La salud mental, en jaque por la dependencia de las redes sociales

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Las nuevas tecnologías tienen repercusiones en la salud mental y el bienestar emocional de quienes abusan de Internet.

Internet es una presencia constante y recurrente del día a día. Pese a ello, es un hecho contante y sonante que la población actual carece de formación y adiestramiento y enseñanza sobre el riesgo de las redes sociales y su uso seguro, especialmente entre los adolescentes y la población joven.

Pero la educación es primordial a la hora de potenciar las repercusiones positivas de las nuevas tecnologías, por un lado, disminuyendo a la par las secuelas negativas, visto que ambas pueden afectar a la salud mental e influir mucho en el bienestar emocional.

¿Dónde terminan las ventajas y empiezan las desventajas del uso de Internet?

Mientras los niños y los adolescentes de hoy en día son producto de un crecimiento entre paredes de tecnología digital, un colectivo que ha mamado la cibercomunicación, como quien dice, las personas adultas, maduros y mayores, son considerados «inmigrantes digitales»; una distinción que pone los cimientos de la llamada «brecha digital» entre generaciones.

Es decir, que donde buena parte de los adultos conservan la necesidad humana de intercambiar conocimientos con su entorno y relacionarse de cuerpo presente con la sociedad que le rodea y así adquirir nuevas habilidades que le motiven, los jóvenes se muestran más sensibles a los modelos de conducta desperdigados y difundidos en Internet y redes sociales. ¿Y por qué?

Dado que se encuentran sumergidos en un proceso continuo de construcción física, debido a su edad, principalmente, así como en una búsqueda continua de modelos psicológicos y sociales; algo que se ve aún más expuesto y vulnerable ante la coyuntura tecnológica en la que se han criado. Es más, el hecho de hallarse en una etapa de construcción de la autoestima, el autoconcepto, el autocontrol, la identidad propia y la preparación para el cambio representan otro ingrediente más en la receta de cómo afrontar mejor a las redes sociales sin sufrir en el proceso daños en la salud mental.

Según los expertos, el autocontrol del uso de Internet empieza cuando una persona, adolescente, joven o adulta, apuesta por una estrategia adaptativa, equilibrando su participación en línea con su colaboración con la vida offline, es decir, fuera de línea.

Esta opción permite priorizar actividades saludables, promover su salud mental, fomentar la adaptación de la persona al entorno que le rodea, explorar alternativas en la vida fuera de las pantallas… etc.

El problema aparece cuando las estrategias empleadas son más bien desadaptativas, es decir, cuando el trozo más grande del pastel de la participación y presencia de una persona cae en la bandeja de la vida online, manteniéndole enganchado a las redes sociales, por ejemplo, empujándole a comprobar cada dos por tres si ha recibido nuevas notificaciones.

Es ahí cuando empieza a producirse el uso abusivo de las nuevas tecnologías, cuando el gusanillo de la afición se convierte en una zarpa de dependencia.

Detectar de manera precoz estas señales de adicción es importante, pues solo así se podrá poner en marcha lo antes posible una intervención terapéutica de educación, y brindarle pautas para un funcionamiento más normal en el acceso y empleo de las nuevas tecnologías.

¿Pero cuáles son exactamente los efectos psicológicos del uso excesivo de la Red?

Como toda consumición apurada de manera adictiva, la utilización abusiva e inadecuada de toda tecnología, ya sean redes sociales o videojuegos y demás, pueden derivar en una lluvia de repercusiones psicosociales y desenlaces de salud mental, amén de empujar a un aumento de adicciones a sustancias tóxicas, lo que a su vez bien puede degenerar en un incremento o aparición de la obesidad o el inicio de sobrepeso.

Hablamos de resultados como la angustia y la rabia, la preocupación y la tristeza, la frustración y la irritabilidad y otras huellas percibidas a nivel emocional. A ello se suman los efectos negativos que promueven el ciberacoso, el grooming y el sexting, desde el estrés y el sentimiento de indefensión, por ejemplo, hasta el aislamiento y la disminución del rendimiento académico.

La lucha contra todos estos efectos psicosociales empieza por permanecer atento al rastro dejado por los propios adolescentes en sus redes sociales, siendo estos perfiles de Internet una buena mirilla para atisbar sus auténticos sentimientos, para conocer las emociones que no se atreven a decir cara a cara, para descifrar los mensajes de socorro lanzados veladamente y entre líneas, detectando en muchos casos las alteraciones que la persona sufre a nivel de salud mental.

Es por ello que la intervención de amigos cercanos resulta fundamental en la prevención contra el papel de Internet como acicate de un desequilibrio en la salud mental, así como pedir ayuda profesional, y más aún si se detectan pensamientos suicidas por los medios digitales.

Por otra parte, tanto las redes sociales como otros portales de Internet tienen una gran influencia en la percepción que un adolescente capta y construye sobre su identidad e imagen corporal, dado la cualidad de estos portales digitales para deformar y cosificar la imagen corporal.

Una capacidad que convierte a las nuevas tecnologías en un problema potencial que azuza este tipo de riesgos de salud mental y hasta de la conducta alimentaria, ya que no son pocos los jóvenes que se muestran más que expuestos y dispuestos a adoptar modelos de conducta poco saludables, que además generan problemas de salud mental y física.

Porque una población sin problemas de salud mental avanzará hacia una sociedad más sana y con mayor bienestar

De ahí la importancia de establecer estrategias de prevención efectivas entre la población y desde los propios sanitarios, psicólogos y otros profesionales de la salud, promoviendo en el camino los aspectos positivos de las nuevas tecnologías.

¿Como cuáles? Priorizar las relaciones presenciales, fomentar la vida saludable, fortalecer el uso seguro de la red en detrimento de los riesgos y de los factores no protectores, y enseñar a usar las redes sociales en línea, sin abusar de ellas.

Es importante asimismo brindar información sobre la temática, visibilizar los peligros, atender tempranamente y durante la infancia la salud mental, aumentar la cohesión en la familia, fomentar la autoestima, hacer prevalecer la educación que favorezca a la salud, e incentivar las relaciones sociales con otras personas de la misma edad o similar.

Y, cómo no, echar mano de los recursos del propio Internet, difundiendo por el mundo virtual todas las redes de apoyo que afronten esta problemática, ya esté hecho para adolescentes, familias, adultos o personas mayores.

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