Dormir bien ayuda a perder peso y a alargar la esperanza de vida

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Dormir bien es una necesidad del organismo que no todo el mundo consigue cumplir con regularidad, pese a que entraña muchos y variados beneficios para la salud.

Durante la última celebración de la Sesión Científica Anual del Colegio Americano de Cardiología, se han presentado varios estudios que abarcan y remarcan las ventajas que tiene el lograr dormir bien con puntual regularidad, desde una posible influencia en la salud cardiaca y general, hasta un efecto revote y positivo en la esperanza de vida, amén de un cumplimiento mejor de los planes de dieta y de ejercicio para perder peso.

Dormir bien: del adelgazamiento a la supervivencia

En el caso de la longevidad humana, mismamente, el médico residente de medicina interna Frank Qian y su equipo del Beth Israel Deaconess Medical Center, en Estados Unidos, presentaron ante el Congreso Mundial de Cardiología sus descubrimientos sobre cómo los jóvenes que tienen hábitos de sueño más beneficiosos se enfrentan a menos probabilidades de morir prematuramente. Sus datos sugieren, concretamente, que en torno al 8 por ciento de las muertes podrían atribuirse a patrones de sueño deficientes, con independencia de la causa.

«Observamos una clara relación dosis-respuesta, de modo que cuantos más factores beneficiosos presenta una persona en términos de mayor calidad del sueño, menor es también la mortalidad por cualquier causa y la mortalidad cardiovascular», explicó a este respecto Qian, quien también ejerce como becario clínico de medicina en la Facultad de Medicina de Harvard. «Creo que estos resultados ponen de relieve que no basta con dormir las horas suficientes», defendió, subrayando a renglón siguiente que «realmente hay que tener un sueño reparador y no tener muchos problemas para conciliar el sueño y permanecer dormido».

En su investigación, Qian y su grupo de científicos incluyeron datos de 172,321 participantes de la Encuesta Nacional de Entrevistas de Salud realizada entre 2013 y 2018, cuya edad promedio era de 50 años, y 54 por ciento de los cuales eran mujeres; asimismo, dos tercios de estas personas declararon ser blancos, mientras que el 14,5, el 12,6 y el 5,5 por ciento se identificaron como hispanos, negros y asiáticos, respectivamente.

El estudio de Qian es el primero que recurre a una población representativa a nivel nacional para analizar cómo varios comportamientos relacionados con el sueño pueden influir en la esperanza de vida, tal y como explica su autor, yendo más allá incluso de su duración. Y es que los investigadores pudieron examinar la asociación existente entre los factores individuales y combinados del sueño con la mortalidad por todas las causas y por causas específicas.

Y pautando de antemano observar y controlar diversos factores influyentes que podrían haber aumentado dicho riesgo de mortalidad, ya sea el consumo de tabaco y alcohol, como un nivel socioeconómico más bajo, así como otras afecciones médicas. Para ello, el equipo evaluó hasta cinco factores diferentes de la calidad del sueño y el cumplimiento de este dormir bien, utilizando una puntuación de sueño de bajo riesgo que crearon basándose en las respuestas recogidas en la encuesta.

Hablamos de factores que incluían dificultad para conciliar el sueño no más de dos veces por semana, duración ideal del sueño de siete a ocho horas por noche, dificultad para permanecer dormido no más de dos veces por semana, sentirse bien descansado tras despertarse al menos cinco días por semana, y no utilizar medicación para dormir.

«Si las personas tienen todos estos comportamientos de sueño ideales, tienen más probabilidades de vivir más tiempo», resumió Qian. «Así que, si podemos mejorar el sueño en general, e identificar los trastornos del sueño es especialmente importante, quizá podamos prevenir parte de esta mortalidad prematura».

De esta forma, mientras ensayos anteriores han demostrado que dormir poco o demasiado puede tener consecuencias negativas para el corazón, el trabajo de Qian recoge la esperanza general de los investigadores, respecto a que pacientes y médicos empiecen a hablar del sueño como parte de la evaluación general de la salud, por un lado, así como por la planificación del tratamiento de la enfermedad, por otra parte. Aún más; a su entender hay que seguir investigando si tales avances producidos en la esperanza de vida se mantienen o no con la edad, y lo mismo puede decirse de las diferencias observadas entre los dos sexos.

«Incluso desde una edad temprana, si las personas pueden desarrollar estos buenos hábitos de sueño, es decir, dormir lo suficiente, asegurarse de que duermen sin demasiadas distracciones y tener una buena higiene del sueño en general, esto puede beneficiar enormemente a su salud general a largo plazo», señaló Qian. Por tanto, «es importante que los jóvenes comprendan que muchos comportamientos saludables son acumulativos a lo largo del tiempo; igual que nos gusta decir que nunca es demasiado tarde para hacer ejercicio o dejar de fumar, nunca es demasiado pronto. Y deberíamos hablar del sueño y evaluarlo más a menudo».

¿Dormir bien también puede ayudar a una persona a que pierda peso?

Para el investigador Christopher E. Kline, doctor y profesor asociado del Departamento de Salud y Desarrollo Humano de la Universidad de Pittsburgh, en Estados Unidos, la respuesta es sí, ciertamente.

Y es que durante las Sesiones Científicas 2023 de Epidemiología, Prevención, Estilo de Vida y Salud Cardiometabólica, realizada por la Asociación Americana del Corazón, hizo público un estudio preliminar explicando que los participantes que logran dormir con regularidad e ininterrumpidamente cumplieron mejor sus planes de ejercicio y dieta, al menos mientras intentaban perder peso.

«Centrarse en dormir bien (de siete a nueve horas por la noche y a una hora regular) y despertarse descansado y alerta a lo largo del día puede ser un comportamiento importante que ayude a las personas a mantener sus objetivos de actividad física y modificación de la dieta», afirmó este facultativo, añadiendo eso sí que un estudio anterior de su equipo «informó de que una mejor salud del sueño se asoció con una pérdida significativamente mayor de peso corporal y grasa entre los participantes, en un programa conductual de pérdida de peso de un año de duración».

Los científicos involucrados en este último trabajo examinaron si el dormir bien y la buena salud del sueño guarda relación o no con la adherencia de las personas a las diversas modificaciones del estilo de vida, según las prescripciones de un programa de pérdida de peso de 12 meses, y en el que participaron 125 adultos, con una edad media de 50 años; 91 por ciento de ellos eran mujeres, 81 por ciento se identificaron blancos y todos, en cualquier caso, cumplían los criterios de sobrepeso u obesidad, ya que acumulaban un índice de masa corporal de 27-44; y además no presentaban ninguna afección médica, al menos no alguna que requiriera actividad física o supervisión médica de su dieta.

Cabe añadir, igualmente, que los hábitos de sueño planteados en la investigación se midieron en tres fases: al inicio del programa, transcurridos seis meses y al cabo de un año; y siempre mediante cuestionarios de los pacientes, por cierto, así como a través de un diario de sueño y lecturas de 7 días de un dispositivo de muñeca que registraba el sueño, amén de la actividad de vigilia y el descanso. ¿el objetivo de estas medidas?

Puntuar a cada participante como +bueno+ o +malo+, básicamente, y hacerlo en seis medidas del sueño, véase regularidad y duración, satisfacción y sincronización, estado de alerta y eficiencia, es decir, el porcentaje de tiempo que se pasa en la cama realmente dormido.

¿Qué resultó de todo esto?

Los investigadores descubrieron que una mejor salud del sueño estaba asociado a mayores tasas de asistencia a las sesiones de intervalos en grupo, algo que pudieron apreciar después de ajustar en los participantes las puntuaciones de la salud del sueño según el sexo y la edad, la raza y el compartir o no la cama con otra persona; una tendencia que se hizo extensible al cumplimiento de los objetivos de ingesta calórica, por cierto, así como a la mejora del tiempo dedicado a realizar actividad física moderada y vigorosa.

«Habíamos planteado la hipótesis de que el sueño se asociaría con la modificación del estilo de vida, pero no esperábamos ver una asociación entre la salud del sueño y nuestras tres medidas de modificación del estilo de vida», según reconoció Christopher E. Kline; «aunque no intervenimos sobre la salud del sueño en este estudio, estos resultados sugieren que optimizar el sueño puede conducir a una mejor adherencia a la modificación del estilo de vida».

Según detalló este investigador médico, una cuestión de interés para futuras investigaciones es si podemos aumentar la adherencia a las modificaciones del estilo de vida si mejoramos la salud del sueño de una persona», matizando que, si se podría aumentar o no la pérdida de peso, al menos en última instancia.

En cualquier caso y a su parecer, «no está claro si sería mejor optimizar el sueño antes de intentar perder peso, en lugar de durante el proceso. En otras palabras, ¿deberían los médicos decir a sus pacientes que se centren en conseguir un sueño mejor y más regular antes de empezar a intentar perder peso, o deberían intentar mejorar su sueño al mismo tiempo que modifican su dieta y sus niveles de actividad?»

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