El peligro de los políticos es que el ego y la vanidad se inflaman rápidamente, sobre todo en ciertas personalidades con rasgos neuróticos.
Sí. No me miren así. Porque existieron en nuestra historia pasada y porque, hoy en día, haberlos, haylos.
Pensemos en el narcisismo del emperador romano Calígula, pidiéndole matrimonio a su caballo. O en la megalomanía de Napoleón, soñando con ser enterrado en una pirámide egipcia. O en el maquiavelismo de Hitler (sin comentarios).
Y que El De Arriba nos pille confesados cuando los tres sesgos perversos confluyen en alguien que nos gobierna o que pretende hacerlo, porque va a agitarse como una coctelera, ante cualquier adversidad, el ser narcisista, megalómano y maquiavélico.
La tormenta perfecta. Es decir, la «triada oscura», término que han acuñado para este cóctel letal los profesionales del corazón humano.
He dado muchas pistas, ¿no? Evidentemente se trata de él: Pedro Sánchez.
Cada vez somos más los que estamos convencidos de que esta triada se ha instalado en la mente de quien miente con naturalidad, es incapaz de hacer autocrítica (sólo cambia de opinión, compadres) y, de nuevo, quiere reeditar su pacto con el diablo (separatistas y demás ralea, esta vez con Puigdemont, otro tocado del ala).
Todo para seguir aupando su ego en La Moncloa, apoyado por el silencio de los corderos de los gerifaltes socialistas, incapaces de decirle al careto lo que todos pensamos, con tal de conservar sillones y prebendas.
Pintan bastos en el panorama de España. La egolatría se vence con una cura de humildad, que quizá solo se la podríamos dar con unas nuevas elecciones, para que así se diera cuenta de que no somos nadie, y menos en calzoncillos.
Pero al menos, riámonos. Cachondeémonos abiertamente, porque una se imagina a Rodríguez Zapatero visitando al gran Pedro a La Moncloa, instándole a que siga okupándola (con k) y a que resista ante los malos que quieren desahuciarlo de su casita.
Y cuando Sánchez le pide asesoramiento a Zapatero, este le responde como sólo él sabe hacerlo (¿recuerdan su mitin en la pasada campaña?), con la convicción profética de Zaratustra y la fe de Mahoma, mirando hacia el firmamento y diciéndole al colega Pedro que no se preocupe porque «el infinito es el infinito». Con dos coone.
Y enonces sí. Entonces Sánchez comienza a preguntarse si quizás él y el ínclito Zapatero no estarán como la jaca de La Algaba, jugando alegremente y sin conciencia con los destinos de millares de españoles que malamente llegamos a fin de mes.
Rocío de los Reyes Machuca
SEVILLA