Miguel Díez R. El Viejo Profesor
La épica con los cantares de gesta es el género más característico de la Edad Media. Eran narraciones en verso, de carácter heroico que tenían por objeto relatar o cantar la vida de personajes importantes, sucesos notables o acontecimientos de la vida nacional que merecieran ser divulgados.
La mayoría de las gestas medievales castellanas se han perdido debido a su carácter de literatura oral. El único que ha llegado hasta nosotros, casi completo, es el Cantar de Mío Cid.
Sobre el origen, estilo y función, sólo un pequeño resumen.
El origen: cada canto conservado es el resultado de una voluntad artística sumada a una tradición oral, que arranca de una realidad histórica más o menos fantasiosa. El proceso que va del hecho histórico al cantar de gesta es oscuro y difícil de explicar.
Estilo: la épica se desarrolla en tensión entre lo culto de su origen y lo popular de su público, y entre la belleza y la comunicación; de ahí que su lenguaje sea sencillo y sobrio, pero fuertemente expresivo, y que el juglar utilice técnicas que aportan viveza al cantar: series indefinidas de versos irregulares, separados con cesura, y rima asonante; diálogos, fórmulas deícticas, comparaciones, paralelismos, etc.
Función: Carácter informativo, de propaganda o exposición política, pero también servía como deleite, para distraer al pueblo.
En la transmisión oral de la épica medieval el gran personaje es el juglar.
Eran artistas anónimos de vida errante, y ambulantes, que durante la Edad Media participaba en espectáculos dirigidos al público – en plazas, pueblos y castillos- para divertir y difundir, con prodigiosa memoria, relatos guerreros, especialmente cantares de gesta, o composiciones líricas. Estilísticamente, empleaban la irregularidad métrica y largas tiradas o series de versos con rima asonante, que al ser cantados por distintos juglares iban apareciendo las variantes en el texto oral recitado.
Pero, su actuación era mucho más compleja: combinaban los relatos guerreros, o hagiográficos, con bailes, comunicación de noticias, como si fuesen periodistas de la época, recitación de chistes, con frecuencia obscenos. Los había que usaban solo la voz; otros la acompañaban con instrumentos musicales -el laúd, la vihuela, el salterio– y, en definitiva, cuanto más divirtiesen al público, más monedas entraban en sus bolsas, pues vivían de esas actuaciones populares.
En Castilla la época de esplendor de los juglares fue en los siglos XIII y XIV, y tuvieron gran influjo en autores cultos como Gonzalo de Berceo y el Arcipreste de Hita.
Los juglares crearon la escuela poética llamada mester de juglaría frente al llamado mester de clerecía. Nos interesan, ahora, los llamados juglares épicos o juglar de gesta que son los que recrean para el pueblo obras anónimas recitadas -con o sin instrumentos musicales, ya lo he dicho- especialmente para realzar los valores de los héroes medievales: astucia, valentía, honor, fidelidad, ternura etc., en un momento crucial para la constitución de una comunidad.
Los temas predominantes de estos juglares épicos eran las gestas o hazañas de los héroes medievales más famosos. Su importancia fue crucial para la difusión de los cantares de gesta, como el Cantar de Mio Cid. Los temas principales eran las hazañas o conquistas de héroes, la honra, la traición, la infidelidad, el amor, frente al clérigo del Mester de clerecía que difunde con una finalidad didáctica-religiosa y moral. El mérito de la escuela poética a la que pertenecen los juglares es la creación de una nueva tradición de poesía narrativa -y también lírica- en la lengua castellana medieval.
El Cantar de Mío Cid
El más importante de los cantares de gesta españoles de la Edad Media y una de las obras clásicas de la literatura europea es el que por antonomasia lleva el nombre del héroe: el Mio Cid. Fue compuesto a finales del siglo XII o en los primeros años del siglo XIII por un autor que vivió en Burgos y a cuyo público va dirigido el poema. El único manuscrito conservado data del siglo XIV, firmado por un tal Per Abbat, un simple copista, y se conserva “como oro en paño” en la Biblioteca Nacional de Madrid.
El Cantar de Mío Cid, narra libremente la parte final de la vida de Rodrigo Díaz de Vivar, desde que inició el primer destierro en 1081 hasta su muerte en 1099. Se divide en tres partes o cantares: Cantar del destierro, Cantar de las bodas y Cantar de la afrenta de Corpes.
Hay dos tramas que se cruzan. La primera desarrolla el tema del deshonor, eje central de la obra, motivado por el injusto destierro del Cid quien se va engrandeciendo con sus victorias y las riquezas conseguidas, -culminadas con la conquista de Valencia- y el perdón del rey. En la segunda trama el héroe castellano sufre el deshonor derivado de la afrenta hecha a sus hijas en el robledal de Corpes, pero este hecho motivará que, al final, el Cid consiga la restitución y culminación de su honor.
En fin, todos los elementos del Cantar están perfectamente dispuestos en torno al tema principal y central: la recuperación de la honra del héroe.
No se puede obviar que otros muchos temas rodean e incluso, a veces, potencian el tema nuclear. Sólo destaco el tema de la integridad. El Cid es íntegro en sentido cristiano, feudal y social. Esta integridad le gana la adhesión de sus vasallos, y su generosidad y fidelidad le hacen recuperar el favor del rey. Es tierno y humano en el amor a su familia y a sus amigos, religioso, cortés, astuto, discreto y valiente en la lucha: un dechado o prototipo de nobleza heroica.
Y para terminar esta presentación, ¿qué se puede decir de la historicidad y realismo del Poema? Sabemos que gran parte de los personajes y hechos están atestiguados históricamente, pero sin ningún género de duda hay otra zona muy amplia de ficción, pues la intensa exaltación del héroe priva al texto de cierta imparcialidad y exactitud que, por otra parte, no era lo que pretendía el autor.
Otro de los valores atribuidos a nuestro Cantar es el realismo: las batallas, los lugares geográficos citados, las costumbres, vestidos y comida aparecen descritos con fidelidad. Y ese mundo de aquel siglo tan lejano el Cantar o Poema logra que sea para nosotros muy presente y atractivo en la lectura.
N.B. A propósito, mezclo algunos textos modernizados y otros en la lengua original castellana, limando algo la grafía.
[El Cid deja sus casas y tierras]
De los sus ojos tan fuertemente llorando, Tornaba la cabeza y estábalos catando. Vio puertas abiertas y postigos sin candados, Alcándaras vacías, sin pieles y sin mantos, Y sin halcones y sin azores mudados. Suspiró mío Cid pues tenía muy grandes cuidados. Habló mío Cid, bien y tan mesurado: ¡Gracias a ti, señor padre, que estás en alto! ¡Esto me han vuelto mis enemigos malos! |
[Presagio victorioso] Allí piensan aguijar, allí sueltan las riendas. A la salida de Vivar, tuvieron la corneja diestra, Y, entrando en Burgos, tuviéronla siniestra. Meció mío Cid los hombros y movió la cabeza:–¡Albricias, Álvar Fáñez, que echados somos de tierra! [Entrada en Burgos] Myo Çid Ruy Diaz por Burgos entraua. En su conpanna LX pendones leuaua: exien lo ver mugieres e uarones. Burgeses e burgesas por las finiestras son puestos. Plorando de los oios, tanto auyen el dolor. De las sus bocas todos dizian una razon: Dios, que buen vassalo si ouiesse buen sennor! |
[La ira del rey]
Le convidarían de grado, más ninguno no osaba;
El rey don Alfonso tenía tan gran saña;
Antes de la noche, en Burgos de él entró su carta,
Con gran recaudo y fuertemente sellada:
Que a mío Cid Ruy Díaz, que nadie le diese posada,
Y aquel que se la diese supiese veraz palabra,
Que perdería los haberes y además los ojos de la cara,
Y aún más los cuerpos y las almas.
Gran duelo tenía las gentes cristianas;
Escóndense de mío Cid, que no le osan decir nada,
El Campeador adeliñó a su posada.
Así como llegó a la puerta, hallola bien cerrada;
Por miedo del rey Alfonso que así lo concertaran:
Que si no la quebrantase por fuerza, que no se la abriesen por nada.
Los de mío Cid a altas voces llaman;
Los de dentro no les querían tornar palabra.
Aguijó mío Cid, a la puerta se llegaba;
Sacó el pie de la estribera, un fuerte golpe le daba;
No se abre la puerta, que estaba bien cerrada.
Una niña de nueve años a ojo se paraba:
-¡Ya, Campeador, en buena hora ceñisteis espada!
El Rey lo ha vedado, anoche de él entró su carta
Con gran recaudo y fuertemente sellada.
No os osaríamos abrir ni acoger por nada;
Si no, perderíamos los haberes y las casas,
Y, además, los ojos de las caras.
Cid, en el nuestro mal vos no ganáis nada;
Mas el Criador os valga con todas sus virtudes santas.
Esto la niña dijo y tornose para su casa.
Ya lo ve el Cid que del Rey no tenía gracia.
Partiose de la puerta, por Burgos aguijaba;
Llegó a Santa María, luego descabalga;
Hincó los hinojos, de corazón rogaba.
La oración hecha, luego cabalgaba;
Salió por la puerta y el Arlanzón pasaba;
Cabo esa villa, en la glera posaba;
Hincaba la tienda y luego descabalgaba.
Mío Cid Ruy Díaz, el que en buena hora ciñó espada,
Posó en la glera, cuando no le acoge nadie en casa;
Alrededor de él, una buena compaña.
Así posó mío Cid, como si fuese en montaña.
Vedado le han la compra, dentro en Burgos la casa,
De todas cosas cuantas son de vianda;
No le osarían vender ni la menor dinerada.
[Despedida del Cid]
– ¡Merced, oh Cid, barba tan cumplida!
Heme ante vos, yo y vuestras hijas,
Infantes son y de días chicas,
Con estas mis dueñas de quien soy servida.
Yo lo veo que estáis vos en ida
Y nos de vos nos hemos de partir en vida.
¡Dadnos consejo, por amor de santa María!
Inclinó las manos en la su barba bellida;
A las sus hijas en brazos las prendía;
Llegolas al corazón, que mucho las quería.
Llora de los ojos, tan fuertemente suspira:
-¡Ay, doña Jimena, la mi mujer tan cumplida,
Como a la mi alma, yo tanto os quería!
Ya lo veis que a partir nos hemos en vida;
Yo iré y vos quedaréis retenida.
¡Plega a Dios y a santa María,
Que aun con mis manos case estas mis hijas,
O que dé ventura y algunos días vida
Y vos, mujer honrada, ¡de mí seáis servida!
[Crece la compaña del Cid]
Gran yantar le hacen al buen Campeador.
Tañen las campanas en San Pedro a clamor.
Por Castilla, oyendo van los pregones;
Cómo se va de tierra mío Cid el Campeador;
Unos dejan casas y otros honores.
En ese día, en el puente del Arlanzón,
Ciento quince caballeros todos juntados son;
Todos demandan por mío Cid el Campeador.
Martín Antolínez con ellos se unió.
Vanse para San Pedro do está el que en buen punto nació.
[La batalla]
A grandes vozes lama el que en buen ora nasco:
Ferid los caualleros por amor de caridad:
Yo so Ruy Diaz el Çid Campeador de Biuar.
Todos fieren en el az do esta Pero Vermuez.
Trezientas lanzas son, todas tienen pendones:
Sennos moros mataron, todos de sennos colpes.
A la tornada que fazen otros tantos son:
Veriedes tantas lanzas premer e alzar,
Tanta adagara foradar e passar,
Tanta loriga falsa desmanchar,
Tantos pendones blancos salir vermeios en sangre,
Tantos buenos cauallos sin sos duenos andar.
Los moros laman Mafomat: los cristianos sanct Yague.
Cayen en vn poco de logar moros muertos mill e CCC ya.
[Llegada a Valencia]
He aquí todos estos reciben a Minaya
Y a las dueñas y a las niñas y a las otras compañas.
Mando mío Cid a los que hay en su casa
Que guardasen el alcázar y las otras torres altas,
Y todas las puertas y las salidas y las entradas,
Y le trajesen a Babieca, poco hacía que le ganara;
Aún no sabía mío Cid, el que en buena hora ciñó espada,
Si sería corredor o si tendría buena parada.
A la puerta de Valencia, donde a su salvo estaba,
Ante su mujer y sus hijas, quería jugar las armas.
Recibidas las dueñas, con una honra extremada,
El obispo don Jerónimo adelante se entraba;
Allí dejaba el caballo, a la capilla se encaminaba;
Con cuantos él puede, que en los rezos se acordaran,
Sobrepellizas vestidas y con cruces de plata,
Salían a recibir a las dueñas y al bueno de Minaya.
El que en buena hora nació no lo retardaba:
Ensíllanle a Babieca, coberturas le echaban;
Mío Cid salió sobre él y armas de fuste tomaba;
Vistiose el sobremanto, luenga trae la barba;
Dio una corrida, ésta fue tan extraña;
Por nombre Babieca, el caballo cabalga;
Cuando hubo corrido, todos se maravillaban:
Desde ese día se preció Babieca en cuan grande fue España.
Al cabo de la corrida, mío Cid descabalgaba;
Se dirigió a su mujer y a sus hijas ambas.
Cuando lo vio doña Jimena, aprisa se le echaba:
–Merced, Campeador, ¡en buena hora ceñisteis espada!
Sacado me habéis de muchas vergüenzas malas.
Heme aquí, señor, yo y vuestras hijas ambas;
Con Dios y con vos buenas están y criadas.
A la madre y a las hijas bien las abrazaba;
Del gozo que tenían de los sus ojos lloraban.
Todas las sus mesnadas en gran deleite estaban;
Armas teniendo y tablados quebrantando.
[EL Cid con su mujer y sus hijas en el alcázar de Valencia]
Vos, querida e ondrada mugier, e amas mis fijas,
My corazon e mi alma,
Entrad comigo en Valençia la casa:
En esta heredad que uos yo he ganada.
Madre e fijas las manos le besauan:
A tan grand ondra ellas a Valençia entrauan.
Adelino Myo Çid con ellas al alcazar:
Ala las subie en el mas alto logar.
Oios velidos catan a todas partes:
Miran Valençia commo iaze la çibdad:
E del otra parte a oio han el mar.
Miran la huerta espessa es e grand:
Alzan las manos pora Dios rogar.
Desta ganancia commo es buena e grand,
Myo Çid e sus companas tan a grand sabor estan.
El yuierno es exido, que el marzo quiere entrar.
[El robledo de Corpes]
-Creedlo bien, doña Elvira y doña Sol,
aquí seréis escarnecidas en estos fieros montes.
…