Miguel Diez R. «El Viejo Profesor». El Albir en La Bahía de Altea: «la millor terreta del mon») 

Llegamos al puerto del Club Naútico de Altea, Dely, Paco y Miguel (El Viejo Profesor). Allí nos reciben Cristian, (el Capitán Galatea), y su pareja Anita. Es una luminosa mañana de mayo. Subimos al precioso llaút, el “Galatea I”.Enfilamos hacia la bocana dejando atrás la Serra Gelada y el pueblo de Altea que exhibe su iglesia en lo alto de la atalaya, con el mirador que enfoca, de luz y color azul, la vista del pueblo y la Bahía.
Navegamos con el suave viento de Levante hacia el Peñón de Ifach (el tercero más alto del mundo), mientras los cinco nos resumimos nuestras vidas. El afecto va creciendo entre nosotros, al navegar por las cristalinas aguas de este “Mare Nostrum”, ora verdes, ora azules.
Echamos el ancla cerca de una cala, ansiosos de saltar al agua. Pero el ritual se impone: primero Miguel, con su voz profunda de viejo profesor, nos lee algunos poemas, después brindamos con un cava valenciano. Estoy en el paraíso y siento que seremos amigos para siempre.
¡Ya, ya! ¡Ahora! Saltamos desde el barco al agua y nos recibe un jardín de posidonia y una alfombra verde de pequeñas flores de arena. Jugamos en el agua, intercambiamos las gafas para ver los pequeños peces que nadan a nuestro alrededor.
Con los cuerpos chispeantes por el frescor del agua subimos al barco. Es imposible pensar que no seremos amigos ya para siempre.
Pero llega la despedida de vuelta al puerto. Nos damos los teléfonos, las direcciones, prometemos las visitas, ni siquiera vemos la sierra que se acerca con el puerto, porque sólo estamos nosotros cinco en el Galatea. entre el indistinguible azul del cielo y el del mar. Un abrazo, otro, y otro más de ese cuerpo fibroso del joven Capitán, que, cuando no está vigilando la playa de Benidorm para salvar vidas, nos obsequia con una mañana de navegación, llena de disfrute, amistad y amor. ¿Qué más puedo pedir en la hermosa Bahía de Altea? Sólo volver, para realizar otra travesía con Miguel, Cristian y Anita en el Galatea de «ALTEA EN LLAUT”.

Termino, transcribiendo uno de los hermosos poemas que nos recitó nuestro querido Miguel: 

Si yo tuviera 2420 años (Eduardo Chirinos, Perú, 1960-2016)

Si alguna vez me preguntaran qué edad

me gustaría tener, respondería: 2420 años.

Como un muchacho en Atenas me gustaría

ver las comedias de Aristófanes (sin pagar

la entrada), le preguntaría a Diógenes qué

es eso de masturbarse en público, a Pitágoras

si podría explicarme su teorema con ayuda

de una lira. Si tuviera 2420 años, recitaría

de memoria los versos de Sófocles que

se comieron las polillas, los que borró la arena,

cuando decidió convertirse en metáfora

del tiempo. Le pediría a Eurípides que me

prestara poemas de Alquílico, escucharía

las palabras que Sócrates dijo a sus jueces

(Vivir, morir, ¿qué es mejor? Solo los dioses

Saben la respuesta). Si tuviera 2420 años

visitaría el Partenón y preguntaría por los 

caballos de Héctor, por la oscura fidelidad

de Andrómaca. Si fuera verano nadaría 

desnudo en las playas de Chipre. Si fuera

invierno visitaría el templo de Neptuno y le

pediría que mis viajes fueran muy largos,

muy largos, antes de llegar a Ítaca.

 

Dely Rodríguez Ávarez

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