Iban Onandia ejerce la psicología y la neuropsicología clínica infantojuvenil desde hace 15 años. Es doctor en psicología clínica por la Universidad de Deusto desde 2015 y ha escrito diversos artículos alto impacto tanto del deterioro cognitivo como de las demencias, así como de trastornos del neurodesarrollo, material de la que especialista y en donde ejerce la práctica clínica.
Según cita en el resumen de su libro: «La neuropsicología clínica es una disciplina que trata de entender las relaciones entre el cerebro y el comportamiento. En las últimas décadas, ha supuesto un enorme aporte para la evaluación y el tratamiento de daños cerebrales adquiridos, enfermedades neurodegenerativas y por supuesto, alteraciones en el proceso del neurodesarrollo.
También para la explicación de los fenómenos que suceden en condiciones evolutivas atípicas (p.e., en la alta capacidad) y tras contingencias que se dan en la etapa infanto-juvenil (eventos adversos infantiles, por ejemplo). Precisamente la neuropsicología infantil constituye una rama en si misma dentro de la neuropsicología, por la complejidad inherente a la intervención en las alteraciones del neurodesarrollo, pero también por encontrarnos dentro del proceso de construcción de un entramado de relaciones entre cerebro, organismo y entorno. Estas van a ser la base para un comportamiento autónomo y relativamente adaptativo en un futuro».
Prensa Social: Para alguien que no sea docto en su profesión, ¿a qué se dedica un neuropsicólogo como usted?
Iban Onandia: Nuestro principal foco de atención y trabajo recae en analizar, estudiar y entender los procesos cognitivos alterados que subyacen a los trastornos, e incluso sin trastornos. Así, somos los especialistas en conocer y describir las relaciones que se dan entre nuestro producto cognitivo, comprendiendo en el mismo conducta, emociones y funciones, y el cerebro. Llevamos a cabo el perfil neurosicológico de funcionamiento de nuestros pacientes, de manera que esto nos sirve para diseñar una intervención individualizada, más allá de la posible etiqueta diagnóstica que pueda tener. Nuestra disciplina se encarga de analizar y sacar partido a las relaciones y fenómenos que se establecen entre cerebro y conducta. Así, somos los psicólogos que por especialidad más cercanos estamos a la neurología, de forma que tenemos muchos procesos compartidos, así como también somos un gran aporte para la Neurociencia.
P.S.: ¿Qué señales de alarma son las que más frecuentemente llevan a unos padres a darse cuenta de que algo en el desarrollo de su hijo no entra dentro de la ‘normalidad’?
I.O.: Es el colegio quien más habitualmente pulsa el botón de alarma y conduce a los padres a nuestra consulta. Y es que estos últimos conviven habitualmente con el paciente y entienden muchas veces sus déficits como «una forma de ser». O incluso, en procesos neurodegenerativos, pueden acomodarse o incluso tener miedo de la certeza diagnóstica. Así, habitualmente les trae que «no puede hacer lo que los demás», o «no está preparado para los aprendizajes escolares». La realidad es que a menudo descubrimos que hay más problemáticas y clínica de la que han constatado.
P.S.: Hoy en día se habla mucho de TDA y TDAH, ¿creesque existe sobrediagnóstico en este área? ¿Qué otros trastornos se pueden estar incluyendo ahí?
I.O.: Los estudios epidemiológicos, que son los que nos tienen que constatar este aumento, nos dicen que no. El problema reside en que este tipo de diagnósticos vienen a cubrir necesidades sociales, bien porque la clínica venga generada por otros trastornos más severos (una discapacidad intelectual, un trauma, etcétera), o porque las necesidades del peque excedan a los recursos (el niño es disruptivo en el aula, se hace difícil de gestionar su comportamiento en cada, etc.). Incluso, muchas condiciones normales y habituales pueden dar sintomatología este tipo, como por ejemplo una muy mala alimentación de base, una falta de sueño, etc. En definitiva, muchas cosas parecen TDAH, y la solución más fácil (en muchos sentidos), es concluir la presencia de este trastorno, cuyo tratamiento de elección por pacientes y padres y es de un 95% farmacológico: si una pastilla aminora sustancialmente los problemas, aunque sea temporalmente, ¿por qué no optar por esta vía rápida?
P.S.: ¿Cómo cree que puede ayudar a los niños y jóvenes el hecho de que se dé más visibilidad a algunos trastornos o condiciones, como los trastornos del espectro autista, del que recientemente se ha celebrado el día del orgullo autista?
I.O.: Sin duda, tiene un doble filo. Por un lado, una mayor visibilidad ayuda al reconocimiento de diferentes condiciones y trastornos. Y eso es algo muy positivo, porque tenemos que tener en cuenta que la neurodivergencia ha sido y sigue siendo un criterio de exclusión en muchos ámbitos. Pero por otro lado, hay mucha gente que se siente identificada con esa condición o sintomatología sin realmente tenerla. Pero cuando tú crees que la tienes, en cierta forma, tu perspectiva y contexto cambian en función de esa idea. Y eso hace que muchas veces se I’m brinquen formas de comportarse que pueden simular una condición, haciendo más complejo el diagnóstico e incluso aumentando el riesgo de un mal diagnóstico.
P.S.: ¿Qué cambios diría que necesita la sociedad para dar la importancia que merece a la salud mental infantil y juvenil?
I.O.: El mayor cambio tiene que venir dado de un aumento exponencial de recursos. Especialmente generada por una mayor especialización de los recursos. Y es que no puede ser que a día de hoy especialidades como la psicología Infantojuvenil y la neuropsicología sigan siendo especialidades de facto, pero sin sustento y materialización legal.
Por otro lado, como sociedad debemos afrontar retos Psicoeducativos capitales, como lo son la educación temprana en aspectos como el uso de nuevas tecnologías, la sexualidad, educación socioafectiva, etc.
Finalmente, debemos seguir trabajando en la conciliación familiar real, donde Sean los padres los que ejerzan de educadores primarios. Pero para eso hacen falta recursos y tiempo, y el sistema social productivo y de una alta competitividad que tenemos actualmente colisiona frontalmente con esa necesidad.
P.S.: Desgraciadamente, el suicidio en adolescentes es un tema que termos muy presente hoy en día. ¿Qué consejos o pautas daría a familiares o profesores para tratar este tema con los jóvenes?
I.O.: Una de las mayores variables protectoras, especialmente en la infancia de adolescencia, para con este fenómeno es una sólida y eficaz red social. Me duele en el alma cuando un adolescente, rodeados de (supuestos) miles de amigos virtuales y decenas de analógicos, me confiesa que tras mucho tiempo se ha dado cuenta de que su problema principal es sentirse solo en el mundo. Algo ha fallado para llegar a ese escenario…y falla en casa, pero también el cole es un buen lugar para trabajar esa red de apoyo.
Por otro lado, ellos también lanzan una queja clara: «no nos entienden porque no nos escuchan». Si a todo eso lo sumamos el hecho de que socialmente no se lo ponemos fácil, por los fenómenos de imagen, reputación y, nuevamente, competitividad que les exigimos… ¡hemos generado la tormenta perfecta!
P.S.: ¿Qué consecuencias cree que pudo tener la pandemia en la salud mental de los niños y cómo se está viendo eso reflejado ahora?
I.O.: Realmente los problemas de salud mental venían de mucho antes, y esto no ha hecho más que dispararlos significativamente. Llevamos décadas silenciando el dolor de la salud mental y mirando a otro lado, cuando hay que atender las necesidades en este ámbito. Las consecuencias eran previsibles y era vox populi entre todos los profesionales que nos dedicamos a este mundo.
P.S.: Hoy en día es muy habitual que los niños tengan muchas actividades extraescolares, ¿qué beneficios y desventajas puede tener esto en su desarrollo?
I.O.: El problema no son las actividades extraescolares, sino que no haya una sobrecarga y que además sean eficaces. Esto es, que no roben mucho tiempo a una variedad amplia de actividades, entre las que hay que incluir, de forma imprescindible, la actividad física. Si se conjugan, pueden ser una herramienta de estimulación interesante…
P.S.: Por último, para quién o quiénes está indicado vuestro libro. ¿Cómo lo pueden adquirir?
I.O.: Creemos que es un manual no excesivamente técnico, sino asequible para todo profesional que trabaje con infancia y adolescencia. Al final, pretende también aunar el lenguaje para que entre todos seamos progresivamente más capaces de comunicarnos de manera eficaz. Creo que se le saca partido desde muchos ámbitos, o al menos eso pretende. Lo pueden adquirir en el enlace de la editorial Psara. Muchas gracias.
Manual de Neuropsicología Infantojuvenil. Editorial Psara.