Del trastorno idiopático a una ceguera unilateral. La enfermedad de Coats celebra hoy su Día Internacional, pidiendo más atención, investigación y visibilidad.
Como cada 17 de agosto, la CD o enfermedad de Coats pide que se hagan sonar las campanas de la concienciación médica y el reconocimiento social sobre su patología, con la Asociación de Familiares y Enfermos de Coats en España (AFECE) a la cabeza de este cometido hecho campaña de sensibilización.
¿Cuál es el objetivo?
Apostar por quienes padecen de esta dolencia, de poca frecuencia entre la población y planteada en términos llanos como una desembocadura al desprendimiento de retina. Todo ello sin olvidar focalizar la atención en la lucha y pérdida de bienestar de pacientes y familiares que engrosan este colectivo.
Pero ¿qué es la enfermedad de Coats, exactamente?
Aislada y unilateral, se trata de un mal de la vista que aparece en la primera infancia y aqueja a niños sanos. Y si bien aún hoy se desconoce su prevalencia, sí se sabe que no es hereditaria, que suele empezar a desarrollarse en torno a los 6 y 8 años, que carece de asociaciones étnicas y geográficas, y que suele afectar más a los varones, ocupando estos el 80 por ciento de los casos detectados, aproximadamente.
Tanta es su preferencia hacia este sexo, de hecho, que el consenso especializado la ha catalogado como el problema de la vista que más afecta a la población masculina, aunque su rango de aparición es más mayor todavía, oscilando entre los 3 y 4 meses de vida hasta los 28 años, más o menos.
La enfermedad de Coats tiene unas etapas iniciales bastante asintomáticas, con una evolución variable que se deja identificar en la apariencia anómala del reflejo pupilar, en la aparición de estrabismo o desalineación ocular, y/o en un simple fallo detectado en una revisión escolar de la vista.
Sus etapas más avanzadas, en cambio, incluyen un desprendimiento de retina total, leucocoria o reflejo blanco dentro del ojo, y glaucoma doloroso de ángulo cerrado.
La mayoría de las opiniones médicas señalan que esta patología se origina por una mutación del gen NDP, justo el responsable de causar algunas vasculopatías retinianas y la enfermedad de Norrie. Son observaciones no confirmadas, no obstante, subrayando eso sí que esta mutación genética somática unilateral se localiza en el cromosoma X, produciendo en su despertar y evolución un desarrollo anómalo de los vasos de la retina.
¿La enfermedad de Coats se puede tratar?
Sí; la mayoría de las veces, de hecho, aunque eso depende sobre todo de la gravedad de cada diagnóstico, siendo los más favorables aquellos que se han detectado precozmente. En este sentido, se dice que el 70 por ciento de sus casos se pueden llegar a estabilizar, incluso.
Conocida igualmente como síndrome de renitis exudativa, hablamos de una patología que bien puede iniciarse durante la primera década de vida o bien despertar a lo largo de la juventud.

Poco frecuente a nivel mundial, se encuentra dentro de las enfermedades raras y supone una progresiva pérdida de visión, con un proceso crónico lento pero sucesivo que hace emanar del ojo afectado unos exudados amarillentos, a causa de la alteración de los vasos sanguíneos de la retina. Y si bien tanto la exudación como la cicatrización macular comprometen la visión, por norma general, la mayoría de los pacientes con esta dolencia estabilizan su mal de ojo con la ayuda de una terapia adecuada.
Debido a su tendencia a ser progresiva, la respuesta médica contra la enfermedad de Coats se centra sobre todo en cerrar esos vasos anómalos que tanto caracterizan a la patología, recurriendo para ello a la crioterapia o fotocoagulación láser. En estadios más avanzados, sin embargo, el tratamiento pasa por que el paciente reciba antiangiogénicos que palien el crecimiento de vasos sanguíneos, ante todo, y reduzcan los exudados y fluidos subretinianos, por otra parte.
La intervención quirúrgica se deja para los casos más graves, empero, la llamada vitrectomía, consistente en eliminar el vítreo ocular y recolocar la retina hasta devolverla a su lugar anatómico de origen, dejando a la angiografía fluoresceínica y a la ecografía como las pruebas más vitales para el control de la enfermedad.
No es de extrañar, por tanto, que la recomendación más reiterada entre los entendidos en la materia es acudir a un centro oftalmológico especializado, donde los profesionales podrán detectar a tiempo a la enfermedad de Coats.