Hoy es el Día Mundial de la leucemia mieloide crónica, aunque la mejor noticia sobre esta enfermedad es que sí existen modos para controlarla. ¿Cuáles son?
Se dice que los avances en las terapias de la leucemia mieloide crónica (LMC) han contribuido significativamente a disminuir el riesgo de que la dolencia evolucione a algo peor. Datos más actuales, de hecho, señalan que este mal puede llegar a controlarse, siempre que se consulte temprano con los especialistas, por supuesto, y que se cumpla con el tratamiento prescrito, cómo no.
Pero ¿qué es la leucemia mieloide crónica?
Progresiva, oncohematológica, crónica, y con unos síntomas muy identificativos que aparecen con el tiempo, se trata de una enfermedad muy poco frecuente que empieza en la médula ósea secundaria, desde donde comienza a multiplicar descontroladamente las células, afectando negativamente el proceso en el que estas pasan al torrente sanguíneo.
La selección de su día Mundial responde al número y par de cromosomas que originan la enfermedad (9&22), en esencia aunque su periodo latente varíe de un individuo a otro, diferenciándose entonces de la leucemia aguda en la cantidad de tiempo en que sus síntomas tardan en manifestarse, básicamente.
Este tipo de cáncer, planteado en las células primitivas y productoras de sangre, representa el 15 por ciento de los casos de leucemia que se diagnostican al año, aproximadamente y según cálculos estimados.
En cualquier caso, el tratamiento de la leucemia mieloide crónica tiene como objetivo principal conseguir que la enfermedad no derive en leucemia aguda.
Para ello, basa su diagnóstico en la realización de un análisis de sangre que verifica el aumento del número de glóbulos blancos maduros, por un lado, y evidencia la detección de la alteración del cromosoma Filadelfia, por otra parte, cuya alteración se origina por un intercambio de material genético entre los cromosomas 9 y 22.
Cuando los nuevos tratamientos dan el sí quiero a la esperanza de vida
2001 supuso un antes y un después en la historia médica de esta patología, rompiendo la tendencia, hasta entonces reiterada, del pronóstico poco alentador, suscitado por elevadas tasas de progresión, que en pocos años derivaba a una forma aguda de leucemia.
Pero fue aprobarse en ese mismo año la primera droga de la familia de los inhibidores de la tirosina quinasa, proteína responsable de la proliferación desmedida de los leucocitos o glóbulos blancos y demás glóbulos de la sangre, para empezar a presenciar cómo el panorama de la enfermedad cambiaba, paulatina pero perceptiblemente.
Tanto es así, que actualmente se dispone de varios fármacos y de diversas líneas de tratamiento para ayudar a los diagnosticados a luchar contra su leucemia mieloide crónica; terapias dirigidas esencialmente para tratar las lesiones producidas a nivel celular.
Después de todo, hablamos de una enfermedad que exige un abordaje multidisciplinario para conseguir que sus medicamentos susciten índices de sobrevida relativa bastante similares a los de la población general.
A la caza de este objetivo, los especialistas han vuelto a aprovechar el marco del Día Mundial de la leucemia mieloide crónica para subrayar la importancia de aplicar una consulta temprana de esta enfermedad, advirtiendo la necesidad de reaccionar a tiempo ante los primeros síntomas; y ratificando asimismo que la adherencia de los aquejados al tratamiento recetado es también otra clave muy importante para alcanzar los mejores objetivos terapéuticos posibles.
Algo que también ocurre con el cumplimiento de las indicaciones médicas sobre las conductas vinculadas al estilo de vida, por un lado, y a la toma de la medicación recetada en tiempo y forma, por otra parte; sin olvidar realizar los controles periódicos necesarios, monitorizar el grado de control que se va logrando, y hasta recibir el adecuado acompañamiento y educación de esta patología por parte de las asociaciones.
«Es importante estar alerta porque los síntomas pueden pasar inadvertidos al inicio», hizo ver la doctora Alicia Inés Enrico, jefa de servicio de Hematología del Hospital Ricardo Gutiérrez de La Plata, en Argentina.
«A veces, la fatiga o el cansancio se atribuyen a otra causa. Además, al inicio los pacientes pueden ser más asintomáticos. Ante cualquiera de los síntomas mencionados, es recomendable realizar una consulta».
Ahora bien, ¿cuáles son esas primeras señales, exactamente?
Tanto la fatiga y el cansancio como la debilidad y la fiebre constituyen los primeros regueros de advertencia de la leucemia mieloide crónica, junto a los dolores articulares, los sudores nocturnos, la aparición de hematomas o moretones sin razón aparente, e incluso la sensación de que a uno le crece el abdomen; percepción que, dicho sea de paso, responde más bien al agrandamiento del bazo.
El promedio de esta enfermedad sitúa su aparición a partir de los 50 años, si bien la media de su diagnóstico está en torno a los 64, pudiendo no obstante afectar también a personas jóvenes. Y es que, aunque esta leucemia tiene debilidad por los adultos mayores, tampoco le hace ascos al resto de las franjas de edad, y puede aparecer en cualquier momento de la vida.
Pero ¿sabía que la prevalencia de este subtipo de cáncer aumenta con el tiempo?
Así lo indican los especialistas, señalando que ello se debe a que los pacientes logran vivir muchos años, gracias al amplio espectro de tratamientos disponibles, consiguiendo que muchos de ellos tengan una vida casi normal.
«La calidad de vida del paciente es fundamental», reflexionó Enrico, justificando esta opinión en la tendencia de esta patología a ser crónica. «La persona tiene que estar informada para poder decidir y, en ese sentido, hay dos aspectos centrales: el diálogo y la confianza entre el médico y el paciente, y el acercamiento a las organizaciones de pacientes que están preparadas para acompañar en otros aspectos vinculados a la enfermedad», abundó la facultativa, remachando a renglón siguiente que «hoy, un porcentaje de pacientes muy elegidos tienen una opción de dejar el tratamiento y estar sin enfermedad».