Presente en 127 países y en más de 210.000 personas, la bacteria de la lepra ha recurrido a la pandemia de la covid-19 como trampolín para no dejarse erradicar.
Con motivo de la celebración del Día Mundial contra la Lepra, hoy, 29 de domingo y como cada último domingo de enero, la lepra ha vuelto a saltar a la palestra de la visibilidad y conciencia social; y es que, aunque la enfermedad lleva décadas con un tratamiento reconocido que lo combate, aún se producen de media 385 nuevos casos al día, tal y como evidencian las nuevas cifras.
Hablamos de una patología crónica que figura en la lista de Enfermedades Tropicales Desatendidas (ETD) de la Organización Mundial de la Salud (OMS), cuya aparición responde a una infección por el bacilo Mycobacterium leprae, germen descubierto en 1873 por el científico noruego Gerhard Armauer Hansen.
Así incrementa la lepra su incidencia por España y por el mundo
De cuatro casos registrados en 2021 a 10 nuevos positivos en 2022. El Registro Estatal de Lepra, adscrito al Instituto de Salud Carlos III (ISCIII) y con vinculación directa con el Centro Nacional de Epidemiología, ha notificado esta semana el conteo de 10 nuevos casos con esta infección, repartidos en ocho comunidades autónomas:
Andalucía, Cantabria, Comunidad Valenciana, Galicia, Murcia y La Rioja con un solo caso cada una, mientras que Asturias y las Islas Baleares sumaban cuatro juntas, dos cada una. Una decena que al finalizar el año favoreció a que en total hubiera 19 personas en tratamiento.
De hecho y según nuevos datos de la OMS pertenecientes al 2021, último año del que se tienen informaciones oficiales, los casos confirmados de lepra han aumentado un 10 por ciento en todo el mundo, amparados por la reducción de la vigilancia del Coronavirus, llegando a reconocer 140.594 nuevos positivos a nivel internacional.

La cifra, que supone un aumento del 10 por ciento respecto a los 128.405 del 2020, viene a ratificar la denuncia de la OMS y otras entidades, sobre cómo la pandemia ha ocultado la extensión de la lepra por el mundo, retrasando su tratamiento; y es que tanto el virus SARS-CoV-2 como la posterior laxitud de sus reglas de contención, han contribuido a que la infección bacteriana también aumente entre los menores de 15 años, regalándoles unas cuantas discapacidades asociadas.
Porque la lepra aún existe, es importante no dejar de luchar para alcanzar su total desaparición
Este aumento de detecciones de la lepra en 2021 responde ante todo al afloramiento de casos no detectados durante 2020 en los meses de confinamiento que se decretaron en la pandemia del covid-19, según la OMS, si bien la detección también se debe a la concentración de los recursos sanitarios en el tratamiento de las personas afectadas por el virus.
«El probable aumento de casos no detectados puede comprometer aún más el estado de discapacidad de los pacientes y favorecer la transmisión continuada», tal y como hizo ver el organismo sanitario de la ONU en un informe publicado en su revista ‘Weekly Epidemiological Record’. Un aspecto desfavorecedor que la Federación Internacional de Asociaciones contra la Lepra (ILEP, por sus siglas en inglés) no ha dudado en respaldar.
En este sentido, las declaraciones de Yolanda Sanchis, directora de Sensibilización y Voluntariado de Fontilles, fundación miembro de ILEP, por cierto, arrojan más luces de entendimiento a este aspecto, al apuntar que se dejaron de hacer campañas de prevención y detección contra la lepra durante la pandemia, lo que favoreció que muchos recursos acabaran desviándose a la emergencia sanitaria que representaba el virus corona.
«Por eso ahora estamos diagnosticando a más personas y con más discapacidades», resumió esta portavoz. A su entender, en los próximos años será necesario «reforzar el trabajo para llegar a todas las personas que han quedado sin diagnosticar y evitar el empeoramiento de las discapacidades producidas». A esta lluvia de contratiempos se suma asimismo las recaídas contabilizadas, las cuales han pasado de 2.990 a 3.201 registros, nada menos.
Ello implica un incremento del 7,1 por ciento, por un lado, así como la total evidencia de que aún persisten fallos en la vigilancia de la evolución del tratamiento desde algunos sistemas nacionales de salud, por otra parte. Tal es la razón principal, de hecho, por la que la entidad puso en marcha hace poco ‘Cero lepra es posible’, una campaña con la que busca concienciar sobre la posibilidad de acabar con esta infección, a fin de que nadie sufra las consecuencias físicas y sociales de una enfermedad tan discriminatoria y desatendida, máxime cuando se puede prevenir y curar.
¿Qué es la lepra y en qué consiste su tratamiento?
La infección de esta bacteria puede atacar a cualquier persona, no importa el sexo ni la edad, regalándole unos síntomas que pueden tardar hasta 20 años en aparecer, tras un periodo de incubación de tres años.
La lepra afecta a la piel y a los nervios, fundamentalmente, siendo las manchas pálidas en el cutis el primero de sus síntomas, junto al entumecimiento de los dedos de manos y pies. Señales que pueden ocasionar lesiones progresivas y permanentes de la piel y de los nervios, amén de en las extremidades y en los ojos; algo que ocurre cuando la enfermedad no se trata en fases tempranas, así como una parálisis y otras discapacidades irreversibles.
Cabe añadir, por último, que actualmente la OMS dispensa gratuitamente el tratamiento de la lepra desde hace más de 40 años (desde 1982, para ser exactos); se llama Poliquimioterapia (MDT), y consiste en la toma de dos pastillas diarias durante un año o en seis meses en los casos menos graves; un par de tomas que en realidad combinan tres fármacos: dapsona, rifampicina y clofazimina. Sirven para eliminar la bacteria del organismo, primero, logrando que la enfermedad deje de ser contagiosa desde la toma de la primera dosis; y para impedir el posterior desarrollo de alguna discapacidad, después, siempre y cuando se suministre a tiempo, por supuesto.