Basadas en ácidos nucleicos esféricos, tanto la nanotecnología como la química aproximan a la realidad a una posible vacuna contra el cáncer, según un estudio.

La nanotecnología se está revelando como una herramienta muy útil para la medicina, ciertamente; y es que su empleo está obteniendo resultados muy positivos incluso en campos poco inexplorados, como es el terreno de la vacuna contra el cáncer.

De la química a la nanotecnología: un paso que la ciencia está dando en post de la Ingeniería Biomédica

En este sentido, un equipo de científicos de la Universidad Northwestern, en Estados Unidos, ha puesto sobre la mesa un interesante planteamiento en la creación de un suero anticancerígeno basado en la química, sí, aunque también en la nanotecnología. Hablamos de un enfoque cuya ventaja se haría sentir tanto en su capacidad de incrementar la potencia, como en hacer válida la fórmula a otras dolencias.

Cabe aclarar, antes que nada, que en todo desarrollo de vacunas no debe faltar ni los antígenos ni los adyuvantes, ya que son dos componentes fundamentales de la estrategia de inoculación farmacéutica, uno como ejército a desplegar y fortalecer, y otro como estimulante de la eficacia del antígeno administrado. En los sueros contra el cáncer, sin embargo, el diseño varía un poco, ya que muchas de ellas están concebidas a sabiendas para activar las células T citotóxicas, principalmente, la cual apenas representa una de las defensas contra una sola célula cancerosa. ¿El problema?

Que tales células tumorales están en constante mutación, siempre, lo que significa que fácilmente pueden escapar de la vigilancia de las células inmunitarias, condenando así a la vacuna a una rápida ineficacia; una condición que los investigadores del presente trabajo tuvieron en cuenta y en mente. ¿La solución a este conflicto? Hacerse con diferentes antígenos que reconozcan las diferentes mutaciones de la célula tumoral; un logro bastante complejo, a decir verdad, a menos que se resuelva el problema desde otro enfoque.

Puede decirse, en este sentido, que la investigación liderada por Chad Mirkin, ha sido capaz de desarrollar una nueva forma de aumentar significativamente la potencia de casi cualquier vacuna. Según cuenta este autor en el artículo divulgativo que difunde su trabajo desde la revista ‘Nature Biomedical Engineering’, tanto él como su equipo recurrieron a utilizar la química y la nanotecnología para cambiar la ubicación estructural de los adyuvantes y antígenos dentro de una vacuna; una variación que, sin embargo, aumentó considerablemente el rendimiento del suero.

Entrando en detalles, los resultados se basan en el efecto de la estructura de una nueva vacuna contra el cáncer probada en siete tipos diferentes de tumores malignos, entre los que destaca el cáncer de mama y el melanoma, el colorrectal y de próstata y el de cuello uterino.

Así es la nueva vacuna contra el cáncer de ácido nucleico esférico multiantígeno

La nanotecnología empleada es, definitivamente, la clave exacta de este avance contra el cáncer; y dentro de este punto, el papel preciso de los ácidos nucleicos esféricos (SNA, por sus siglas en inglés), dado que permiten determinar cuántos antígenos y adyuvantes se administran a las células, exactamente.

De igual forma, y tal y como señalan los investigadores, los SNA también abren la posibilidad de adaptar el modo en que estos componentes se procesan en las células, así como su velocidad; lo que a su vez impacta enorme y significativamente en la eficacia de la vacuna contra el cáncer. En este sentido, Mirkin lo tiene claro:

«Esta investigación muestra que la estructura de la vacuna y no solo los componentes, es un factor crítico para determinar la eficacia de esta: dónde y cómo colocamos los antígenos y el adyuvante cambia notablemente la forma en que el sistema inmunitario los reconoce y procesa».

Bautizado por Mirkin como vacunología racional, este interesante enfoque tiene como base el concepto de que la presentación estructural de los componentes de la vacuna, pensados para impulsar la eficacia, es tan importante como los propios componentes.

«Las vacunas desarrolladas a través de la vacunología racional entregan la dosis precisa de antígeno y adyuvante a cada célula inmunitaria», según aclaró Mirkin, añadiendo que ello hace que todas estén «igualmente preparadas para atacar las células cancerosas. Si las células inmunitarias son soldados, una vacuna tradicional deja a algunos de ellos desarmados», observó. «Nuestra vacuna, en cambio, los arma a todos con un arma poderosa para matar el cáncer».

¿Pero cuán eficaz es o no ésta reformulación nanotecnológica de la vacuna contra el cáncer?

Los resultados de la investigación revelaron, de hecho, que la cantidad de células T específicas del antígeno del cáncer se duplicaban bajo esta táctica científica, consiguiendo aumentar un 30 por ciento la activación de tales cuerpos celulares. Es más, en múltiples modelos animales hasta lograron detener el crecimiento tumoral.

«Es increíble», aseveró Mirkin. «Con solo alterar la ubicación de los antígenos en dos vacunas que son casi idénticas desde el punto de vista de la composición, el tratamiento contra los tumores cambia drásticamente». ¿De qué modo? Debido a que «una vacuna es potente y útil, mientras que la otra es mucho menos efectiva». De lo que se deduce, según este autor principal del ensayo, que «cuantos más tipos de células tenga el sistema inmunitario para atacar a los tumores, mejor».

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