Pongamos que se llama Ane

0

Rocío de los Reyes Machuca para Prensa Social.

Más sabe el diablo por cojo que por diablo. Sí: he dicho cojo. Porque aprende una tela cuando es coja. Cuando viene al mundo con una discapacidad y se desplaza en silla de ruedas. Y les confieso que he aprendido a no dar cuartelillo ni tregua a la burrocracia. De burro.

No te acostarás sin aprender algo nuevo. De eso se trata. De aprender. Y aprendí hace tiempo que un artículo de opinión en prensa resulta más contundente que una queja ante el Defensor del Pueblo o una demanda judicial. De aquí a Pekín. Sobre todo cuando la burrocracia, con dos erres, se ceba con los más necesitados. Como ha ocurrido con lo que ahora les cuento.

Por pura casualidad, como se presentan las cosas buenas en la vida, he conocido a una chica fabulosa que, pongamos por ejemplo, vive en Valladolid. Y que tiene una hija que, también por ejemplo, pongamos que se llama Ane. La chiquilla tiene parálisis cerebral. Y esto último no es un ejemplo, sino tan veraz como que estoy como una moto del mosqueo que me invade, cuando mi amiga me traslada un agravio comparativo, tan burdo y tan surrealista que estoy empezando a soltar espumarajos por la boca como la niña de la película de El exorcista, por lo indignada que me siento.

Ahí va: misma unidad familiar, mismo umbral económico a ponderar por la administración educativa. Pero al marido de mi amiga se le concede una beca por estudio de idiomas y a su hijo también por cursar Bachillerato (estudios que, con todo respeto, no son obligatorios ni esenciales para el desarrollo de un ser humano), mientras que a Ane se le niega esta modesta financiación económica, que la necesita para cuestiones tan básicas y vitales como tratamientos de logopedia (la niña no puede comunicarse verbalmente) y de fisioterapia. 

El mundo al revés y la administración educativa, también. Recortando becas para el alumnado de colegios educativos especiales, diseñando distintas baremaciones en función de si usted quiere dominar la lengua inglesa o si su hija con tetraparesia requiere un tratamiento de rehabilitación. Aquello sí pero esto no. ¿A quién se le ocurre tener discapacidad? No. No le concedemos la beca. Por mala.  

Me honra de veras que mi amiga haya acudido a mí por si pudiera hacer algo. Una empatiza de veras porque también nació con parálisis cerebral y he visto a mis padres dejándose el alma ante la administración para sacarme adelante. Y a Funcionarios con mayúscula, haciendo todo lo que pueden, y más, para interpretar las normas aplicables en virtud de su finalidad, que no es otra que la inclusión en materia de discapacidad.

Pero también me ha tocado ver (¡ay!) a estirados directores y jefes de servicio, actuando mecánicamente a modo apisonadora. Aplastando a los ciudadanos currantes que sostienen su entramado, sin responsabilizarse de nada cuando su gestión sin alma afecta a los más vulnerables. Como, pongamos por ejemplo, a Ane.

Mi respuesta ha sido dolorosa, pero cierta: 

  • No puedo hacer nada en este caso, amiga. Únicamente escribir, para que se les caiga el careto de vergüenza a quienes redactan y aplican sin alma estas normas de concesiones de becas, comparativamente tan odiosas. 

Y la contestación de ella sido la propia de una madre con redaños. Una contestación que me ha retrotraído a mi infancia. Que me ha recordado a las verdades del barquero de mi mamá cuando yo era niña, siempre peleando por mí y por mis compañeros con necesidades educativas especiales…

  • Pues escribe, amiga Rocío. Escribe para que esto no le vuelva a ocurrir a los que vengan después de mi hija. Escribe para que tengamos una administración en condiciones y no una BURROcracia. De burro.

Rocío De Los Reyes Machuca es Embajadora del Consejo Español para la Defensa de la Discapacidad y la Dependencia en Andalucía (CEDDD-A), Sevilla. 

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí