Compleja y con tendencia a abrirle las puertas a otras patologías, la obesidad es un problema de salud que, empero, deja predecir sus secuelas.
¿Sabía que existen ciertos genes que pueden anticiparse y predecir las complicaciones de la obesidad? Dificultades que difieren perceptiblemente, además, sujeto y dependiente al sexo de quien sufre este trastorno alimenticio. O así lo ha afirmado un equipo de investigadores de la Universidad de Chicago, en Estados Unidos.
Obesidad y su papel perjudicial en el organismo
De todos es sabido que la obesidad causa muchos problemas de salud, sin olvidar que empeora varias dolencias crónicas, como es el caso de las enfermedades cardiovasculares o de la diabetes tipo 2. No obstante, la ciencia también ha evidenciado que algunas personas con obesidad acumulan una predisposición mayor a sufrir más complicaciones que otras. Un problema que los científicos llevan tiempo enfocando desde la genética, dicho sea de paso, escarbando e identificando cuáles son los que inducen a las personas a padecer estas afecciones y, por tanto, descubrir a tiempo esos genes que pueden incrementar el riesgo.
¿Cuál es el problema?
Lo difícil que ha sido y sigue siendo mantener un seguimiento sobre todas estas pistas, ciertamente, ya que es un pack de variantes acumulados en decenas de cantidades y hasta en cientos. Pero el presente trabajo, respaldado por la Fundación Novo Nordisk y difundido hace poco por la revista ‘Nature Genetics‘, viene a demostrar que existe una caracterización del impacto de una mayor relación cintura-cadera.
Se trata de una variante genética de la obesidad, directamente vinculada a una medida de la grasa abdominal, que además es muy necesaria en los seres humanos para la formación de sus células adiposas, esas encargadas de confeccionar el tejido adiposo. Según los investigadores, esta variante también está muy vinculada a niveles más altos de colesterol en la sangre, generando asimismo más triglicéridos en las mujeres que en los hombres.
Una característica que, asimismo, contribuye a que la grasa se acumule de manera excesiva, dando pie a la obesidad; y sugiriendo en sus patrones genéticos que contar con genes similares bien podría significar conducir a diferentes patrones de distribución de la grasa y, por ende, al riesgo de enfermedades relacionadas con la obesidad, al menos en las mujeres.
«Pensamos en la obesidad como enfermedad primaria o fuente de morbilidad; pero lo que en realidad hace la obesidad, es que favorece la aparición de enfermedades cardiovasculares y metabólicas como la diabetes, los infartos de miocardio y la hipertensión», tal y como explicó a este respecto Marcelo Nobrega, autor principal del estudio y doctor catedrático de Genética Humana de la Universidad de Chicago.
«Todas ellas están relacionadas, pero lo desconcertante es que no todas las personas obesas desarrollan este tipo de complicaciones».
Cuando algunos ejes independientes de plasticidad fenotípica llegan a definir los distintos subtipos de la obesidad en una lectura genómica
Cabe aclarar, en este punto, que el modo en que la grasa se distribuye por todo el cuerpo es una forma de prever el posterior desarrollo de enfermedades, un punto que los científicos del ensayo recalcaron entre sus conclusiones. Así, una mayor cantidad de grasa en el abdomen y en torno a los órganos vitales, por ejemplo, está vinculado a la inflamación y a una mayor resistencia a la insulina, mismamente; un factor que igualmente expone a la persona a un mayor riesgo a sufrir ictus, desarrollar insuficiencia renal y/o padecer alguna enfermedad cardiovascular.
Hablamos de una cantidad de grasa abdominal que suele medirse por el cociente cintura-cadera, por cierto, dividiendo en el proceso la medida de la cintura de una persona por la medida de su cadera. Ahora bien, ¿qué se considera saludable, en esta medición? Cuando la proporción resultante es igual o inferior a 0,99 en los hombres, mientras que la cifra debe rondar los 0,90 o menos al tratarse de las mujeres.
Durante su investigación, Nobrega y su equipo realizaron varios estudios de asociación del transcriptoma completo (TWAS), comparando en esta fase los genomas pertenecientes a cientos de individuos, a fin de reconocer tanto los genes relacionados con la obesidad, por un lado, como identificar un mayor cociente cintura-cadera, por otra parte.
A juicio de los autores del ensayo, se trata de una proporción sexualmente dismórfica; y es que el rasgo, si bien aparece en ambos sexos, muestra índices diferentes entre hombres y mujeres. Con todo, este análisis genético reveló 91 genes, nada menos, cada uno de los cuales fomenta la regulación de la distribución de la grasa, aunque esto tiende a ocurrir principalmente en las mujeres.
Con todo, buena parte de las variantes genéticas asociadas a estos genes no tienen la capacidad de alterar la secuencia de los genes que codifican las proteínas, según los investigadores, explicando que la mayoría se producen en regiones no codificantes que, a juzgar por lo que consideran, son los que controlan dónde y cuánto se expresa un gen.
«Antes suponíamos que la mayoría de ellos eran yacimientos arqueológicos de batallas que tuvieron lugar en el pasado, entre nuestro genoma y el de los virus», detalló Nobrega.
«Con los años la gente empezó a darse cuenta de que muchas de estas secuencias de ADN procedentes de virus han pasado a ser funcionales en el genoma humano».
La obesidad y los patrones genéticos del reparto corporal de su grasa
Por otra parte, el facultativo aclaró que, en los seres humanos, los “genes saltarines” pueden haber modificado los patrones de distribución de la grasa, en una alteración que puede haber entrañado implicaciones para la salud metabólica de las mujeres. Conscientes de esto y ya en otra fase posterior, los científicos centraron su investigación en el gen SNX10, al ser este el más asociado con la proporción cintura-cadera, aunque solo en las mujeres. ¿qué descubrieron con todo esto?
Valiéndose de un modelo de ratón, se percataron de que el SNX10 puede controlar la capacidad de esas células grasas llamadas adipocitos, a fin de acumular lípidos y depósitos de grasa. Es más, cuando el equipo involucrado en el ensayo eliminó la SNX10 de los adipocitos, las hembras no se volvieron obesas, ni siquiera al seguir una dieta rica en grasas, algo que sin embargo no ocurrió con los ratones macho.
Hurgando en la base de datos GWAS del Biobanco del Reino Unido, los investigadores estudiaron más de 700.000 genomas, y gracias a ello se percataron de que el SNX10 está relacionado con una mayor proporción cintura-cadera en las mujeres, curiosamente; un gen que está vinculado a niveles más altos de colesterol y de triglicéridos, dicho sea de paso, dos factores muy asociados con las enfermedades cardiovasculares.
«Hemos identificado un gen, entre los cientos que intervienen en la acumulación de grasa o la obesidad, que tiene más probabilidades de causar complicaciones y, curiosamente, lo hace sobre todo en las mujeres», concretó Nobrega, asegurando a renglón siguiente que, de hecho, tal era el objetivo que buscaban.
El futuro de esta investigación sobre la obesidad, en cualquier caso, pasa por profundizar en la biología de SNX10 y en la de otros genes similares, según afirmó Nobrega, para así entender cómo dichos genes tienen estos efectos sobre el metabolismo de las personas. En este sentido, el cerebro pensante máximo del ensayo asegura que, de llegar a conseguirlo, algún día podrían convertirlo en diana para el tratamiento de la obesidad.
«Tenemos demasiados genes asociados a enfermedades, y uno de los retos es cribarlos, y encontrar los que tengan más probabilidades de ser objetivos creíbles», defendió el científico, apostillando después que «ahora, creemos que el camino que nos llevó a encontrar SNX10 es una buena forma de identificar otros genes que probablemente sean susceptibles de desarrollo terapéutico».