La jornada de puertas abiertas en Cambridge 

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La Universidad de Cambridge no necesita ninguna presentación. Junto con su Parque Científico y el Parque de Negocios forman parte del principal eje de la I+D+i del Reino Unido, llamado también el Silicon Valley europeo. Durante el mes de marzo he tenido la oportunidad de visitar este importante ecosistema mundial de innovación, entrevistarme con Jane Hutchins, Directora del Parque Científico de Cambridge, también con el doctor David Chaplin, Director de TusPark UK y Gerente del Centro de Bioinnovación, varios directivos de empresas del sector médico y biotecnológico instaladas ahí y con destacados expertos como Professor Dipak Ramji, Director Adjunto de la Escuela de Biociencias de la Universidad de Cardiff y el Dr Ying-Jie Wang, Presidente de la Asociación de Ciencias de la Vida de la Universidad de Oxford. Ellos vinieron a las jornadas para compartir sus opiniones sobre el futuro que nos ofrecen las últimas tecnologías mejorando nuestra calidad de vida y nuestra salud: desde la secuenciación masiva de la ADN hasta la implantación de IA en análisis de datos e implantes inteligentes. 

Entre muchos y muy interesantes temas tratados durante las jornadas de puertas abiertas en Cambridge, particularmente a mí me interesaba la combinación de la inteligencia artificial y los beneficios terapéuticos potenciales de los neurochips implantados en el organismo humano. La exploración de diversas teorías en el campo de la IA y la conciencia humana nos abren posibilidades infinitas. Pero también grandes desafíos. Su uso generalizado en el futuro no tan lejano nos obliga a plantear una regulación adecuada para marcar muy bien los límites de su uso. Solo imaginase el abanico del suculento negocio: desde la venta de datos sensibles y tecnologías de control de la conducta humana, hasta secuencias de casi ciencia ficción cuando en un futuro en el que la inteligencia artificial nos supere en determinados campos el trabajo la gente podría verse obligada a usar neurochips para optar por un empleo. La sociedad debe reflexionar sobre las consecuencias médicas, científicas, éticas, filosóficas y jurídicas de la difusión masiva de tales tecnologías.

Cuanto más datos sobre el cerebro adquieren los científicos cognitivos, más parece que, desde un punto de vista práctico, el cerebro se representa mejor como un sistema para procesar información, y que todas las funciones del pensamiento son de naturaleza computacional. La teoría computacional de la mente se ha convertido en una especie de paradigma de investigación en la ciencia cognitiva, no exenta de polémica. Esto no significa que el cerebro tenga la arquitectura de un ordenador. Tampoco que la conciencia puede explicarse desde una posición computacional. Sólo afirma que, si podemos teóricamente sustituir partes de un cerebro biológico, el resultado híbrido tendrá consciencia y funcionará como un cerebro «normal». A pesar de que los beneficios terapéuticos potenciales de los neurochips implantados en el cerebro son impresionantes, todavía nadie puede responder con absoluta certeza: ¿cómo se sentiría usted realmente después de una operación así? ¿Igual que antes, tal vez de alguna manera diferente? ¿Cambiará la calidad de nuestra conciencia? ¿Y nuestra percepción? ¿Se hará alguna vez? 

Es importante preguntarse ahora: ¿la implantación de los neurochips en el cerebro humano con fines terapéuticos nos llevará algún día a la creación de isomorfos? ¿Es la hibridación de un cerebro biológico con componentes de IA contraria a las leyes de la naturaleza? ¿Alcanzará algún día la humanidad un nivel técnico suficiente para su creación? 

Quizá lo averigüemos pronto, cuando los médicos empiecen a utilizar implantes basados en la IA en las partes del cerebro responsables de la recuperación de las perdidas capacidades auditivas, visuales, motóricas. Será un gran avance que devolverá felicidad a muchas personas. Tras la publicación de un vídeo de un mono jugando a un juego de ordenador con un chip implantado, hemos visto que los avances de Neuralink (la empresa estrella de Elon Musk) son significativos en este campo. Este asunto está ahora bajo investigación en  EE. UU. por posibles violaciones al bienestar animal. Precisamente la Declaración de Cambridge sobre la Consciencia dice que «el peso de la evidencia indica que los humanos no somos los únicos en poseer la base neurológica que da lugar a la consciencia. Los animales no humanos, incluyendo a todos los mamíferos y aves, y otras muchas criaturas, entre las que se encuentran los pulpos, también poseen estos sustratos neurológicos”. 

Pero Musk asegura que en 2023 podría hacer su primera prueba con humanos. Parece plausible que tal procedimiento, si se lleva a cabo, dé como resultado que la conciencia sintética parcial hibrida no es solo posible conceptualmente, también es viable en términos prácticos. 

La historia de la ciencia nos ha enseñado que no existen tabús. Tarde o temprano alguien intentará convertir a un humano en una IA consciente mediante sucesivos refinamientos y sustituciones de neurochips por componentes más sofisticados. Afortunadamente la neurociencia confirma que se requeriría mucho más que fabricar unas cuantas prótesis neuronales. Desarrollar un isomorfo o una prolongación inmortal de nuestro “yo” requiere avances científicos a una escala que permitiría sustituir todas las partes del cerebro por componentes artificiales. Además, para cuando se desarrolle esta tecnología, es más probable que la gente prefiera potenciarse a sí misma antes que convertirse en isomorfos eternos de su pasado. Aunque el deseo de alcanzar la inmortalidad nos llevará inevitablemente por los caminos equivocados. 

De momento es poco probable que los avances científicos de las próximas décadas den lugar a los implantes cerebrales que reproduzcan con exactitud las funciones computacionales de grupos de neuronas. Una de las razones por las que esto puede no ser factible es que las experiencias conscientes pueden depender de las propiedades mecánicas cuánticas del cerebro. Si este es el caso, la ciencia nunca tendrá la información cerebral que necesita para crear una réplica cuántica real de su personalidad, porque las limitaciones cuánticas de la medición de partículas no nos permitirán conocer las propiedades cerebrales exactas necesarias para crear un isomorfo real. Afortunadamente. Sobre esto os contaré en mí próxima publicación: la continuación de que podemos aprender y crear con nuestra imaginación son nuevas y diferentes formas de vivir. 

Alejandro Mardjanian Petrosian. 

Columnista divulgador de la I+D+i. CEO de Universal Knowmad.

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