Querida mía:
Gracias, Irene, por considerarnos esta vez. No sé cómo hemos llegado hasta aquí las mujeres que no odiamos a nuestros congéneres (del género humano, ¿te acuerdas?); es más, nos llegamos a enamorar hasta perder la cabeza, pero tú, al menos, nos llenas de derechos y nos recuerdas que podemos decidir, no como hasta ahora. «Nosotras parimos, nosotras decidimos», recuerda…Pero hete aquí tu historia resumida en un folio.
Llegaste, vini, vidi, vinci por un compañero de partido que dejó a otra como tú y resulta que esperabas gemelos. Luego vino el segundo embarazo y vuestro proyecto no llegó a buen fin, pero tú seguiste con la letanía para ganarte a las chicas jóvenes, esas como tú.
Claro que sí. En el afán del desconcierto que nos supone atravesar la juventud —divino tesoro— empezamos a poner la fecha de los exámenes en la agenda y también la del aborto —porque ya se sabe que este no es traumático—. Le pedimos a mamá una cartulina porque tenemos que construir un poliedro; y a papá, con suerte, si no es un mamarracho —porque todos los hombres lo son, solo por ser hombres—, le decimos que necesitamos un profe de Lengua, porque la sintaxis no nos entra y el complemento directo no sabemos dónde va.
Que te hagan un legrado en circunstancias normales es plato de gusto, no digamos quedarte estéril. No poder tener hijos cuando eres mayor por una decisión mal tomada o tener varios abortos seguidos es lo que todas las chicas desean. No hay más que haber sido mujer para saberlo. No todas tienen la suerte de tener treinta años y tres niños. No todas somos como tú, y menos mal que has venido a poner orden en este asunto.
Hasta ahora, las mujeres no parían, eran obligadas a tener hijos porque la Santa Madre Iglesia lo procuraba; y ya sabes, los hijos deben ser los que nos dé Dios. Hubo otras que prefirieron tener una profesión y a posteriori eligieron ser madres. Bajo ningún yugo, porque su esposo las fecundó porque ellas quisieron. A ninguna la maniataron para tener relaciones libres y todas —la mayoría, quiero decir— pudieron ser mujeres, además.
En otros lugares hubo mujeres-de, también por elección propia, porque ser mujer florero es un chollo, no me digas —que se lo digan a la Doña—; y no digamos acostarse con uno que te mantenga de por vida. Hubo otras que, siendo solteras, tuvieron a su niño con un banco de semen y conozco otras que adoptaron hasta tres niños chinos. En España hay mujeres que tienen niños en acogida y no son sus madres, solo sus tutoras. Y otras mujeres lesbianas, o bisexuales o trans o lo que tú quieras —porque yo no pregunto—, que son madres cuando lo consideran, pero ya pueden/podemos abortar, ¡qué bien, oye!
Me pregunto tantas cosas porque yo también tuve 15 años —como decía el Dúo Dinámico— y tuve la regla a los 9. Otro planazo. Menudo jaleo, no creas. Criada entre hombres, en un colegio mixto nunca sentí que me acosaran; nadie se escandalizó en los años ochenta por ver una compresa y no me vi en la tesitura de tener que abortar, entre otras cosas porque no sabía ni dónde tenía la cabeza.
Reforzar la garantía del aborto desde la sanidad pública, dar la píldora del día después, eliminar los tres días de reflexión entre otras cosas que nos has comentado (con tu cara de alegría habitual) no deja de sorprenderme como madre y mujer; pero eso no importa porque ya les puedo decir a mi hija, a mis sobrinas y a mis vecinas que el aborto lo hacen en el hospital cercano a casa. Acabáramos.
Todas pueden decidir sobre su cuerpo, incluida tu pequeña Aitana, que en menos de una década podrá ir al centro de Salud de Galapagar de motu proprio a decirles que quiere abortar porque decide sobre su cuerpo. Ya verás qué guay todo. Es un planazo asistir a las consecuencias del aborto de una menor. Sé de otras amigas que han tenido que acompañar a sus respectivas niñas porque lo hicieron de manera precaria, en el servicio de una estación de tren u ocultando el bombo hasta los seis meses.
Esos centros privados que tú citas se llevan la palma, porque existen médicos que se lucran practicando abortos en vez de aconsejar otras opciones. Total, matar a un ruiseñor no es nada con la de gente que hay. Afortunadamente, no les sucedió nada más pero ninguna se quedó libre de culpa, de dolor; crecieron de repente y hoy, con veinte años, son mujeres mayores sin motivación ni ilusión alguna. No pueden ser madres la mayoría por lo contado anteriormente y se arrepienten porque ya entienden que esa decisión no fue la mejor. Porque esto no se borra como los dibujos del colegio con la goma Milán.
La edad, como dicen los psiquiatras, no se determina por haber pasado ya la menarquía. A cada año la niña se va formando y con 12, 14 o 16 la menor sigue siendo indecisa, insegura; sufre y no sabe ni lo que quiere. Algunas dudan si son mujeres, hombres o viceversa; las hay que lavan los condones y otras siguen pensando que si tienen el niño porque han roto el preservativo adrede, el novio no las dejará por otra y se casará como en las películas de Disney.
Todo esto de la Ley está fenomenal, oye; gracias a ti somos libres. También gracias a ti los dolores menstruales serán menos, porque antes te señalaban cual perra sangrante y te hacían vudú en el trabajo. Cuando pedías una compresa, te miraban como si hubieras traficado con farlopa; y el estigma de la regla es un pesar, porque se llega a tener cuarenta años y no creas, «en plan» terrible, como dicen las chavalas ahora.
Gracias, Irene, por tenernos al día en estas cosas de la vida. Las personas con discapacidad también elegían: eran libres. Se juntaban, se casaban, se reproducían; lo normal, vaya. Ahora tendrán que seguir el manual —tu manual—, porque para abortar tendrán que decir que ya pueden hacerlo; y gracias a ti, la culpa será menos. Eso sí, sin contar con el padre, que todos los hombres son unos cabrones de serie.
A quien Dios se la dé, San Pedro se la bendiga, dice un refrán. No hay nada como ser madre para saber que una hija tuya puede ir sin tu permiso a abortar porque debe ocultártelo. Eso sí: si le no firmas la autorización para subir al autobús del cole, no irá al zoo. Menos mal que ahora, aunque no acuda a la excursión, sí podrá desembarazarse de un feto. Y esto no va de religión. Va de sentido común, que es otra cosa compatible con lo anterior.
¡Qué alegría, qué alborozo! Voy a ver si lo celebro con unas ostras, que ya empiezan los meses con erre. Total, el menú de Dabiz Muñoz no es caro. Irene, vida mía, no sabes el flaco favor que les acabas de hacer a las nenas del lugar. Ya verás qué bien. De educación, enfermedades de transmisión sexual, promiscuidad y otros efectos hablamos otro día; porque como las vas a aleccionar desde pequeñas, tendrán más claro que la vida no vale nada y por el boquete cabe todo el que quiera pasar, porque luego pueden decidir si se lo cargan o no.
Hoy contamos que han muerto dos mujeres y así se sigue engordando la lista; esa que tú y tu ministerio en funciones pretende bajar. No solo no las matan, no solo no matan menos, sino que han aumentado los casos desde que estáis Pam, tú y las chicas del montón. No sé si ahora en funciones aunque habléis en nombre de «La Jenni», penséis, «ya, si eso», en los enormes problemas que habéis causado desde que habéis llegado, desde que la ley del sí es sí o no es no, está con nosotros y desde que lo mejorcito de la sociedad está libre porque así lo habéis decidido. Supongo que tu nuevo curro, ese que te ha dado el padre de tus tres niños te dé para comer. No sé tampoco si es compatible con tu cargo. En funciones o no, la cosa va cuesta abajo y sin frenos.
Yo soy libre y defiendo al hombre. No compro tu feminismo porque yo soy como ellos; bueno no, tengo menos fuerza pero siempre he hecho lo que he decidido hacer y como yo montones de mujeres que admiran al varón que las acompaña. Y sé también que muchas mujeres a las que no han educado y no pueden elegir todavía viven debajo de la zapatilla del macho; y sé que algunas han llegado muy alto porque se acostaron con el que decidía; y sé que mujeres contra mujeres pueden llegar a hacerte las peores faenas; y sé que la mayoría de los hombres son nobles, impecables, amantes, amigos, maravillosos compañeros, estupendos hermanos, amadísimos padres. No sé, pero la tuya no ha sido una historia para ser contada. Llevabas un mes callada y has aprovechado el tema Rubiales para estar en el candelabro. Dale una pensada que entonar el mea culpa, a veces no es negativo, todos nos equivocamos. Yo, la primera, pido perdón, pierdo y me meto en mi rincón. Mira a ver si ponéis encima de la mesa a la educación que es lo que falta para no seguir enterrando señoras.
Con Dios.