‘No puedo más’, ‘así no merece la pena vivir’, autolesiones y un futuro sin esperanza son los signos de alerta de los menores que entran al chat de ANAR.
Si un menor expresa un problema que no tiene solución o si se ve desemparado o poco ayudado por sus padres puede iniciar cambios bruscos de carácter, tristeza, agresividad y finalmente solo ve un final posible: el suicidio.
Benjamín Ballesteros, portavoz de la Fundación ANAR advierte de estas conductas que aparentemente no tienen importancia y detrás esconde un proyecto de acabar con la vida. Por ello, insta a los padres a escuchar con empatía y no evitar conversaciones porque hay que abordar el tema que les preocupa, la soledad, la apatía.
La falta de tolerancia al frustración de los jóvenes que todo lo tienen en la actualidad hace que no puedan manejarse con asuntos relativos a la vida porque carecen de experiencias y no han vivido situaciones extremas.
La Fundación ANAR ha advertido que realmente los datos son estremecedores: cuatro mil quinientos cincuenta y cuatro casos han intentado quitarse la vida frente a los ciento treinta y uno de hace una década.
De estos chavales, mil doscientos setenta y cinco ya habían intentado suicidarse cuando llamaron al teléfono de ayuda de la fundación: 900 20 20 10