¿Beneficiarios? Pacientes y profesionales de la salud. ¿Objetivo? Determinar cuáles son las mejores aps que actúan contra la depresión. ¿Promotor? La UOC.
Hoy es 13 de enero, Día Mundial de la Depresión, una enfermedad que recopila alrededor de 250 aplicaciones en su ámbito, divididas entre la dedicación, el tratamiento, la monitorización y el acompañamiento.
¿Cuál es la presencia actual de la depresión en España?
Se trata de una enfermedad cuya prevalencia nacional ronda el 5,2 por ciento, según las estimaciones del último informe sobre la depresión de la Organización Panamericana de la Salud (OPS); una evaluación sobre los trastornos de salud mental que augura además un significativo incremento en el futuro, azuzado por la pandemia generada por el virus corona.
Un escenario crítico donde el uso de aplicaciones móviles contra la depresión podría significar una ayuda inestimable, y no sólo en su prevención, sino también en el tratamiento del propio trastorno en sí, siendo dichas aps un auxilio en el abordaje terapéutico.
Ahora bien; antes de llegar a ese nivel de socorro es preciso conocer, ante todo, cuáles son las aplicaciones activas en la actualidad que realmente funcionan y, de ser así, saber cuál es el grado científico de validación de la que gozan cada una de ellas.
He allí donde entra la acción contributiva de un equipo de investigadores de la Universitat Oberta de Catalunya (la UOC), el cual está conformado por dieciséis investigadores y ocho instituciones diferentes, todos liderados por la coordinadora Carme Carrión, miembro del eHealth Center y directora de investigación de los Estudios de Ciencias de la Salud.
¿Su aportación? Poner en marcha una herramienta de EvalDepApps con la que desarrollar una metodología contra la depresión; iniciativa que beneficie a pacientes y profesionales y les ayude a determinar cuáles son las mejores aplicaciones existentes hoy en día para gestionar este trastorno de la salud.
¿Su objetivo principal? Diseñar un instrumento para evaluar las aps utilizadas en el ámbito de la depresión, y así poder subrayar las más reseñables y contributivas en ese aspecto o, más exactamente, diferenciar aquellas aplicaciones que pueden ser útiles para gestionar el trastorno, aportando valor en el proceso.
«Queremos ayudar a profesionales y usuarios a separar el grano de la paja», destacó Carme Carrión, quien también es investigadora líder del grupo de investigación eHealth Lab de la UOC, «y determinar las aplicaciones que pueden ayudar a gestionar mejor el problema de salud en el día a día y, a la vez, aportar más datos en tiempos y condiciones reales», explica, «para facilitar a los profesionales un seguimiento mucho más preciso de la evolución y el proceso de cada persona afectada de depresión».
Financiado por el Instituto de Salud Carlos III y por el Ministerio de Ciencia e Innovación, dentro del marco de la convocatoria del Fondo de Investigaciones Sanitarias (FIS), el proyecto contará con la participación no sólo de la UOC, sino también con la cooperación de pacientes y profesionales de otras instituciones de investigación, así como con la colaboración de miembros pertenecientes a la atención sanitaria de comunidades autónomas como Andalucía, Canarias, Cataluña o la Comunidad Valenciana.
Entrando en materia, serán expertos de la Universitat Autònoma de Barcelona, el Servicio Canario de Salud, ALTHAIA, IDIAP Jordi Gol, el Hospital Costa del Sol, el Hospital de Denia, el Hospital Germans Trias i Pujol y el Instituto de Asistencia Sanitaria.
¿Cuáles son los riesgos que entrañan las aplicaciones de salud mental?
Hoy en día existen 10.000 aplicaciones de salud mental, aproximadamente, de las cuales 250 están volcadas en el tratamiento, la monitorización y el acompañamiento de la depresión, según apuntan los datos preliminares de la investigación de la UOC.
«Actualmente, las aplicaciones consideradas como productos sanitarios deben seguir una regulación europea específica, pero la mayoría no se consideran como tal y a menudo las podemos encontrar en los repositorios de iOS y Android y las podemos descargar», critica la investigadora Carrión.
Aunque es un hecho que todas las aps suponen un riesgo a la seguridad y la protección de datos, también es cierto que las aplicaciones englobadas en el ámbito de la salud mental pueden implicar un perjuicio añadido, especialmente cuando la intervención que proporcionan no es la adecuada.
«A menudo, estas aplicaciones no se dirigen a personas concretas y tienen un carácter demasiado general que hace que no sean útiles para la mayoría de personas que las utilizan», explica al respecto la investigadora. «Por otro lado, hay pocas que se basen en evidencias científicas sólidas y, por lo tanto, existe el peligro de que recomienden intervenciones o terapias que no tengan ninguna validez o que incluso provoquen el efecto contrario al deseado».
Se hace evidente, por todo ello, que el Sistema Nacional de Salud necesita contar cuanto antes con herramientas fiables, seguras y efectivas para evaluar estas aplicaciones de la depresión, a juicio de la coordinadora del proyecto.
«De este modo, los profesionales tendrán más información para prescribir aplicaciones sin riesgo para el paciente, y con las máximas garantías sobre su potencial efectividad», expone la líder de la iniciativa, abundando que «los pacientes podrán establecer también cuáles son las aplicaciones mejor valoradas y las que están disponibles en los repositorios habituales».
¿Cuáles son los criterios de evaluación con los que se analizarán estas aplicaciones de la depresión?
Por lo que se sabe, el proyecto de EvalDepApps empezará revisando las aplicaciones que hay actualmente en el panorama digital de gestión de la depresión, las que prometen tratar, monitorizar y brindar acompañamiento a las personas que padecen este trastorno.
A partir de ahí, buscará analizar qué estrategias se están utilizando actualmente para evaluar este tipo de aplicaciones, a la vista de que no existe ninguna regulación oficial que las regle, como tampoco hay consenso sobre cuáles son los criterios que deben evaluarse para considerar que una aplicación de salud es lo suficientemente segura y efectiva. Para la directora Carrion, el panorama actual se explica por sí solo.
«Hay diferentes iniciativas que evalúan soluciones de salud móvil, pero esta evaluación suele ser parcial. Así, la validación y evaluación de las aplicaciones de salud no cuenta todavía con una metodología consensuada, rigurosa y completa de sus riesgos, beneficios, gastos, impacto social e impacto organizativo, aspectos éticos y legales».
A fin de llevar a buen puerto la tarea propuesta en la iniciativa, los investigadores se basarán principalmente en los datos extraídos de la experiencia obtenida en un proyecto previo, realizado en su día por el mismo equipo de investigadores de EvalApps. ¿Y por qué? Debido a que crearon para ello un sistema de evaluación similar al que buscan realizar ahora, si bien éste está dirigido a las aplicaciones que ayudan a la gestión del sobrepeso y la obesidad.
Se trata de un proyecto anterior que, por su meta, los investigadores pudieron establecer criterios comunes para la evaluación de todo tipo de aplicaciones, independientemente de cuál de ellas fuera su objetivo final; desde la seguridad y la privacidad de los datos, hasta la usabilidad y fiabilidad, pasando por el grado de desarrollo y la funcionalidad.
Son parámetros utilizados en su día que volverán a rescatarse para el actual proyecto sobre la depresión, y que ahora ayudarán a definir cuáles deberían ser los criterios relacionados con la efectividad y la seguridad de las intervenciones con la que gestionar dicho trastorno en cuestión, usando para ello la participación de pacientes, tecnólogos expertos en aplicaciones y profesionales de la salud mental y de atención primaria.
«Existen herramientas válidas en términos generales para evaluar cualquier tipo de aplicación de salud, pero deben establecerse los criterios para validar su efectividad y seguridad en los diferentes tipos de problemas de salud a los que se dirigen», hizo ver al respecto Carrión. «En el campo de la salud mental también hay algunas recomendaciones, por ejemplo, de la Asociación Americana de Psiquiatría, pero estas deben adaptarse a nuestro contexto».
Una aplicación que se valdrá de talleres de cocreación para el desarrollo de su diseño
Como paso posterior, el proyecto organizará diferentes talleres de cocreación, tomando como inspiración la metodología de ‘design thinking’, y así diseñar el formato final de la herramienta de evaluación de las aplicaciones de la depresión.
¿Qué se pretende conseguir en este sentido? Definir cuál será el instrumento más adecuado, primeramente, dentro de todos los existentes ahora, véanse las aps, las páginas web o los sistemas multiplataforma… por citar unos pocos.
Otra de las metas principales perseguidas en esta iniciativa es llegar a precisar qué requisitos o características debería tener una aplicación de la salud en general, y de la depresión en particular, para que sea útil y fácil de utilizar.
Un apartado que demanda efectivamente la participación de pacientes y expertos de diferentes disciplinas, pues serán sus experiencias propias y sus opiniones profesionales los criterios más efectivos para lograr dicha meta.
«Desde hace un tiempo, desarrolladores y profesionales de la salud trabajan codo con codo, pero para garantizar el uso y la adherencia de los usuarios es necesario introducir la visión del usuario final, la persona que utilizará la aplicación», subrayó la investigadora Carrion. «Este punto es clave», reafirmó.
Como última fase de su desarrollo, la herramienta de la UOC sobre la depresión proyecta medir y probar su efectividad con un grupo de voluntarios, conformado por usuarios y profesionales de la salud.
La versión final que resulte de todo ello será, cómo no, la que más tarde se ceda a diferentes consejerías de salud de las comunidades autónomas interesadas, dejándolas a disposición del público, y siempre de manera gratuita y en formato de libre acceso.