Las enfermedades neurológicas pueden adquirir muchas formas patológicas, aunque si algo las identifica es la característica de trastocar y degenerar al cerebro.

Del Alzhéimer al Párkinson pasando por las neuropatías, la epilepsia, la demencia de origen vascular y los traumatismos craneoencefálicos. Las enfermedades neurológicas son numerosas y variadas; y si bien carecen de tratamiento, actualmente, los nuevos conocimientos sobre el envejecimiento del cerebro, revelados sobre todo en una reciente investigación científica, han abierto la puerta sin embargo a la creación de posibles tratamientos, ofreciendo así y como mínimo la esperanza de conseguirlo.

Cuando el envejecimiento cerebral implica deterioro y la aparición de las enfermedades neurológicas

Para ser exactos, han sido los científicos del irlandés TBSI, el Instituto de Ciencias Biomédicas Trinity, quienes han arrojado en esta ocasión nuevas sapiencias sobre los procesos de envejecimiento que se originan en el cerebro de las personas. Una revelación en la que, dicho sea de paso, también participaron expertos de la Facultad de Medicina de la Universidad de Maryland, en Estados Unidos.

Y a juzgar por lo que recoge la investigación, publicada por cierto en la revista Science Advances’, toma la mayor presencia de células inmunitarias especializadas y las relaciona por primera vez con el alzhéimer y las lesiones cerebrales traumáticas y otras afecciones de talla similar, descubriendo así una nueva y posible diana terapéutica, destinada a tratar esas enfermedades neurológicas vinculadas con la edad. Sus datos, de hecho, se centran tanto en la microglía del cerebro como en la médula espinal.

Para captar el alcance de este descubrimiento es preciso aclarar, antes que nada, que la microglía es un tipo de célula inmunitaria bastante especializada; única en su especie, se hace necesitar porque limpia los deshechos, hace de defensa contra los microbios invasores, y elimina esas células nerviosas que ya están moribundas. ¿De qué manera?

Engulléndolas, sencillamente; todo ello mientras apoya al resto de las células nerviosas. Es más, según arrojan las nuevas investigaciones, la microglía puede llegar a reaccionar con diversas respuestas funcionales, dependiendo eso sí de los cambios moleculares y bioquímicos que se produzcan en su interior. Y es que en sus compartimentos internos almacena metales y cristales de colesterol, moléculas de grasa y otras proteínas mal plegadas.

«A medida que el cerebro envejece, estos materiales se acumulan en el interior de la microglía autofluorescente, que aumenta así su autofluorescencia», tal y como explicó David Loane, autor principal del ensayo y catedrático adjunto de Neurociencia de la Facultad de Bioquímica e Inmunología del Trinity Institute de Ciencias Biológicas, haciendo alusión así a la propiedad de las microglías que categorizan sus subtipos. Una tendencia en la que estas células especializadas absorben luz de un color y emiten luz de una tonalidad diferente, debido a las sustancias específicas que se encuentran en su interior y que se impregnan de la luz.

Cuando la capacidad fluorescente de las células neuronales revela nuevas lecturas patológicas

Según este facultativo, «esta acumulación de residuos celulares también dificulta a la microglía la realización de sus tareas esenciales de recogida de basura en el cerebro y la prevención de lesiones neurológicas y enfermedades neurodegenerativas». De hecho y tal y como señaló Loane en el artículo divulgativo que difunde el trabajo de su equipo, él y los suyos llegaron a descubrir «que estas microglías adoptan un estado disfuncional único», al menos en animales envejecidos; un estado que, para más inri, «tiene una serie de repercusiones problemáticas. Por ejemplo, se produce un aumento del estrés y el daño celular, una acumulación de grasas y hierro, alteraciones de los procesos metabólicos y un incremento de la producción de moléculas que sobrecargan la respuesta inmunitaria».

De igual forma, los científicos involucrados en este ensayo llegaron a demostrar que tanto la microglía autofluorescente como la inflamación asociada eran más pronunciadas en condiciones patológicas; aunque lo más curioso fue que se invertían con la sustitución microglial asistida por fármacos, al menos en animales envejecidos.

«Además, la exposición ambiental a lesiones cerebrales traumáticas agudas en animales aceleró la edad de aparición y la distribución tisular de la microglía autofluorescente al aumentar el daño por estrés oxidativo en el cerebro de los animales lesionados», y así lo matizó el profesor Loane.

A juicio de este experto, todo esto tiene como consecuencia que cada vez haya «más pruebas de que la acumulación de microglía autofluorescente contribuye a las enfermedades del envejecimiento y la neurodegeneración». Y es que según apostilló Loane, «si estas subpoblaciones de microglía son altamente inflamatorias y dañinas para el cerebro, entonces dirigirnos a ellas podría ser una nueva estrategia para tratar las enfermedades relacionadas con el envejecimiento».

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