La diabetes y obesidad siempre han estado relacionadas, bien como causa o consecuencia una de otra, o bien porque ambas constituyen una amenaza para la salud.

La ciencia lleva años confirmándolo a través de numerosos estudios. De la cantidad de café que uno tome usualmente, dependerá el modo y grado en que este líquido tan preciado popularmente acabe afectando a la salud de una persona. Y es que el café no es ni bueno ni malo… tan solo una variante que puede beneficiar o perjudicar al bienestar del organismo, según la dosis que uno acostumbre a tomar y las patologías que ya se tengan.

Diabetes y obesidad, una relación largamente explorada

Y es que hablar de diabetes y obesidad es aludir a dos enfermedades muy dispares que, sin embargo, comparten ciertos factores de exposición y, recientemente, también un elemento común que disminuye su riesgo, según un equipo de investigadores; nos referimos en esta ocasión a la cafeína, cómo no, ese ingrediente estrella que ha convertido al café en un aliado del insomnio y en la segunda bebida más ingerida en el mundo, solo superado por el agua.

A juzgar por lo que sugiere el estudio, publicado no hace mucho en la versión en abierto del ‘BMJ Medicine‘, la revista ‘British Medical Journal’, contar con un elevado nivel de cafeína en el torrente sanguíneo bien podría frenar la cantidad de grasa corporal que tiene una persona y, por consiguiente, también disminuir su riesgo de diabetes tipo 2.

Todo un hallazgo que ha empujado a los investigadores implicados en el trabajo a afirmar que merece la pena, ahora más que nunca, explorar el papel potencial de las bebidas con cafeína sin calorías, a fin de reducir los riesgos de obesidad, sí, pero también el de diabetes de tipo 2.

En opinión de este equipo internacional de científicos, liderado por cierto por Susana Larsson, miembro del Instituto de Medicina Ambiental de la Universidad de Estocolmo, en Suecia, en torno a la mitad del efecto de la cafeína se encuentra mediado por la reducción del índice de masa corporal, aproximadamente, o al menos así es en el caso de la diabetes tipo 2.

Una asociación que al final los ha llevado a focalizarse en el consumo de cafeína, dicho sea de paso, y relacionarlo al mismo tiempo con un menor riesgo de diabetes, haciendo otro tanto con la reducción de peso, la obesidad y la masa grasa.

El trabajo, cuya meta no era otra que conocer los efectos casuales de las concentraciones de cafeína en la sangre, al menos a largo plazo, y observar sus consecuencias sobre la diabetes tipo 2, la adiposidad y las principales enfermedades cardiovasculares, centró su estudio en los análisis del índice de masa corporal total y en la diabetes tipo 2, por un lado, así como en la fibrilación auricular, la cardiopatía isquémica, la insuficiencia cardíaca y los accidentes cardiovasculares, por otra parte.

¿Qué consiguieron obtener con esta estrategia de estudio, entonces?

Según las conclusiones, las concentraciones más altas de cafeína están vinculados con un índice de masa corporal y una masa grasa más bajos, mientras al mismo tiempo guarda una asociación directa con un menor riesgo de padecer diabetes tipo 2. Algo que se pone de manifiesto al tomar de tres a cinco tazas de café al día, siendo que, por media, una sola taza normal de este oro bebible contiene entre 70 y 150 mg de cafeína.

De esta manera, y aunque los investigadores han incidido en la importancia de seguir estudiando e indagando en este campo correlacional de la diabetes y obesidad, los datos del ensayo insisten en subrayar que la mitad del efecto de la cafeína en la diabetes tipo 2, aproximadamente, está mediado por la reducción del índice de masa corporal, siendo preciso, no obstante, realizar más estudios clínicos a largo plazo.

La lectura de estos hallazgos, en definitiva, se suman al aporte de otros ensayos anteriores cuyos datos ya habían acreditado que la ingesta de cafeína, mismamente, da como resultado una reducción del peso y de la masa grasa; sin olvidar mencionar aquellos trabajos que sostienen que el consumo de café también está relacionado con un menor riesgo de padecer diabetes tipo 2, disminución que se hace extensible a las enfermedades cardiovasculares, por cierto.

Ahora bien ¿cuál es el problema de estos trabajos?

Que la mayoría de ellos se refieren a estudios observacionales, básicamente; lo que implica que no pueden establecer con fiabilidad efectos causales en esta relación, y ello se debe a los otros factores potencialmente influyentes que también intervienen en este tándem patológico, tal y como los autores del ensayo no han dudado en apuntar. Y eso por no hablar de la dificultad extra que supone seleccionar los efectos específicos de la cafeína y separarlos de los de otros compuestos presentes en las bebidas y alimentos con cafeína.

El ensayo, que puso bajo observación a casi 10.000 personas de ascendencia europea, predominantemente, los cuales participaban en seis estudios a largo plazo, por cierto, puso de manifiesto las propiedades beneficiosas de la cafeína, como su tendencia a aumentar la quema de grasas, estimular el metabolismo y reducir el apetito.

«Nuestro hallazgo de aleatorización mendeliana sugiere que la cafeína podría explicar, al menos en parte, la asociación inversa entre el consumo de café y el riesgo de diabetes de tipo 2», y así lo subrayaron los investigadores, concluyendo a renglón siguiente que «se justifica la realización de ensayos controlados aleatorios para evaluar si las bebidas no calóricas que contienen cafeína podrían contribuir a reducir el riesgo de obesidad y diabetes de tipo 2».

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