Infección de oído, esa otitis con tratamiento y prevención

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¿Sabía que un niño tiene más probabilidades de sufrir una infección de oído que un adulto? Ahora bien ¿en qué consiste este trastorno y cómo se puede tratar?

Hablamos de una afección que se debe atender desde el minuto uno de la aparición de su primer síntoma, tal y como se recomienda hacer Con Otros Malestares, en realidad, para así evitar que el problema vaya a más y acabe en algo mucho peor y grave.

¿Pero en qué consiste exactamente una infección de oído?

Nada como aprovechar el Día Internacional de la Audición, hoy, 3 de marzo, para dar respuesta a esta incógnita médica. A veces llamada otitis media aguda, se trata de una acción bacteriana que se produce en el oído medio; sí, justo en ese espacio lleno de aire que da cobijo a los pequeños huesos vibratorios del oído y que se encuentra detrás del tímpano.

Tal y como informan desde esta clínica médica, la infección de oído se debe a una bacteria o a un virus alojado en el oído medio, cuya presencia ahí se debe a la gripe o a un resfriado común, al Coronavirus o a la sinusitis, a una alergia y/o a otra enfermedad que tiende a causar congestión e hinchazón en la garganta y en Las adenoides, en los conductos nasales y en las trompas de Eustaquio.

En este sentido, se dice que las Haemophilus influenzae (no tipificable) y las Streptococcus pneumoniae son las dos bacterias que más infección de oído medio suelen causar. ¿La buena noticia?

Que este tipo de contaminaciones auditivas suelen desaparecer por sí solas al cabo de poco tiempo, siendo el control del dolor y la supervisión del problema las primeras pautas a seguir a la hora de obedecer el tratamiento.

Afección bastante frecuente desde la infancia, las estimaciones de los expertos calculan que hasta el 95 por ciento de los niños presentan una otitis en algún momento de su temprana edad; por cuestiones ligadas al desarrollo de sus defensas, claro, pero también por eso de que la comunicación entre el oído y la nariz va evolucionando y afianzándose conforme el menor va creciendo.

Una relación que se pone a prueba con cada día escolar, ciertamente, donde los pequeños comparten muchas bacterias, involuntariamente, siendo ahí donde toman contacto con ellas por primera vez; pero a medida que uno crece, el organismo desarrolla su inmunidad y, con ese progreso, el riesgo va disminuyendo.

La edad es, de hecho, uno de los factores de riesgo que más exponen a sufrir una infección de oído, siendo los menores de entre 6 meses a 2 años los más propensos a estas contaminaciones, debido a que su sistema inmunitario aún está en desarrollo, como ya hemos señalado antes; aunque también por el tamaño y la forma de sus trompas de Eustaquio, aún muy jóvenes.

De igual forma, el cuidado infantil en grupo es otro punto a favor de las infecciones auditivas, por eso de que están más expuestos a compartir resfriados y el contagio de otros virus; y lo mismo puede decirse de la mala calidad del aire, de una mayor exposición al humo del tabaco, y de tener diferencias en la estructura ósea de la hendidura del paladar, ya que ello dificulta el drenaje de la trompa de Eustaquio.

El nadar en albercas o ríos o playas con agua contaminada también tiende a inclinar la balanza hacia las infecciones, dicho sea de paso, así como los factores estacionales, siendo el otoño y el invierno las etapas que más contaminaciones auditivas genera, seguido de la etapa del polen, en respuesta a la alergia que provoca.

¿Cómo podemos saber si tenemos o no una infección de oído?

Casi todas las afecciones tienen un rastro de síntomas que alertan sobre su aparición y evolución en el organismo, y esta no es la excepción. Hablamos de señales que suelen surgir con rapidez, siendo el dolor de oído, la dificultad para oír, la sensación de oído tapado, un zumbido o acúfeno y la secreción por el oído de un líquido parecido al pus o a una sustancia sanguinolenta los signos que más suelen repetirse en este problema de salud, al menos entre los adultos.

Los niños, en cambio, suelen manifestar una gama sintomática mucho más amplia, que va desde una fiebre de 38 grados o más y un dolor de cabeza, notar tirones en la oreja afectada y presentar trastornos del sueño, hasta sentir dolor en el oído, sobre todo al acostarse, y tener pérdida de equilibrio y falta de apetito, así como expulsar secreción de líquido del oído.

A todo ello se suma el llorar más de lo normal y dar muestras de inquietud, amén de una dificultad para oír y responder a voces y conversaciones y a otros estímulos sonoros.

Con estos síntomas sobre la mesa, tanto el vértigo como el mareo y las náuseas son tres de las principales consecuencias que derivan de una infección de oído, según el consenso médico.

Un problema de salud auditiva que también puede provocar vómitos, sordera súbita del oído y malestar intenso; y que puede desembocar en cefalea e incluso en parálisis facial, en un desgarro del tímpano, en un retraso en el habla o en el desarrollo de un niño, lo que a su vez acarrea un retraso en sus habilidades sociales; todo ello, claro, sin olvidar el riesgo de sufrir una pérdida total de la audición.

En cualquier caso, y dado que los síntomas de una infección de oído pueden ser las señales de otras afecciones paralelas, es importante y absolutamente recomendable acudir al médico, y más si el dolor es intenso, si la persona afectada no puede dormir, y si los restantes signos perduran más de 48 horas, sobre todo si ya no hay gripe ni catarro ni alergia de por medio.

¿Cuál es el objetivo de esta consulta preventiva?

Obtener un diagnóstico justo y oportuno, por supuesto, y recibir cuanto antes el tratamiento adecuado, si es preciso. Después de todo, y tal y como recuerda Gonzalo Corvera, director del Instituto Mexicano de Otología y Neurotología (IMON):

«Cuando se trata de pérdida de audición, podemos sentir tapado el oído y restarle importancia, y en este último caso, retrasar la consulta con el especialista puede provocar que no lo podamos revertir. Cuando esto sucede se genera una pérdida de audición que puede ser de diferentes grados».

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