El riesgo de cáncer se dispara por estos alimentos ultraprocesados

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El riesgo de cáncer es una balanza en cuyo platillo se pesan muchos factores decisivos, medioambientales y genéticos y, según un estudio, también alimenticios.

¿Sabía que a mayor consumo de alimentos ultraprocesados, más riesgo de cáncer y, por tanto, más posibilidades de acabar desarrollando y muriendo por causa de un tumor? O eso sugiere un estudio observacional británico, con motivo del Día Mundial contra el Cáncer hoy, 4 de febrero, dirigido por la Escuela de Salud Pública del Imperial College de Londres, en Reino Unido, financiado por el Cancer Research y publicado recientemente en la revista EClinicalMedicine’.

Los ultraprocesados, los alimentos que aumentan la mortalidad por cáncer de mama y ovario

Cómodos y vendidos a un precio relativamente barato, por norma general, los ultraprocesados se consumen con tanta frecuencia entre la población que hoy en día son uno de los comodines más habituales de la compra. Este tipo de alimentos agrupa a esos platos que no necesitan prepararse en cocina, ya que casi están listos para comer, a falta de un calentado u horneado de último minuto, si se quiere.

Una cualidad que responde más bien a un proceso de procesamiento en demasía durante el periodo de producción, empezando como ejemplo por muchos platos precocinados y por buena parte de los cereales de desayuno, y continuando por los panes envasados en serie y las bebidas gaseosas, los dulces y las galletas, las patatas fritas y los embutidos, etc.

No son sanos, aun cuando a menudo se comercialicen como tal, ya que suelen contener más sal, grasa y azúcar en su interior, amén de aditivos artificiales y un elevado aporte calórico. Sin olvidar mencionar que andan pobres de vitaminas y fibra, normalmente, así como de proteínas y antioxidantes y demás nutrientes sanos, por lo que puede decirse que su consumición habitual representa un doble impacto negativo para la dieta.

De hecho, son varios los estudios que han documentado la asociación de los ultraprocesados con el desarrollo de muchos problemas de salud, desde la diabetes de tipo 2 y la obesidad, pasando por las enfermedades cardiovasculares.

Pero lo cierto es que el trabajo científico de este equipo de investigadores británicos constituye, de hecho, la evaluación más completa de entre todos los que han estudiado hasta ahora la relación existente entre los alimentos ultraprocesados y el riesgo de cáncer. Un trabajo que se llevó a cabo en colaboración con investigadores del Centro Internacional de Investigaciones sobre el Cáncer (CIIC), dicho sea de paso, así como con la ayuda de la Universidad de São Paulo y la Universidad NOVA de Lisboa.

Y es que en su desarrollo los investigadores pusieron bajo escrutinio a los registros del Biobanco del Reino Unido, recopilando de entre sus datos información detallada sobre las dietas de 200.000 participantes adultos de mediana edad, tras lo cual sometieron a estos voluntarios a un seguimiento de 10 años, fijándose en su salud, especialmente.

Un estudio prospectivo y a gran escala que también implicó analizar el riesgo de cáncer, desde la exposición al desarrollo de esta enfermedad en particular, hasta la probabilidad específica de acabar padeciendo alguno de los 34 tipos de cáncer; un estudio que los llevó a hacer balance del peligro subyacente de muerte por tumor maligno y cancerígeno.

Esta vigilancia por una década les permitió darse cuenta de que consumir una gran cantidad de alimentos ultraprocesados abría las puertas a un mayor riesgo de cáncer en general, una papeleta que amentaba ante ciertos tumores en concreto, como los cánceres cerebrales y de ovario; el cual, por cierto, afecta cada año a unas 3.300 mujeres en España, aproximadamente. Una asociación que, asimismo, alcanzaba el riesgo de morir de cáncer, por descontado, especialmente de ovario y de mama.

Porque la lucha del riesgo de cáncer pasa también por instaurar medidas que reduzcan el nivel de consumo de los ultraprocesados en las dietas

Según esta investigación, cada 10 por ciento más de alimentos ultraprocesados equivale a un 2 por ciento más de riesgo de desarrollar un tumor maligno en general; cifra que en el caso del cáncer de ovario, mismamente, se dispara y significa un 19 por ciento. En cuanto a la mortalidad, esa asociación de los ultraprocesados frente al riesgo de cáncer dio un aumento del 6 por ciento en la mortalidad general por una causa cancerígena, así como un aumento del 16 y del 30 por ciento para el cáncer de mama y de ovario, respectivamente.

Hablamos de un riesgo de cáncer que se dio con independencia de otras condiciones, según sus autores, ya fuera el IMC o índice de masa corporal, o el nivel de actividad física de una persona. Y es que los vínculos se mantuvieron aun ajustando otros factores conductuales, socioeconómicos y dietéticos, véase la actividad física y el hábito de fumar.

«Es posible que nuestro organismo no reaccione de la misma manera a estos ingredientes y aditivos ultraprocesados que a los alimentos frescos y nutritivos mínimamente procesados», reconoció Kiara Chang, primera autora del estudio, y doctora de la Escuela de Salud Pública del Imperial College de Londres. «Sin embargo, los ultraprocesados están por todas partes y se comercializan con precios baratos y envases atractivos para fomentar su consumo».

La investigadora hace énfasis en su advertencia de que la cifra de consumo de los ultraprocesados es «excepcionalmente alta y preocupante», actualmente, dado que «se producen con ingredientes de origen industrial y a menudo utilizan aditivos alimentarios para ajustar el color, el sabor, la consistencia, la textura o prolongar la vida útil».

Entre las peticiones lanzadas por esta investigadora para acabar con el dominio de los alimentos ultraprocesados y, por ende, reducir el riesgo de cáncer de la población, destaca su solicitud de una reforma urgente para «proteger a la población de estos alimentos».

Una instigación que al menos la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Organización Mundial de la Salud (OMS) ya han tomado el testigo, recomendando restringir los alimentos ultraprocesados en una campaña de concienciación internacional por una dieta sana y sostenible. Y aunque países como Canadá y Brasil y Francia ya han actualizado sus directrices nacionales y dietéticas ante este tipo de alimentos, instando a reducir su consumo, para los expertos aún hay mucha batalla por librar.

«Necesitamos etiquetas de advertencia claras en la parte frontal de los envases de los ultraprocesados para ayudar a los consumidores a elegir», instó, añadiendo como sugerencia que el «impuesto sobre el azúcar debería ampliarse para incluir las bebidas gaseosas ultraprocesadas, las bebidas a base de fruta y leche, así como otros productos ultraprocesados».

Una línea de acción que la doctora Eszter Vamos ha respaldado, en calidad de coautora del ensayo, destacando a este respecto que «este estudio se suma a las crecientes pruebas de que los alimentos ultraprocesados pueden afectar negativamente a nuestra salud, incluido el riesgo de cáncer». Algo que, dados los altos niveles de consumo en adultos y niños, «tiene importantes implicaciones para la salud en el futuro».

Para esta facultativa, «aunque nuestro estudio no puede demostrar la causalidad, otros datos disponibles indican que reducir los alimentos ultraprocesados en nuestra dieta podría aportar importantes beneficios para la salud». Por lo que, efectivamente, «se necesita más investigación para confirmar estos hallazgos y comprender las mejores estrategias de salud pública para reducir la presencia generalizada y los daños de los alimentos ultraprocesados en nuestra dieta».

Con todo, el presente trabajo es más bien observacional, algo que reconocen los propios autores; una clasificación investigativa que implica que el ensayo no muestra una relación causal entre los alimentos ultraprocesados y el riesgo de cáncer, razón por lo que este equipo de científicos persiste en la idea de que se necesitan más estudios en este campo que puedan ayudar a establecer finalmente una relación causal entre ambas variantes. Después de todo, y tal y como hizo ver la doctora Chang:

«Los hogares con rentas más bajas son especialmente vulnerables a estos alimentos ultraprocesados baratos y poco saludables». A su entender, «las comidas mínimamente procesadas y recién preparadas deberían subvencionarse para garantizar que todo el mundo tenga acceso a opciones sanas, nutritivas y asequibles».

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