*Stella Sánchez para Prensa Social

La vejez es una etapa vital que según cada persona será muy diferente. La mía, la tuya serán bien desafiantes y en ello estamos con toda.

Como socióloga, con una visión transversal de la ciudadanía, he reparado mi atención a distintos colectivos, mujeres en el mundo rural, hombres en experiencias de conflicto armado y personas adultas mayores habitando en instituciones geriátricas.

De un tiempo a esta parte, fruto de momentos de convivencia, conversaciones, textos y silencios, vengo desde Colombia a este medio de comunicación preocupada por lo siguiente, que pretendo desarrollar de manera sintética para compartirlo con una comunidad internacional, y saber qué opinan sus lectores.

Considero que los años de la despedida terrenal son la última prueba y la última rendición. Igual que todos nos estamos deconstruyendo, los hombres en ejercicio religioso, los cristianos que yo conozco, no atienden a su vejez con prevención. Se dedicaron a las buenas palabritas y ahora no se aplican su cuento. ¿Será que siempre fueron ateos de los dogmas a los que consagraron su vida?

Esperan, como les he visto, que alguien, las mujeres de su orden, les provean de atención, cuidados y mimitos. Servicios éstos, que de manera gratuita llevan la pesada carga sobre la espalda de estas religiosas. No son sólo ‘Siervas del Señor’, sino siervas de un sistema precario en derechos y sometido a una organización muy cuestionada.

En ausencia de familia, no así la comunidad seglar, aislados o forzados a esa renuncia, las relaciones también han marcado su mirada triste y resignada. Pero no todo está perdido. Estamos a tiempo para todo, para reconocernos iguales, en miserias y derechos. Con misericordia, como profesional y como hermana espiritual, les envío todo el amor que les falta y les es muy justo recibir.

Espero que una mirada inclusiva de la gerontología atienda esta realidad, invisible. Y a la Iglesia Católica, que es la que conozco, les digo que se pongan trabajar para que no desaparezca, sin haberse autoperdonado. Porque han pecado mucho y de todo. No se mueran de soberbia y rectifiquen. De veras, así lo siento. El Evangelio nos propone una cultura de cuidados al prójimo y a uno mismo. Hagamos todos, lo propio.

Stella Sánchez, socióloga colombiana, experta en programas de envejecimiento activo y preparación a la jubilación. Consultora de familias.

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