Encontrar más tratamientos del Párkinson es importante, máxime cuando estas dianas terapéuticas ha ido aumentando su incidencia mundial en los últimos 25 años.

Mientras algunas investigaciones se dedican a matizar qué es el Párkinson, a quién afecta más y cómo se trata, llegando incluso a señalar un posible origen en el microbioma intestinal, otras optan por identificar nuevas puertas abiertas que conduzcan a un tratamiento mejor, más exhaustivo y eficaz de la enfermedad, como es el caso del presente ensayo, que esgrime la inteligencia artificial (IA) como un nuevo soldado.

 Hablamos de una enfermedad que afecta indistintamente a hombres y mujeres, por cierto, mientras se empeña en compartir con el Covid-19 la misma respuesta inflamatoria en el cerebro de sus aquejados, según afirmaciones de un trabajo anterior.

Los tratamientos del Párkinson se abren a la IA

Pero el nuevo ensayo puesto sobre la mesa, publicado recientemente en la versión de acceso abierto de la revista PLOS Biology’, por cierto, y liderado por Angus McQuibban, miembro de la canadiense Universidad de Toronto, para más detalles, viene a defender que esas palabras que los investigadores utilizan para describir sus resultados pueden aprovecharse paralelamente como una ayuda para descubrir nuevos y potenciales tratamientos del Párkinson; sí, la enfermedad neurodegenerativa del sistema nervioso central que altera el habla y causa convulsiones y temblores a quienes la padecen.

Para entender todo el verdadero alcance de esta contribución científica cabe aclarar, antes que nada, que el Párkinson tiene a la espalda una vía patogénica tan completa como desconocida; aunque sí se sabe que tanto la disfunción mitocondrial como la incapacidad para deshacerse de las mitocondrias defectuosas, un proceso llamado mitofagia, por cierto, constituyen dos claros contribuyentes de la degeneración neuronal de esta enfermedad.

Así pues, los investigadores recurrieron concretamente a un sistema de IA o inteligencia artificial para estudiar un fármaco ya existente contra el colesterol, identificándolo por su útil y famosa capacidad de promover la eliminación de las mitocondrias, esos componentes de la célula que producen energía y que, con el Párkinson en acción, acaban dañados.

Pero conscientes de que hay un mínimo de cinco genes que están implicados en el Párkinson y en el deterioro de la mitofagia, directa o indirectamente, al menos, los investigadores optaron por buscar compuestos que precisamente pudieran mejorar el proceso de dicha mitofagia.

Y si bien ya se han identificado a varios de estos compuestos, lo cierto es que buena parte de ellos también causan daño a las células, lo que consiguientemente los descarta como candidatos a fármacos de tratamientos del Párkinson.

Una circunstancia que, dicho sea de paso, inspiró a los científicos a preguntarse si la bibliografía ya conocida de la enfermedad, al menos aquella que describe estos compuestos, podría conducirles a otros compuestos no vinculados previamente con la potenciación de la mitofagia y que, sin embargo, sí se describen con términos que figuran en los artículos que hablan de los potenciadores conocidos.

Tal es, de hecho, la principal función del programa artificial de IBM Watson for Drug Discovery; es decir, identificar patrones de «similitud semántica» muy parecida. Este IA analiza la bibliografía publicada, rastreando los patrones de palabras clave, frases y yuxtaposiciones, todo ello desde una ejecución en un superordenador.

De la huella dactilar semántica a los tratamientos del Párkinson

A fin de desarrollar una «huella dactilar» semántica de potenciadores de mitofagia de buena fe, el equipo de investigadores buscó huellas dactilares similares en la literatura, escudriñando una base de datos de fármacos de más de tres mil candidatos; y eligiendo de entre todos ellos al probucol, medicamento reductor del colesterol, marcándolo como el compuesto con la probable y mejor combinación de eficacia y seguridad.

Y al aplicar dicho fármaco en dos modelos animales con Párkinson, también se descubrió que este compuesto químico y farmacológico mejoraba la función motora, por un lado, a la par que favorecía la supervivencia y la pérdida de neuronas, por otra parte. Un probucol cuyos efectos, aplicados sobre la mitofagia, requirió la formación y acción de gotas de lípidos, dicho sea de paso; lo que significa que necesitó tirar de esas estructuras celulares transitorias que ayudan a mantener la integridad mitocondrial durante el estrés, y cuya acumulación anormal simboliza otra huella identificativa del Párkinson.

«Nuestro estudio muestra una metodología de cribado dual in silico/célula que identifica mecanismos conocidos y nuevos que potencian la mitofagia», tal y como explicó a este respecto Angus McQuibban, autor principal del ensayo. «Dada la relación entre la acumulación de gotas lipídicas y ABCA1, parece probable que el probucol potencie la mitofagia mediante la movilización de gotas lipídicas», abundó.

Según este facultativo, «dirigirse a este mecanismo puede ser ventajoso». Y es que a juzgar por lo que concluye, en su estudio optaron por emplear «la plataforma de IA IBM Watson para identificar de manera eficiente los medicamentos actualmente aprobados que potencialmente podrían ser reutilizados como terapias para la enfermedad de Párkinson».

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