Los veranos se apagan tras pasar la Virgen, o eso dicen los que lo saben todo y ya han visto muchas lunas llenas. Lentamente, esos días vacíos se llenan de pesar porque el que tiene trabajo no quiere volver y el que está en paro, no quiere revivir lo perdido y así con todo, pienso al tun tún.
La pregunta siempre es la misma: ¿qué nos falta o qué necesitamos para sentirnos bien? En el primer mundo, en donde comemos y tenemos ipones, sin hache, añoramos las viejas usanzas; los columpios que nos retrotraen a épocas infantiles, juegos, recuerdos, entornos o lugares en donde hoy creemos que fuimos felices, y nada más lejos de eso.
Lo que hoy perdemos de entre las manos no son sino los mejores años del resto de nuestra longeva vida, que —si ha de durar cien años— nos hará recordar estos días como perfectos. Pero en esa sinceridad con la que no somos capaces de apreciar lo nuestro, tendemos puentes y rompemos lanzas a favor de cosas y personas creyendo que nos van a salvar de aquello de lo que huimos: la rutina que nos asola.
Esas tontunas se nos pasan cuando delante de nosotros vemos cómo arde una localidad, nos encontramos con un accidente de coche o miramos cómo sufre una persona que va en una camilla a un quirófano. Cuanto apreciamos se vuelve visible cuando retorna de ese lugar en donde queremos ocultar que quizá necesitamos pocas cosas para sentirnos seguros y quizá menos para ser un poco más felices.
En esos tiempos vacíos del verano en donde muchos evocamos la infancia o la juventud ya pasada, vemos cómo aparece sin querer esa vida perdida, olvidada y ya vivida y nos hace comprender que cualquier tiempo pasado no es necesariamente mejor. Nos llevamos en tiempo y forma grandes decepciones; perdimos en el camino amigos que no resultaron serlo; nos dimos cuenta de que esas metas no eran tales y nos recogemos en la paz y en la serenidad de los pequeños grandes placeres de la vida.
Pensamientos al tun tún que vienen al final de cada verano. Siempre me pregunto ya si será el último. Solamente me queda cantar la canción del barco de Chanquete, porque no nos moverán. Tu hogar, tu refugio, tu casa, tu bienestar es cuando las ganas de huir, las de antes, cesan, también dicen los que saben.
Disfruten mientras puedan, que pronto se acabará el verano de su vida. Ea…