Es la segunda causa de muerte entre la población y el principal motivo de dependencia en adultos, el ictus cerebral se puede prever a tiempo y con ello salvar la vida. ¿Cómo?

El ictus cerebral es una urgencia médica que pide a gritos reacción inmediata. Y es que detectarlo a tiempo marca la diferencia entre la vida y la muerte; pero también implica sufrir o no unas secuelas incapacitantes de por vida, influyendo en su gravedad o levedad, llegando esto a determinar si habrá posibilidad de superarlas después o no.

¿Qué es el ictus cerebral?

Previsto a aumentar sus casos un 34 por ciento en Europa durante la próxima década, hablamos de un ataque de derrame cerebral que genera el 75 por ciento del total de casos con dependencia que residen en todo el territorio nacional, según nuevos datos de la Sociedad Española de Neurología (SEN), y que deja secuelas en 50.000 nuevos casos, ninguno de los cuales se debe ignorar para que no vaya a más.

Un trastorno que hoy celebra su Día Mundial a nivel internacional, como cada 29 de octubre; y que se produce cuando el cerebro no recibe sangre, en opinión de los expertos, debido a la rotura de un vaso sanguíneo, o por la obstrucción de una arteria.

Este derrame cerebral constituye en España la primera causa de mortalidad en mujeres, ganándole el pulso incluso al cáncer de mama en este colectivo, siendo el segundo motivo de defunción entre los hombres. Y es que, según la SEN, el ictus cerebral afecta a 120.000 personas cada año en el país, aproximadamente.

¿Cuál es la buena noticia?

Que existen ciertos métodos para distinguir un ataque de ictus cerebral y, con ello, proceder con eficacia ante la mínima sospecha de accidente cerebrovascular. Para ello, no obstante, es preciso saber cuáles son sus síntomas más frecuentes, a fin de detectarlos cuando se manifiesten, básicamente, ya que por descontado es vital que se actúe con rapidez.

¿De qué manera se manifiesta el ictus cerebral?

Se dice que el dolor de cabeza es un síntoma muy propio de esta afección; pero no un dolor de cabeza cualquiera, sino ese fortísimo e intenso que suele ir acompañado de náuseas y mareos y hasta una sensación de debilidad.

Pero lo primero que suelen sentir quienes sufren un ictus cerebral es una imposibilidad de sonreír, o al menos eso se describe por norma general. Algo que responde a la pérdida de sensibilidad en uno de los lados de la cara, otro síntoma muy frecuente de esta afección, por cierto.

La sensación es idéntica a la de una boca anestesiada en la consulta de un dentista; toda una pérdida de percepción que tiene como consecuencia que, al intentar sonreír, esa mitad paralizada de la cara no reaccione y permanezca inmutable, inmóvil.

A este síntoma del ictus cerebral le suele acompañar otros adicionales, aunque no por ello menos habituales, como hormigueo en la cara, en el brazo o en la pierna, y siempre del mismo lado afectado por esa insensibilidad.

¿Sabía que la interrupción del flujo sanguíneo hacia el cerebro origina que la persona no pueda hablar en pleno ataque o diga conceptos inconexos?

Por lo que sí, el fallo de memoria y la imposibilidad o dificultad de articular sonido o repetir una frase es otro síntoma del ictus cerebral.

Tanto es así que, de hecho, y en aras de confirmar que el ataque es realmente un derrame, los expertos suelen pedir al paciente que pronuncie una frase sencilla. Si hay una pérdida de memoria repentina de por medio, pero la persona ni siquiera sufre de algún episodio de confusión incentivado por la edad u otra patología, hay que ponerse en guardia, porque eso quiere decir que el ictus cerebral sigue en acción.

Y puesto que esta enfermedad puede provocar sensación de debilidad muscular, la falta de coordinación de los movimientos del cuerpo es otra señal más que chiva sobre su puesta en marcha, sobre todo en la parte del cuerpo que más está sufriendo el ataque, siendo esta una de las pruebas diagnósticas más claras. ¿Y por qué? Debido a que el ictus impide a la persona tocarse la nariz, levantar los brazos, o ejecutar un acto tan sencillo como palparse cualquier parte del rostro.

Una pérdida de coordinación a la que también se suman otros signos frecuentes como los mareos y las náuseas, el vértigo y la sensación de inestabilidad, amén de una aguda dificultad para caminar, y todo precisamente por la debilidad muscular que se siente.

Durante el derrame cerebral, se puede tener visión borrosa o doble; aún más, se puede llegar a perder la visión de uno o ambos ojos durante unos minutos. Una ausencia o distorsión visual que, si encima viene acompañada de una sensación de embotamiento en el oído, el gusto y el olfato, significan que se está viviendo o presenciando un ictus cerebral, sin duda alguna.

Sufrir un fuerte dolor de cabeza es otra manifestación frecuente de este tipo de derrames, como ya hemos señalado arriba; para evitar confundirlo con un acceso de dolor cualquiera o con un episodio de cefalea, hay que fijarse en si al síntoma se suman otros signos como debilidad y mareos e incluso descoordinación. Si es que sí entonces hay que llamar enseguida al 112, el número de urgencias médicas.

¿Sabía que existe un código ictus cerebral que cualquiera puede ayudar a accionar?

Para ello bastará con reconocer los síntomas antes descritos, primeramente, y llamar lo antes posible al teléfono de urgencias para que traigan una ambulancia, la cual trasladará al enfermo rápidamente a una unidad especializada, medicándolo y evaluando sus daños. Y es que no todas las personas que han padecido un ictus cerebral sobreviven a este ataque de derrame o, si lo hacen, no todos se recuperan de la misma forma.

En este sentido, está más que demostrado que el tiempo de reacción que transcurre desde que se produce el accidente hasta que se recibe la intervención médica es fundamental para el futuro del paciente, más cuando la gravedad de tales secuelas puede quedarse en leve o ir a más. Así, la pérdida de movimiento o del habla puede convertirse en un efecto a largo plazo que al final puede minimizarse o revertirse.

Desde la SEN han contabilizado, de hecho, que la intervención temprana de un ictus cerebral salva 6.000 vidas al año y eso solo en España.

Así, y según los datos que baraja esta asociación, una persona que llegue al hospital entre las primeras cuatro horas de su episodio de derrame puede tener la suerte de no acumular ninguna secuela posterior, y más si reacciona tras los primeros síntomas. El riesgo va agudizándose después, pasadas las cuatro horas, ya que el daño cerebral puede ser grave y no reaccionar ante los fármacos.

Es a partir de las ocho horas, sin embargo, cuando el daño cerebral recibido puede ser irreversible; momento en el que el cateterismo, la técnica más habitual que se usa para disolver el trombo que ha provocado el ictus cerebral, no sirve para nada.

En el código antes mencionado también se citan ciertas pautas que seguir después de llamar a urgencias. Y lo primero que se indica es despejar su espacio y aflojarle la ropa para que así respire mejor.

También es importante colocar a la persona en una posición cómoda, ya sea tumbarlo en una superficie firme o en el suelo, y así evitarle caídas. ¿En qué postura? Lo ideal es acostarle de medio lado, con una almohada bajo la cabeza, en prevención de que se ahogue o se asfixie si vomita.

Deben recordar que no se debe dar de beber o comer a una persona que está en pleno episodio de ictus cerebral, porque ya solo con el líquido se puede atragantar, empujándole a tener un problema respiratorio.

Ahora bien ¿cuál es la secuencia de todos estos actos? Acomodarle, primero, y llamar al 112, después y enseguida.

Unas medidas de prevención que también se pueden aplicar al estilo de vida

Según el consenso literario de esta enfermedad cerebrovascular, tanto el tabaco y el sedentarismo como la obesidad y un estilo de vida poco saludable simbolizan las variables que más posibilidades tienen de desencadenar este tipo de derrame, por lo que introducir algunos cambios en este sentido equivale a una gran papeleta para reducir hasta en un 80 por ciento la probabilidad de padecer un ictus cerebral.

Una lista de factores de riesgo de esta enfermedad en la que también se suma la edad y el sexo, beber alcohol o tomar anticonceptivos orales, sufrir de migrañas o de apnea del sueño, tener diabetes o tensión alta, y presentar un colesterol alto o reunir antecedentes familiares. Todos ellos, en cualquier caso, son sensibles al estilo de vida contra el ictus cerebral.

Hablamos de cambios efectivos como comer cereales de grano entero, o tomar una taza de café al día y/o dos de té, pues ambos líquidos impiden la formación de coágulos y, con ello, reducen hasta un 32 por ciento la probabilidad de hemorragias cerebrales.

Una línea de beneficios contra el ictus cerebral que también se obtiene al seguir una dieta con muchos vegetales, ya que los antioxidantes que estos rebosan impiden que las arterias se deterioren con rapidez, especialmente las frutas cítricas y las verduras de hoja verde.

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