Alejandro Mardjanian para Prensa Social
Hace 30 años, un diagnóstico de infección por VIH era casi una sentencia de muerte. Sencillamente, no existía ningún tratamiento eficaz. Este peligroso virus se instalaba en las células inmunitarias humanas y al multiplicarse sin control, destruía estas células, provocando el desarrollo del SIDA. Nadie sabía cómo elude el sistema inmunitario. Afortunadamente la situación empezó a cambiar a finales de los años 90 y hoy en día se ha transformado radicalmente. Los modernos fármacos antirretrovirales inhiben la multiplicación del VIH. Si la terapia antirretroviral se administra correctamente, el nivel del virus desciende prácticamente a cero. Pero todavía no existe cura para el VIH.
La principal razón por la que la infección por VIH sigue siendo incurable, es la incapacidad de los fármacos para afectar a las copias del virus que se esconden en las células «durmientes», los llamados reservorios del VIH, uno de los cuales es la médula ósea humana. El año 2023 trajo noticias esperanzadoras sobre los avances en el tratamiento del virus de la inmunodeficiencia humana. Durante el mes de marzo iré desvelando las últimas informaciones que permiten ser optimistas: parece que estamos más cerca para dar un salto cualitativo que puede acabar con el VIH. Y en parte, también, gracias a la inversión que se hizo para frenar el COVID-19 y los avances en lucha contra leucemia.
Pero en vísperas del 8 de marzo, el Día Internacional de la Mujer, quiero homenajear a la viróloga molecular que proporcionó conocimientos fundamentales sobre el VIH: la doctora Flossie Wong-Staal. Ella fue la primera científica que logró clonar el virus, descubrir su composición genética, descifrar su estructura y averiguar qué mecanismos utiliza el VIH para invadir el sistema inmunitario. Su enorme contribución científica demostró cómo este virus causa el SIDA y permitió crear la innovadora metodología para su temprana detección y eficaz tratamiento.
La historia personal de la doctora Flossie Wong-Staal es tan admirable que merece una detallada mención. Nacida en 1946 Guǎngzhōu, con seis años de edad se trasladó con su familia a la isla de Hong Kong, entonces bajo jurisdicción británica, huyendo del triunfo de la revolución comunista en China. Ahí asistió a un colegio femenino dirigido por monjas estadounidenses. Se enamoró de la poesía y de la ciencia. A los 18 años dudó si debe estudiar literatura o ciencia, y finalmente decidió estudiar biología molecular en la Universidad de California en Los Ángeles. Sus profesores le aconsejaron que tradujera su nombre al inglés. A ella no le gustó la idea y su padre le sugirió adoptar el seudónimo «Flossie», nombre dado a una tormenta tropical que asoló las cercanías de Hong Kong.
En 1972, Wong-Staal se doctoró en biología molecular y un año después se trasladó a Maryland para trabajar en el Instituto Nacional del Cáncer. Se incorporó al equipo del virólogo Robert S. Gallo. En los 17 años siguientes se convirtió en jefa del Laboratorio de Biología de Células Tumorales y en una de las investigadoras más destacadas del NIH. En 1990, la revista Scientist la nombró la mujer más citada de la ciencia en la década de ochenta. Entre 1980 y 1990 ella se centró en estudiar la diversidad genética del VIH y prestó especial atención al papel de los genes y proteínas individuales para comprender mejor el desarrollo del SIDA. En 1990, la Dra. Flossie Wong-Staal abandonó la red NIH y regresó a California trasladándose a la Universidad de San Diego, donde dirigió el Centro de Investigación sobre el SIDA para seguir explorando enfoques de terapia génica como terapia antirretroviral. También ha sido emprendedora. Fue cofundadora de una exitosa start-up biomédica iTherX, dedicada al desarrollo de nuevos tratamientos para la Hepatitis C. Más tarde se convirtió en su jefa científica y vicepresidenta.
Toda su vida la doctora Flossie Wong-Staal ha estado a la vanguardia de la investigación molecular del virus de la inmunodeficiencia humana. En aquella época este era un mundo casi exclusivo de hombres. Ella, siendo mujer e inmigrante, no solo aguantó la dura competencia, también demostró su excepcional valía. El feminismo de los hechos. Por aquel entonces, la mayoría de los científicos de la vieja escuela no creían en la existencia de los retrovirus humanos y los llamaban “virus del rumor humano”. No era un ambiente muy agradable para promover la innovación, pero su jefe eligió a ella para trabajar juntos en el momento más crucial de sus carreras científicas. El Dr. Gallo descubrió el primer retrovirus humano causante de la leucemia HTLV-1. Y para este descubrimiento la doctora Wong-Staal realizó un análisis molecular. Desde entonces la investigación sobre retrovirus adquirió una relevancia extrema y el Dr. Gallo y el virólogo francés Luc Montagnier recibieron posteriormente el Premio Nobel por sus contribuciones pioneras.
Antes de fallecer en 2020, la doctora Flossie Wong-Staal también recibió numerosos y prestigiosos premios. Ha sido miembro de la Academia Nacional de Medicina de los EE.UU. e ingresó en el Salón Nacional de la Fama de la Mujer. Pero creo que el mejor premio para ella fue saber que con su trabajó ha salvado a millones de personas en todo el mundo: precisamente basándose en sus investigaciones sobre la variabilidad genética del VIH ha sido posible desarrollar los medicamentos que han convertido esta enfermedad mortal en una enfermedad crónica. Tal vez sabiéndolo se puede alcanzar con mayor claridad la filosófica profundidad de uno de sus poetas favoritos, Noel Choi:
“No cry heard, no voice calling
The river flows ever onwars in its flowing»
Alejandro Mardjanian Petrosian
Columnista divulgador de la I+D+i. CEO de Universal Knowmad