Ansiedad, angustia, miedo, insomnio, tristeza, depresión, entre otras, no parecen graves, pues los españoles conviven con ellos y son parte de su día a día. Nos referimos a los trastornos de salud mental que debutan en la vida de cada cual, y no solo no se tratan sino que pasan a formar parte del modus vivendi de la persona.

La pandemia silenciosa del siglo XXI ataca ya a millones de personas y las cifras resultan demoledoras. Hablamos de trastornos salud de mental en jóvenes, en algunos niños; en mujeres; hombres que atraviesan verdaderos calvarios y han de disimular; ancianos y personas de mediana edad que sufren los síntomas característicos del inicio de una futura enfermedad que hace que se sientan incomprendidos, aislados y sobre todo, que tengan un sentimiento de culpa ante un problema de esa categoría.

El consumo de ansiolíticos y antidepresivos aumentó desde noviembre de 2020 hasta el mismo mes del año siguiente entre un 4 y un 6 por ciento, si bien los pacientes confiesan ingerirlos sin recibir terapia alguna. España acusa una insuficiente ratio de psicólogos, que se sitúa en seis por cada cien mil habitantes, una cifra imposible si hablamos de tratar a la población de los problemas anteriormente descritos.

Esto, sumado al uso indiscriminado de las benzodiacepinas, los casos de suicidios o conductas autolíticas, hace que en España exista un verdadero problema en torno a la salud mental que aún acarrea sufrimiento para el paciente y el estigma si hablamos de confesar qué nos sucede.

En el reverso de la moneda existen las conductas autodestructivas, que enmascaran lo anterior y son debidas al abuso de las drogas, como la ingesta diaria de alcohol para poder manejar la ansiedad y angustia de estos tiempos. Ambas circunstancias se han normalizado hasta el punto de que beber forma parte del modus operandi del paciente no confeso y socialmente se acepta sin que esté cuestionado éste ni sea tratada su verdadera enfermedad.

La salud mental se detecta en primaria; siete casos de cada cien habitantes confiesan tener trastornos de sueño y ansiedad. Aunque los datos hablan por sí solos de la somatización de las enfermedades, ésta es más acusada entre mujeres con bajos ingresos, que son las más afectadas.

Respecto a la discapacidad reconocida, un 8 por ciento de las personas tienen un problema de salud mental.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) advierte que una de cada ocho personas presenta un trastorno de salud mental; es decir, cerca de 1.000 millones de ellas los sufren. Considerando que solamente un tercio de afectados de esquizofrenia o depresión reciben tratamiento, la situación es demoledora.

Las nuevas directrices mundiales de la OMS y la Organización Internacional del Trabajo (OIT) piden abordar los problemas derivados de la salud mental en el trabajo que repercuten en el paciente y también se han normalizado.

La gran carga de trabajo, el estrés, los comportamientos negativos, la angustia generada por la pérdida de empleo hace que hablemos en torno a 12.000 millones de días de trabajo perdidos exclusivamente por la depresión y la ansiedad de los trabajadores, que cuestan a la economía mundial cerca de un billón de euros.

«Es hora de centrarse en el efecto perjudicial que el trabajo puede tener en nuestra salud mental», ha dicho el Dr. Tedros Adhanom Ghebreyesus, Director General de la OMS.

«El bienestar del individuo es razón suficiente para actuar, pero una mala salud mental también puede tener un impacto debilitante en el rendimiento y la productividad de una persona. Estas nuevas directrices pueden ayudar a prevenir situaciones y culturas laborales negativas y ofrecer una protección y un apoyo a la salud mental muy necesarios para los trabajadores». 

En otro documento de la OMS/OIT  se explican las directrices de la OMS en términos de estrategias prácticas para los gobiernos, los empresarios y los trabajadores, tanto en el sector público como en el privado. El objetivo es apoyar la prevención de los riesgos para la salud mental, proteger y promover ésta en el trabajo, y apoyar a las personas con problemas de salud mental para que puedan participar y prosperar en el mundo del trabajo. Inversión y liderazgo serán fundamentales para la aplicación de las estrategias. 

«Dado que las personas pasan gran parte de su vida en el trabajo, es fundamental contar con un entorno laboral seguro y saludable. Tenemos que invertir para construir una cultura de prevención en favor de la salud mental en el trabajo, reformar el entorno laboral para acabar con el estigma y la exclusión social, y garantizar que los empleados con problemas de salud mental se sientan protegidos y apoyados», dijo Guy Ryder, Director General de la OIT.  

El Convenio de la OIT sobre Seguridad y Salud en el Trabajo (nº 155)  y la Recomendación (nº 164)  proporcionan un marco legal para proteger la salud y la seguridad de los trabajadores. Sin embargo, el Atlas de Salud Mental  de la OMS descubrió que sólo el 35 por ciento de los países aseguraron contar con programas nacionales de promoción y prevención de la salud mental relacionada con el trabajo.  

En otro orden de cosas hay que hacer referencia a los afectados por la covid y covid persistente que han tenido un ataque de pánico, ansiedad o reconoce haber tenido dolor de cabeza, problemas de sueño, mareos o taquicardias.

Finalmente, el suicidio que es la gran tragedia en salud mental hace que hablemos de cifras desoladoras: 3.941 personas perdieron la vida en 2020; una media de 11 al día; algo que para la OMS siguen siendo causa de la salud mental no tratada.

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