Lucía Yolanda Burgos Uriarte es gerontóloga y orientadora familiar, autora del libro ‘Lo ganado y lo perdido con la vejez’ es fundadora del proyecto Cuidándote. Reside en México en donde faculta a cuidadoras de personas mayores y trabaja para favorecer el reconocimiento de la profesión y divulgando entre la opinión pública la necesidad de su justa remuneracion y consideración.
Prensa Social: En su experiencia, ¿qué considera que lo más desafiante del cuidado a un paciente geriátrico?
Lucía Yolanda Burgos: La diferencia entre ser cuidador y ser hijo/a. Generalmente, quienes cuidan de una persona dependiente, no se visibilizan como cuidadores. La respuesta siempre es “pero si yo soy su hija (esposa, hijo, esposo) no su cuidador y esto los coloca en un alto riesgo de desgastarse en el ejercicio del cuidado.
Tenemos un problema conceptual muy común que es la palabra cuidador, la cual nos refiere, casi de inmediato, a pensar en un hombre cuidador profesional que empuja una silla de ruedas con una persona mayor sentada en ella; cuando la realidad es totalmente distinta.
La mayoría de las personas cuidadora son mujeres, aunque cada vez hay mayor cantidad de hombres cuidadores, son familiares de los pacientes y las enfermedades y/o condiciones que cuidan no necesariamente implican una discapacidad motriz. Entonces si esa imagen que se tiene como referente no coincide contigo, no te identificas como cuidador.
P.S.: ¿Qué pasa con los cuidadores en términos generales?
L.Y.B.: Pues que tienen una serie de actividades específicas y diferentes a las que se tienen en lo cotidiano cuando no hay un familiar con dependencia, hay riesgos importantes para la salud tanto física como psico-emocional que podrían prevenirse si se informaran y hay consecuencias significativas de no tratarse a tiempo.
Estoy hablando del Síndrome del Desgaste del Cuidador, el cual ya ha sido ampliamente documentado y que, sin embargo, no ha llegado a penetrar en los familiares de personas dependientes hasta que ya es muy tarde y comienzan a mostrar signos inequívocos de desgaste.
Normalmente utilizo una comparación que pone en evidencia el desgaste y es que funcionamos como la pila del teléfono móvil, cuando comenzamos nuestra labor «cargamos la pila» una hora y nos rinde todo un día, pero conforme se avanza en el tiempo, casi no nos damos cuenta, pero podemos «cargar la pila» durante dos días y nos dura solo una hora; es decir cada vez nos encontramos mucho más cansados, hastiados, desmotivados. Nos alejamos de nuestros apoyos sociales y así, sin darnos cuenta, nos estamos acercando peligrosamente a un punto de no retorno que perjudicará nuestra salud.
Entonces, los dos puntos, para mí más desafiantes son darte cuenta de que además del vínculo familiar que tienes eres cuidador y el segundo es que tomes todas las medidas necesarias para poder cuidar de tu ser querido sin que en ello te vaya la vida y la salud.
P.S.: ¿Qué rasgos comunes y diferencias tienen los cuidados a personas mayores de los referidos a la infancia?
L.Y.B.: Es común escuchar a los hijos decir que los padres se han vuelto «como niños» y nada más alejado de la realidad; un niño tiene toda la vida por delante y una persona mayor tiene la vida a sus espaldas, ahí radica la mayor diferencia.
Una persona mayor que cuenta con sus capacidades mentales puede y debe seguir haciendo uso de su derecho a decidir sobre su vida, sus pertenencias y su futuro, por muy breve que éste sea y eso cuesta mucho a los hijos entenderlo y, sobre todo, respetarlo. Ahora cuando ya las facultades se han visto mermadas, los hijos tendrán que decidir sobre aspectos fundamentales de la vida de ese padre.
Cuando somos pequeños, frecuentemente nos incitan a pensar en nuestro futuro, pero conforme nos vamos haciendo mayores parecería que ese futuro ya no es importante y esto es una gran injusticia, porque en ningún momento de la vida el futuro es tan importante como en la vejez ya que son los últimos años, los definitivos.
Una de las mayores lecciones de vida que he recibido es que hay que hablar sobre lo que queremos en nuestra vejez cuando todavía somo jóvenes y capaces de imaginar y decidir; procurar hacerlo en ambientes festivos, es decir en esas reuniones de los domingos con la familia, poner el tema en la mesa y escuchar a todos qué les gustaría hacer “cuando sean grandes”, de esta manera vamos generando criterios de actuación cuando llegue el momento, recordemos que “de lo que no se habla no existe” y por ello cuando se presentan las crisis por edad o por enfermedad, no sabemos cómo actuar, ya que nunca platicamos de ello de forma natural.
Así como nos ilusiona escuchar a los chiquillos decir sus ilusiones a futuro, de igual forma deberíamos de prestar oídos a lo que los mayores nos quieren decir sobre su futuro, el cual todavía existe y se extinguirá solamente el día que mueran, ni un día antes.
P.S.: La formación es fundamental en cualquier campo, pero en el sector de los cuidados parece que el amor es suficiente. ¿Qué opinas?
L.Y.D.: Ni el amor, ni las buenas intenciones son suficientes, porque hasta para ayudar hay que saber hacerlo, de otra forma se puede hacer mucho daño sin querer.
En nombre del amor, en muchas ocasiones, no se respeta la autonomía de los padres, como cuando decidimos darles de comer en la boca cuando ellos todavía serían capaces de hacerlo, con dificultad, pero lograrlo.
En nombre del amor, les privamos de continuar una vida plena, al no querer que corran más riesgos de los necesarios, según nuestro criterio.
En nombre del amor, tomamos decisiones radicales como el cambio de su domicilio o de sus pertenencias sin siquiera consultarles.
Y así podría seguir con una lista interminable de actos, que todos hemos cometido con más o menos frecuencia, pensando que lo hacemos por amor.
La preparación, el conocimiento, la metodología nos brindan los cimientos para la toma de decisiones en momentos críticos sin perder la objetividad, separando las emociones de las realidades.
Por eso soy creyente de que el cuidado debería ser brindado por personas profesionalizadas para que haya una clara línea entre el vínculo familiar y la labor de cuidados. Quienes son cuidadores por paga, tienen mayor objetividad, su trabajo tiene un horario específico de atención, el cual les permite poner la distancia necesaria para que el desgaste no se apodere de ello. Tener una persona cuidadora con estudios, da la confianza que nuestro familiar estará atendido de manera adecuada y nos da la oportunidad, como familiar, de conservar el vínculo de cariño que es lo más valioso durante la vejez; además de no desgastarnos y sufrir las consecuencias de ello.
Ahora, si no es posible tener un cuidador externo, nosotros podríamos informarnos, formarnos y aprender sobre lo que es cuidar, para hacerlo de la mejor manera posible, no solo para nuestro familiar, sino para preservar nuestra integridad física y mental.
Cuando uno es mayor, lo que necesita es el cariño de los hijos, no el tener un cuidador que lo substituya, sino que lo complemente.
P.S.: Para usted, cuáles son las claves del buen cuidado
L.Y.B.: Primero reconocerse como cuidador, no solo como hija, hijo o cónyuge.
Conocer el tipo de enfermedad y/o condición que se está atendiendo, cómo es su evolución y cuál es el pronóstico para poder actuar sobre una realidad y no sobre suposiciones.
Saber de dignidad humana, derechos humanos y ética en el cuidado, porque son la base y el fundamento para poder tener un cuidado cercano y centrado en la persona y no convertirlo meramente en un receptor de atenciones alejadas de su propia humanidad.
Saber de los derechos y deberes legales en los que se incurre mientras se está cuidando, así como de la responsabilidad de hacerlo para no caer en cualquier irregularidad.
Ser creativo para poder tener actividades que le generen bienestar a nuestro familiar, recordando que cuidar no es solo acompañar y brindar casa, vestido y sustento.
Conocer las técnicas que nos protejan del desgaste tanto físico, como psico-emocional, entre ellas el tener una red de apoyo social muy fortalecida a la cual recurrir cuando se necesita ayuda y no querernos hacer los fuertes para demostrar que somos capaces de soportar todo. Recordemos que el entorno mismo, promueve acciones que desgastan al cuidador al halagar de forma inconsciente la entrega total y la invisibilidad del cuidador, con frases como “pero que buen hijo es, ha dejado todo por cuidar a sus padres”, “esa hija es un ángel, toda su vida gira en torno a sus padres”, estos comentarios lejos de ayudar se vuelven cómplices de la nulificación de una persona.
Tener espacio y tiempo para el cuidador, independientemente de su familiar, para que tenga una vida propia, se pueda desarrollar en la medida de lo posible.
Si hay más hermanos o familiares, involucrarlos en el proceso de cuidado, sin olvidar que cada persona puede aportar diferentes cosas a la labor del cuidado como tiempo, dinero, apoyos específicos. En una familia todos deben de contribuir para que el cuidado no se recargue solo en un miembro.
P.S.:Acaba de publicar un libro sobre los cuidados de la familia, ¿qué se van a encontrar los lectores?
L.Y.D.: Se van a encontrar con una serie de preguntas que me han hecho, a lo largo de los años, familiares de personas mayores, tanto en consulta, como en los cursos que doy, en donde hay un común denominador que es la preocupación de saber si se está haciendo lo adecuado o no con su familiar. Preocupaciones legítimas, dudas que surgen en el ejercicio de la labor del cuidado, conflictos personales y familiares que dificultan el cuidado, entre otros muchos temas.
El tratar de dar respuestas a estos cuestionamientos no es tarea fácil ya que puede existir una dosis subjetividad al respecto, sin embargo, he tratado de fundamentar mis respuestas en estudios académicos, en experiencias compartidas, y de esta forma he ido moldeando el criterio para poder dar alguna luz a esto que nos es común a todos, pero que no se habla.
Todos hemos cuidado, pero no todos lo hemos hecho igual, ya que no es lo mismo cuidar a un niño en su proceso normal de desarrollo que acompañar alguna o varias discapacidades, o a una persona mayor que, además solía ser nuestro referente y autoridad y ahora ser testigos de su fragilidad, por lo que el trato y el vínculo se ven modificados y no tenemos un marco referencial para poder ajustar nuestra conducta.
Es por ello por lo que recurrimos a aquello que conocemos, que es el cuidado que nuestros padres nos dieron cuando éramos pequeños y sobre ello trabajamos para ajustarlo a esta nueva realidad “invertida”
Pero ese no puede ser nuestro punto de referencia, porque es anacrónico. Tampoco lo puede ser la forma en la que nuestros padres cuidaron de los de ellos, porque las estructuras familiares han cambiado radicalmente, entonces nos encontramos con estas nuevas generaciones que se enfrentan a una realidad que no fue prevista y que se deben de reinventar para dar respuesta los requerimientos.
Espero, de todo corazón, que este libro pueda dar algo de luz a cuestionamientos que todos nos hemos hechos en algún momento de nuestra vida como cuidadores.
P.S.: ¿Para qué y quiénes ha escrito esta obra?
L.Y.D.: Este libro se puede leer desde tres aristas, la de los hijos que actualmente están conflictuados en el cuidado de padres que ya son mayores, y que se siguen preguntando si lo están haciendo de la manera correcta o si puede haber formas diferentes para lograrlo.
La perspectiva de los hijos cuyos padres están envejeciendo y que se cuestionan si ya deben de empezar a fungir como cuidadores o no, al no tener claro cuándo sus padres ya son mayores.
Y la de las personas que están envejeciendo, que ya no tienen padres pero que no quieren que sus hijos lleguen a hacerse estas preguntas. En este último grupo el libro sirve de referente para que seamos nosotros quienes, a manera de prevención, abordemos estos temas de una forma introspectiva, de una manera activa y que podamos compartir con las generaciones previas nuestras decisiones para cambiar un envejecimiento que históricamente es nuevo para todos.
P.S.: ¿Cómo o dónde podemos comprar su libro?
L.Y.B.: El libro se vende actualmente en AMAZON y Mercado Libre, se debe de buscar por el nombre de Yolanda Burgos, así es más sencillo de encontrar
Lucía Yolanda Burgos es Licenciada en Psicología, Maestría en Orientación Familiar, Master en Gerontología, Master en Psicología Clínica y de la Salud. Generadora del Diplomado para profesionalizar Cuidadores que se imparte desde hace 20 años en diferentes instituciones, tanto públicas como privadas, habiendo formado un grupo de docentes de diferentes especialidades que se unieron al proyecto, así mismo generadora y docente de distintos cursos y talleres relacionados con los temas de envejecimiento, cuidados para personas dependientes, desgaste en sus tres niveles, entre otros. Actualmente miembro del Consejo Editorial del Periódico Reforma en su área Metropolitana, articulista y conferencista en distintas publicaciones.