El abismo de lo negro

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César Rojo para Prensa Social

Yo andaba un tanto preocupado porque había alquilado una casa muy antigua y un tanto apartada que parecía sacada de los cuentos de terror. La morada tenía cierta fama de tener sucesos paranormales, ya que siempre me han interesado ese tipo de misterios «así será más emocionante, pensé para mis adentros«.

Y como para darme la razón ya hacía varios días que oía a altas horas de la madrugada extraños sonidos provenientes del sótano, así que esa noche me decidí a investigar su origen.

Bajé la escalera con una linterna porque el interruptor no encendía la luz, cuando en lo negro de la noche una espesa y lóbrega oscuridad se abatió sobre mi. Casi se palpaba una atmósfera enrarecida con una gran humedad que parecía como llover del techo en la que me costaba hasta respirar «será sugestión mía, pensé en ese momento«, pero al poco empecé a oír esos misteriosos murmullos que parecían flotar en el ambiente.

Buscando su origen y al enfocar con la luz el suelo me vi en centro una tarima con de enigmáticos símbolos y palabras, seguramente en algún idioma ancestral, dibujados en la madera y que reverberaban al enfocarlos. Entonces me vino a la mente un documental que había visto hacía poco sobre la mitología de Mesopotamia y reconocí el nombre escrito, era Baal, el dios de la fertilidad y la lluvia de los Sumerios de hace más de mil años antes de Cristo. y en ese momento el sótano entero empezó a vibrar hasta el punto que me caí al suelo, mientras que los murmullos se convertían en alaridos sobrenaturales de un coro diabólico como si estuviese en medio del Aquelarre de «una noche en el Monte Pelado».

Empecé a ver unos destellos con figuras espantosas que parecían surgir del más allá y que intentaban como querer rodearme. Me asaltó un pánico cerval con un gran escalofrío que recorrió todo mi cuerpo, he intenté levantarme con todas mis fuerzas y salir corriendo de allí pero mi cuerpo no respondía, estaba casi aplastado sobre lo que parecía un altar como si pesara una tonelada y desesperado, aunque no soy creyente, se me ocurrió gritar: «¿qué quieres de mi?, ¡tú no eres mi Dios!”.

Milagrosamente de golpe las voces se acallaron, el suelo dejo de moverse, las luces se difuminaron en la negrura y la pesadez desapareció como por encanto, por lo que pude levantarme casi de un salto y con todavía el miedo metido en el cuerpo salí precipitadamente del sótano. Sin perder un segundo esa misma noche recogí todas mis cosas y me fuí de la casa tan deprisa como alma que lleva el diablo a un hotel, para no volver nunca jamás después de la dantesca experiencia sufrida que seguro no olvidaré nunca mientras viva. Posteriormente escribí un relato corto sobre lo que me pasó titulado, creo que adecuadamente «El abismo de lo negro«.

César Rojo es psicólogo.

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