13.000 participantes; así, aunque ambos grupos eran similares en sexo y edad e identidad étnica o racial, diferían de los primeros porque no habían sufrido un ictus.
«Nuestro estudio ofrece un amplio panorama de la depresión y su relación con el riesgo de ictus al analizar una serie de factores, como los síntomas de los participantes, sus opciones vitales y el consumo de antidepresivos», en palabras detalladas de Murphy, quien no dudó en resaltar a renglón siguiente que sus resultados «muestran que los síntomas depresivos estaban relacionados con un mayor riesgo de ictus y que el riesgo era similar en los distintos grupos de edad y en todo el mundo».
Durante la primera fase del estudio, los participantes tuvieron que rellenar diversos cuestionarios planteados por los investigadores, quienes por cierto llevaban un año recabando información sobre los síntomas de depresión; preguntas orientadas a conocer si tenían hipertensión o diabetes, para ser exactos, o si presentaban cualquier otro factor de riesgo cardiovascular. Y de igual forma se les preguntó si en los últimos 12 meses se habían sentido tristes y/o melancólicos, o si habían estado deprimidos durante dos semanas consecutivas o más. ¿Qué descubrieron con todo ello?
Que el 18 por ciento de quienes habían pasado por un ictus tenían síntomas de depresión antes incluso de que les sobreviniese la embolia, frente al 14 por ciento de los que no habían pasado por el duro golpe del accidente cerebrovascular. Y pese a ajustar el resultado según la edad y el sexo de los participantes, haciendo otro tanto con su actividad física, su educación y otros factores vinculados a su estilo de vida, los investigadores se percataron de que las personas con síntomas de depresión antes del ictus acumulaban un 46 por ciento más de riesgo de sufrir el derrame que quienes no presentaban síntomas de depresión antes.
¿Qué es lo más curioso de este estadística?
Que cuantos más síntomas reunían los participantes sobre sí, más puntos ganaba su riesgo de ictus. Es más; aunque los voluntarios que mostraban cuadros clínicos de depresión no eran más propensos a sufrir ictus más graves, sí que acumulaban una mayor declinación a tener peores resultados un mes después del ictus, en comparación con aquellos que antes no tuvieron síntomas depresivos.
«En este estudio hemos profundizado en el modo en que los síntomas depresivos pueden contribuir al ictus», matizó Murphy, añadiendo asimismo que «nuestros resultados muestran que los síntomas de la depresión pueden repercutir en la salud mental, pero también aumentar el riesgo de ictus».
De hecho y a su parecer, «los médicos deberían estar atentos a estos síntomas de depresión», ya que «pueden utilizar esta información para ayudar a orientar las iniciativas sanitarias centradas en la prevención del ictus»; una opinión con la que, por cierto, también concuerda el resto de los facultativos de su equipo de investigación.