Existen diversas formas de esclerosis lateral amiotrófica, lo que ha estimulado a los investigadores a concebir varios posibles tratamientos para la ELA.
Recientemente, un equipo de investigadores de la USC o Universidad del Sur de California, en Estados Unidos, ha descubierto dos nuevas y prometedoras vías de combatir a la ELA, también llamada enfermedad de Lou Gehrig; y a la cabeza de su liderazgo ha estado Justin Ichida, científico de células madre de la misma institución, tal y como difunden en dos diferentes artículos las revistas ‘Cell Stem Cell’ y ‘Cell’.
Así reinventa la ciencia los tratamientos para la ELA
A fin de superar el reto de las mil caras de la esclerosis lateral amiotrófica, los científicos involucrados en la investigación recogieron muestras de piel o sangre de pacientes con ELA, ya fuera familiar o esporádica, y después reprogramaron las células de la piel y la sangre en motoneuronas, esas células nerviosas responsables del movimiento, y que en su degeneración dan paso a la aparición de la enfermedad.
«Una minoría de pacientes tiene diversas causas genéticas de ELA que pueden heredarse en la familia, y la mayoría padece lo que se conoce como enfermedad «esporádica”, porque se desconocen sus causas», en palabras de Gabriel Linares, coautor de ambos trabajos y postdoctorando en el laboratorio de Ichida. A su parecer, «esto hace que sea un reto difícil encontrar un tratamiento que funcione para todos los pacientes con ELA».
Los investigadores esclarecieron, en concreto, que las motoneuronas derivadas de pacientes fueron las que les brindaron la oportunidad de analizar miles de fármacos y moléculas similares, todos y cada uno de los cuales estaban aprobados por la FDA, a fin de distinguir y seleccionar a los que podrían ser eficaces contra múltiples formas de ELA.
Para ello realizaron dos estudios en total, y en el primero de ellos, capitaneado por los coautores Linares y Yichen Li, por cierto, se percataron de que varios de los fármacos y moléculas similares más eficaces aumentaban la actividad de los andrógenos, ese grupo de hormonas sexuales en el que se incluye la testosterona.
Con todo, y precisamente porque los fármacos que potencian los andrógenos pueden llegar a acumular efectos secundarios indeseables o peligrosos, perfectamente, al menos de cara a los pacientes con ELA, los estudiosos involucrados en este trabajo se propusieron identificar un cambio genético capaz de producir resultados similares; y para ello recurrieron al uso de ‘Connectivity Map’, una base de datos bioinformática pública desarrollada en la Universidad de Harvard. ¿Qué consiguieron con todo esto?
Analizar un sinfín de información sobre el modo en que los fármacos afectan al paisaje genético que subyace a las enfermedades, primero, y predecir con exactitud que la supresión del gen SYF2 sí que aumentaría la supervivencia de las motoneuronas derivadas de pacientes con diversas formas de ELA, después. Una supresión genética que, por cierto, redujo la neurodegeneración, tal y como explicaron los investigadores, así como disminuyó la disfunción motora y otros síntomas, al menos al probarse en ratones con ELA.
Para el posdoctorado Li, lo realmente emocionante de esta reformulación de los tratamientos para la ELA «es que la supresión de SYF2 mejoró los síntomas y la patología relacionados con una proteína llamada TDP-43, que puede volverse tóxica y está implicada en cerca del 97 por ciento de los casos de ELA».
Los tratamientos para la ELA abren una nueva puerta de óptimas posibilidades
El segundo estudio, capitaneados por su parte por los coautores Shu-Ting (Michelle) Hung y Linares, se hace una lectura resumida de que la inhibición de la proteína quinasa PIKFYVE bien podría significar otra eficaz estrategia favorable a los tratamientos para la ELA.
Con el objetivo de probar su postura, los investigadores llevaron a cabo una extensa serie de experimentos, durante los cuales inhibieron PIKFYVE, usando el fármaco apilimod para ello; después realizaron varios enfoques genéticos, aplicándolos en ratones y ascárides o lombrices, moscas de la fruta y neuronas motoras extraídas de pacientes con diferentes formas de esclerosis lateral amiotrófica, basadas todas ellas en la tecnología ARN, eso sí. ¿Y qué consiguieron al final?
Descubrir que la inhibición de PIKFYVE reducía la neurodegeneración, por un lado, darse cuenta asimismo de que mejoraba la función motora, por otra parte, a la par que alargaba la vida al estimular a las motoneuronas a eliminar las proteínas tóxicas. ¿De qué manera? Mediante un proceso de exocitosis, sencillamente, reconocido por instar a unos sacos de la membrana a envolver y a transportar activamente los residuos hasta depositarlos en el exterior de la célula.
«Hemos sido capaces de determinar con precisión cómo la inhibición de PIKFYVE mitiga la neurodegeneración, lo que es importante para el desarrollo de nuevos tratamientos dirigidos», y así lo destacó Hung, estudiante de doctorado en el laboratorio de Ichida. En este punto, el también colaborador en el ensayo, Robertson, agregó que los descubrimientos arriba expuestos contribuyen a acortar la distancia con la consecución de un gran objetivo a futuro, el de hacer realidad los mejorados tratamientos para la ELA.
Otro de los objetivos de este equipo de investigadores consiste en «encontrar tratamientos que puedan ser ampliamente eficaces para todos los pacientes», o al menos para todos aquellos que sufren en carne propia una versión de esclerosis lateral, en opinión de Robertson.