Según explica el doctor Gil Corbacho, médico psiquiatra, presidente del Instituto Europeo de Psicoterapia de Madrid y profesor universitario de la Universidad de Alcalá, «la depresión nos puede llegar a todos en cualquier momento de la vida y con ella, un pensamiento relacionado con el suicidio».

Alrededor de 350 millones de personas en el mundo se han visto afectadas por algún episodio depresivo a lo largo de su vida. Éstas son más frecuentes en la mujer que en los hombres, aunque en éste la prevalencia de abuso de sustancias —frecuente recurso habitual durante los episodios depresivos— es más elevada (alcohol, benzodiacepinas y drogas).

El perfil clínico más frecuente es mujer, desempleada, con trastornos físicos y problemas relacionales, aunque se están incorporando a estas cifras las de jóvenes y menores de edad que no ven un futuro claro o tienen un problema de soledad amparado por las redes sociales y los perfiles falsos en donde anidan sus deseos.

Dentro de los diferentes trastornos depresivos se barajan cifras que se asignan aproximadamente de la siguiente manera: un 3 por ciento para el episodio depresivo y un 4 por ciento para la distimia, aunque en diversos trastornos del estado de ánimo como la ciclotimia, los trastornos del estado de ánimo inducidos por sustancias o por enfermedad médica o ciertos trastornos de personalidad también están asociados a trastornos del estado de ánimo.

Diversos autores, escritores, pintores, etcétera, tales como Miguel Ángel, Goya, Beethoven, Van Gogh, Virginia Wolf, Hemingway, san Ignacio de Loyola, la Madre Teresa de Calcuta, Felipe V, W. Pitt, Lincoln, Churchill o Roosevelt sufrieron episodios depresivos a lo largo de sus respectivas vidas. Y de esto no se hablaba entonces.

«Habitualmente constatamos en la clínica que los valores reales del paciente se esfuman para él cuando está deprimido, independientemente de su valía o relevancia, viéndose a sí mismo con una pasmosa falta de objetividad, pero en su contra sus logros parecen haberse esfumado y siente que está acabado», añade Gil Corbacho.

En algunos casos lleva este pensamiento a creer que está arruinado o condenado. Las dificultades y penalidades de la vida o la situación real del paciente en muchos casos desencadena el cuadro depresivo, pero en otros muchos se limita a poner en marcha y actuar como detonante de un proceso interno que estaba larvado y frente al que el paciente había estado luchando toda su vida, muchas veces con notable éxito, llegando a destacar tanto en la profesión como en otros aspectos como el creativo el económico o el social» refiere el doctor Gil Corbacho a Prensa Social.

En términos epidemiológicos, algún tipo u otro de trastorno depresivo puede afectar a muchos individuos a lo largo de su vida. Se calcula que el 20 por ciento de la población mundial necesitará por esta causa ayuda médica en algún momento de su vida. Acontecimientos vitales catastróficos como el fallecimiento de un ser querido, una grave enfermedad, el paro, una pandemia o la ruina económica pueden desencadenarlo. Se ha evaluado ya que en 2020 la depresión ha sido el segundo motivo de años perdidos de vida saludable y cuatro de cada diez enfermedades incapacitantes son las psiquiátricas —notablemente debido a depresión y que varios de los fármacos más prescritos sean antidepresivos—.

«Así, las dinámicas descritas dejan en el psiquismo núcleos estables de agresividad, vacío, desvitalización y culpa, unidos a determinadas imágenes destructivas de sí mismo y de los objetos a ellas asociados, que van a reactivarse por las diversas pérdidas que acontecen a lo largo de la vida, y a atenuarse cuando lo que acontece son experiencias satisfactorias o de logro personal», refiere.

En la mayor parte de las situaciones, la biografía personal es mayoritariamente afortunada en el sentido de hacer prevalecer las experiencias positivas sobre las negativas, pero este núcleo de elementos emocionales inconscientes agresivos, envidiosos, destructivos y autodestructivos, puede prevalecer y producir descompensaciones depresivas ante los fracasos y pérdidas cuando el equilibrio anterior era precario o descansaba solo en logros externos» refiere Gil Corbacho.

En ese sentido y al tratarse de una situación universal, todos atravesamos estas circunstancias en mayor o menor grado, con mayor o menor intensidad, todos somos Verónica Forqué, Robin Williams o Perico Pérez, porque todos podemos atravesar por ese proceso que tiene que ver con el estado de ánimo y la falta de abordaje por parte de un profesional. Este puede encontrarse en la zona más profunda de su psiquismo y el torbellino de la culpa, el reproche, el vacío, la soledad entre otras cuestiones, aniquila sin duda cualquier logro personal por bueno que este fuera: un mundo interno aplastado por la tristeza y el desamparo.

Ante la pregunta de qué le impulsa a un ser humano a terminar con su vida, el psicólogo H. Velasco justifica que:«es un acto que traiciona nuestro impulso más primitivo que es sobrevivir, acaso la parte más instintiva y primigenia de nuestra cognición (sic). En muchos casos, las personas que se van a quitar la vida se encuentran bajo los efectos de algún fármaco o droga que debilita transitoriamente la barrera instintiva que protege la vida. Muchas personas se encuentran ya en un estado depresivo aunque no lo hayan declarado» añade.

Acaso la otra cara de la realidad cuando ésta desemboca en un suicidio. Pedir ayuda si se tienen sentimientos de vacío es el primer paso. Hablar con amigos y familiares para que lo conozcan, quizá el segundo. Es importante, realmente, muy importante estar pendiente de nuestros amigos y conocidos y preguntar, llegado el caso si ese sentimiento de vacío está adentrándose en la persona. Una llamada a tiempo y una palabra de esperanza son un bálsamo para evitar el desamparo y una desacertada decisión. Casi nada.

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