Discapacidad sensorial: una báscula entre los sentidos

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Se suele decir que una persona tiene discapacidad cuando, por un motivo u otro, presenta una deficiencia en alguna de sus capacidades motoras, psíquicas y sensoriales.

Decirlo es fácil; detectarlo y reconocerlo, más complicado. Conozcamos y aprendamos hoy entonces qué es la discapacidad sensorial, sus diferentes trastornos y efectos psicológicos e intervenciones en la formación de quien lo padece. En suma, adentrémonos en su realidad.

¿Qué es la discapacidad sensorial?

Hablar de discapacidad sensorial es hablar, estrictamente, de la discapacidad en alguno de los cinco sentidos: vista, oído, tacto, gusto y olfato. No obstante, esta discapacidad suele reducirse a trastornos encontrados en la vista y el oído, generalmente, al ser los sentidos que más afectan en la comunicación y el lenguaje; en otras palabras, los que dan más problemas para interactuar e integrarse a la sociedad.

¿Y por qué? Porque de entre todos los sentidos, tanto la vista como el oído son quienes más proporcionan información del entorno que nos rodea. Tener una discapacidad en uno de ellos o en ambos limita el volumen de información, de detalles sobre el ambiente, supone una barrera visual y auditiva.

Hay que aclarar, en este punto, que tener una discapacidad sensorial no incapacita a quien lo sufre a tener una vida normal y común al resto de la gente, no le impide desarrollarse ni tener éxito en la vida, no menos que los demás, al menos. De hecho, en este sentido, afecta más el entorno familiar, social y cultural que la discapacidad sensorial en sí de la persona.

¿Cuáles son las discapacidades sensoriales?

—Discapacidad visual: es aquella relacionada con la pérdida o disminución de la vista.

Puede ser ceguera total, cuando no se ve nada de nada; o parcial, cuando se tiene un resto visual tan pequeño que ni con el uso de unas gafas se puede solventar.

Para entender por qué se la considera discapacidad, hay que recordar que el 80% de la información que recibimos desde el alba hasta el anochecer nos llega a través de los ojos. Por tanto, una persona cuya vista no funcione o no se haya terminado de desarrollar es una persona con desventaja para recaudar la información del exterior.

—Discapacidad auditiva: es la pérdida absoluta o parcial del sistema auditivo en uno o los dos oídos. En otras palabras, una dificultad para oír.

Esta discapacidad auditiva arrastra consigo una dificultad para hablar, una limitación con el aprendizaje lingüístico, una dificultad en los procesos cognitivos y una regulación del comportamiento. No en vano el lenguaje, la buena comunicación, exige primero escuchar… para luego razonar y después responder, hablar, comportarse oralmente.

—La Sordoceguera: es aquella que presenta carencia severa tanto en el sentido de la vista como en el sentido del oído. Una discapacidad grave que, no obstante, puede sobrellevarse con normalidad, si se realiza una adecuada terapia.

La discapacidad sensorial: ¿Una enfermedad?

Muchas son las causas por las que una persona puede sufrir discapacidad en uno o varios sentidos. Pero hay que aclarar que la discapacidad sensorial no es una enfermedad, realmente, más bien el efecto colateral de otras variantes, ya sea los factores genéticos, las consecuencias de alguna medicación, e incluso un accidente fortuito. Claro ejemplo de esto último es Louis Braille, creador del sistema de lectoescritura Braille, quien quedó ciego por un uso incorrecto de las herramientas del taller de su padre.

Repercusiones psicológicas

La discapacidad, en general, repercute psicológicamente en la persona que lo padece. Siempre. Esto no es malo; únicamente, lógico. Unas consecuencias que varían según la edad que tenga en ese momento quien lo sufre.

Consecuencias psicológicas de la discapacidad sensorial en la infancia.

Un niño que desde su nacimiento no ve o ve mal, o que no oye u oye mal, es un niño obligado desde el minuto cero a usar sus otros sentidos, los que le restan, para reconstruir un entorno acorde a su deficiencia sensorial.

El tacto y el oído serán los principales maestros de un niño con ceguera, su guía para darle forma a los objetos, a las dimensiones, al espacio y al lenguaje verbal con los demás, mientras la vista, el tacto y el olfato serán los inseparables aliados de un niño con sordera o sordoceguera. Un apoyo al que se sumará el lenguaje de signos, que mejorará su rendimiento emocional, social y académico, actuando, así como una terapia, una alternativa para su educación.

En ambos casos, los niños con discapacidad sensorial acaban estimulando al final los órganos de otros sentidos.

Consecuencias psicológicas de la discapacidad sensorial en la madurez

Un adulto que, por el contrario, se enfrenta a una discapacidad sensorial ya de mayor, afronta el duro golpe de modificar el mundo que ha conocido hasta entonces, un modo de ver y oír al que ya no le es posible acceder. En esa lucha se genera normalmente una negación, un rechazo a su nueva realidad a la que debe adaptarse, casi un duelo intenso a su pérdida. Esto es lógico, si se tiene en cuenta que debe ajustar el entorno de siempre a la nueva discapacidad. Así, debe volver a aprender cómo moverse en la calle, cómo hacer las tareas domésticas, cómo leer, cómo percibir las interacciones con los demás.

A pesar de ello, se puede superar. Y gracias a una buena reeducación, se puede conseguir que los efectos en la vida personal y social sean lo menos dolorosos posibles.

Prevenciones contra la discapacidad sensorial

Muchos son los padres que tienden a sobreproteger a sus hijos, más cuando tienen alguna discapacidad. Esta tendencia, que para ellos es automática, normal y buena, puede (suele) llegar a ser muy perniciosa para los hijos, pues bloquea su desarrollo social, su libertad física. En suma, es un error. La familia debe ser su mejor apoyo, no su freno. La mejor forma de ayudarles es enseñarles a ser independientes, darles su espacio, entregarles desde el minuto cero las herramientas para valerse por sí mismos.

Un niño que no ha desarrollado su autonomía es un niño que le han hecho dependiente al auxilio de los demás, un joven cuyas limitaciones le sitúan por debajo del resto de los de su edad, un adulto sin autoestima, sin papel a nivel personal y laboral. Algo que no se debe fomentar. Por tanto, habría que exponer gradualmente al niño a diferentes contextos sociales, para que vaya integrándose progresiva y adecuadamente a la sociedad. De ese modo aprenderá a vivir con esa discapacidad, a tenerlo como algo normal y, por tanto, a desarrollarse bien, con ciertas limitaciones en esas áreas sensoriales, cierto, pero bien y normal.

Una técnica de integración válida también para los mayores que en su edad adulta, sufren la pérdida de alguno de sus sentidos sensoriales. La terapia siempre es continua, y la integración puede ser absoluta, perfectamente.

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