Una vieja y verídica historia de la antigua Grecia

*Miguel Díez R. para Prensa Social.

En el s. V a. de C., en la democrática Grecia de Pericles, las mujeres tenían como únicas funciones las de engendrar varones, dedicarse a los trabajos domésticos y, siempre, estar subordinadas a sus maridos.

Sin embargo, los ciudadanos atenienses eran liberales, dedicados a los negocios o a la vida pública y compartían sus momentos de ocio exclusivamente con otros hombres a los que se consideraba estéticamente bellos y placenteros por encima de las mujeres.

En el siglo IV se produjo un cambio revolucionario cuando un grupo de mujeres se liberaron de sus obligaciones domésticas, se formaron intelectualmente, dejaron el papel exclusivo de esposas y madres y decidieron compartir con los hombres el placer y el ocio. Eran las hetairas, cortesanas inteligentes y cultivadas, dedicadas no solo al placer físico sino también al intelectual en las reuniones hasta ese momento solo permitidas a hombres. Estaban consideradas muy por encima de las simples prostitutas, en palabras de Demóstenes:

«NOSOTROS tenemos compañeras (hetairas) para la voluptuosidad del alma y prostitutas (pailakas) para la satisfacción de los sentidos; mujeres legítimas para darnos hijos de nuestra sangre y llevar nuestras casas…»

Hetairas muy conocidas fueron Targelia, Tais y, especialmente, Aspasia, pero la más famosa y sofisticada fue Mnesarete, más conocida como Friné, quien además de ser aclamada por su extraordinaria belleza, sabía cantar, tañía instrumentos, recitaba poesías, y conversaba con gracia y distinción  

Su esbelto cuerpo sirvió como modelo a Praxíteles, uno de sus muchos amantes, para realizar la estatua de Afrodita, la diosa del amor y la belleza, la famosa Afrodita o Venus de Cnido, datada en Atenas hacia el año 360 a. de C. La diosa se muestra absolutamente desnuda en una actitud muy íntima, con un gesto armónico y complaciente de nostalgia que rompe con la severidad y frialdad de la época escultórica anterior y, además, se considera la primera representación conocida de un desnudo femenino completo en la escultura griega que estableció un canon en las proporciones del cuerpo femenino.

Como era frecuente en otras estatuas clásicas, estaba policromada con un gran realismo. La obra original se destruyó durante un incendio, pero se conservan numerosas copias de la época romana que permiten imaginar el modelo originario, como esta perteneciente al Museo Vaticano:

Durante una fiesta, Friné se soltó los cabellos, se desnudó y se sumergió en el mar, inspirando al pintor Apeles para pintar su famoso fresco «Afrodita Anadiomene» («Venus saliendo del mar», con los brazos alzados y las manos recogiendo desde ambos lados la cabellera suelta), y aunque el original se perdió, se encuentran diversas copias como esta en un mural de Pompeya:

  «En cierta ocasión la famosa hetaira, tras rechazar repetidamente los requiebros y las solicitudes de un tal Eutías, fue denunciada por este, acusándola de impiedad por haber comparado su belleza con la de la propia Afrodita y haber quebrantado de palabra el sacro secreto de los Misterios Eleusinos -ritos de iniciación anuales al culto a las diosas agrícolas, Deméter y Perséfone, que se celebraban en Eleusis (cerca de Atenas)».

Mnesarete compareció en el areópago, ante el tribunal de los heliastas —antiguos magistrados de Atenas— y, cuando estaba a punto de ser condenada a muerte, tomó la palabra en su defensa, a petición del propio Praxíteles, un famoso orador llamado Hipérides, antiguo discípulo de Platón. Su bello y encendido alegato a favor de la acusada no conmovió sin embargo a los miembros del jurado. En un último y desesperado intento, Hipérides despojó a Friné súbitamente de sus vestiduras y, dejándola desnuda ante los sorprendidos ojos de los magistrados, exclamó: 

«Olvidad, si os parece, todos mis argumentos anteriores. Pero, ¿no lamentaréis condenar a muerte a la propia diosa Afrodita? ¡Piedad para la belleza!»

Tan convincente e inapelable resultó el argumento que Friné, absuelta de todos los cargos por el tribunal, fue puesta inmediatamente en libertad.

Friné ante el areópago, 1861,  Jean-León Gèrome (Francia,  1824-1904)

Friné era lista y bella y, aunque de origen humilde, consiguió entrar en la escuela ateniense de hetairas, donde se les enseñaba, gimnasia, danza, pintura, música, poesía etc. A partir de ahí comenzó la leyenda, y gracias al trato con los hombres más poderosos y ricos de su época amasó una fortuna tan enorme que se dice que tras la destrucción de las murallas de la ciudad de Tebas por Alejandro Magno, ella se ofreció a su reconstrucción con una condición, que en las murallas debía aparecer la siguiente inscripción:

«Alejandro Magno las destruyó y Friné las reconstruyó», pero, siempre según la leyenda, los tebanos no aceptaron la proposición de la hetaira. 

Se dice que Friné, en público, siempre se mostraba discreta y cubierta de velos, pero sólo dos veces al año, durante las fiestas de Eleusis y las de Poseidón, iba a bañarse en el mar completamente desnuda, y toda Atenas se citaba en la playa para verla, como aparece en este espectacular cuadro titulado, Friné en el festival de Poseidon en Eleusis, 1889.

Henryk Hektor Siemiradzki (Polonia, 1843-1902) 

                        

*Miguel Díez R., el Viejo Profesor, es licenciado en Teología, Filosofía y Filología Hispánica (Especialidad Literatura Hispánica).

.

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí