Entre los muchos síntomas y secuelas del Covid-19 se encuentra la pérdida del olfato y/o el gusto… pero además la aparición de ciertos problemas de memoria.
Mientras la viruela del mono incrementa a un 20 por ciento su balance mundial, con España alcanzando los 5.792 casos, suponiendo 73 afectados más que el viernes pasado, según el Ministerio de Sanidad, el coronavirus no ha querido ser menos infeccioso y protagonista y ha registrado 15.000 muertes la semana pasada, vistos los datos recientes de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Paralelamente, un grupo de investigadores brasileños identificó la existencia de una relación entre la pérdida del olfato o el gusto tras la infección con la aparición inminente de problemas de memoria en los pacientes; y todo a raíz de estudiar y analizar los datos clínicos de 701 personas afectadas.
Covid-19, esa espada que reduce los sentidos y despierta los problemas de memoria
La anosmia, comúnmente reconocida como la pérdida del olfato, es uno de los síntomas más característicos del coronavirus, siendo frecuente que no afecte gravemente al paciente. Una secuela que es bastante incómoda, todo hay que reconocerlo, y lo peor es que puede llegar a ser persistente. Con todo, no son pocos los investigadores que aseguran que también puede significar el recibir una mayor y más duradera respuesta inmunitaria ante el virus SARS-CoV-2.
Ahora, un nuevo estudio publicado no hace mucho en la revista científica European Archives of Psychiatry and Clinical Neuroscience, ha rastreado un vínculo entre la pérdida del olfato o el gusto tras pasar la enfermedad del Covid-19 con el sufrir problemas de memoria, en una asociación realizada también en trabajos anteriores a la pandemia, respaldando la teoría de que la pérdida del olfato puede ser la temprana antesala de una inminente aparición del Alzhéimer.
«El olfato es un vínculo importante con el mundo exterior y está estrechamente relacionado con las experiencias pasadas. El olor de un pastel puede evocar recuerdos de una abuela, por ejemplo», tal y como explicó Fabio Pinna, otorrinolaringólogo y uno de los autores del artículo que recoge el estudio. «En términos de conexiones cerebrales, el olfato interactúa de forma mucho más sólida con la memoria que con la vista y el oído».
Existen, de hecho, huellas científicas que evidencian que el trastorno sensorial de la anosmia puede aparecer años antes de los primeros síntomas cognitivos del Alzhéimer, algo que de por sí sugiere un vínculo entre las regiones cerebrales responsables de la memoria con la zona neuronal encargada de la interpretación de los estímulos olfativos.
Durante la elaboración del presente trabajo, realizado entre marzo y agosto de 2020 con un grupo de pacientes pertenecientes al Hospital das Clínicas, en Brasil, los investigadores analizaron los datos clínicos de 701 personas tratadas por un COVID-19 moderado o grave, evaluándolas eso sí seis meses después del alta hospitalaria.
¿El resultado? Que aquellos que mostraron trastornos más graves del olfato y del gusto tras la COVID-19 exteriorizaron muy malos efectos en las pruebas cognitivas, sobre todo las vinculadas a los problemas de memoria; aún más, los resultados de las pruebas no tenían correlación con la gravedad de su estado, o al menos no en la fase aguda de la enfermedad.
Del déficit gustativo u olfativo a una memoria deteriorada
A fin de detectar correlaciones entre los síntomas neuropsiquiátricos y las disfunciones sensoriales, los científicos involucrados en el trabajo utilizaron técnicas estadísticas para analizar todos los resultados, mediante cuestionarios estandarizados y pruebas neuropsicológicas que también abarcaron aspectos relacionados con la calidad de vida.
Así, llegaron a estudiar diversos síntomas psiquiátricos, desde la ansiedad y la depresión, hasta la atención y la memoria, la velocidad de razonamiento y otras funciones cognitivas.
«No encontramos ningún síntoma psiquiátrico [como la ansiedad o la depresión] que se asociara con la pérdida del olfato y del gusto», en palabras de Rodolfo Damiano, primer autor del artículo. «Pero como era de esperar, observamos que la atención y la memoria episódica estaban más deterioradas en los pacientes con más alteraciones quimiosensoriales», matizó, afirmando a renglón siguiente que «este hallazgo corrobora la hipótesis de que el COVID afecta a la cognición, y que el daño en esta área no sólo tiene causas psicosociales o ambientales».
En concreto, se comprobó que los pacientes con parosmia, esa distorsión de la percepción olfativa que implica percibir un olor antes atractivo como una peste que desagrada, presentaban más problemas de memoria que el resto.
Y ello frente a los que mostraban un déficit gustativo moderado o grave, quienes obtuvieron resultados significativamente peores en una prueba utilizada para evaluar la memoria episódica y la atención. Por su parte, los participantes que declararon sufrir una pérdida moderada o severa del olfato y el gusto también resultaron tener una memoria episódica significativamente deteriorada.
Por otra parte, 12 de los 701 participantes declararon tener alucinaciones olfativas que los llevaba a percibir olores no existentes en ese momento, nueve señalaron padecer alucinaciones gustativas que les inducía a percibir sabores sin siquiera comer nada, y todo comenzó después de enfermar de coronavirus, según señalaron la mayoría de ellos.
De igual forma, el déficit gustativo moderado o severo, identificado como la reducción del sentido del gusto, apareció como la complicación sensorial más repetida entre los participantes, afectando al 20 por ciento de ellos; seguido del 18 por ciento que marcó tener un déficit olfativo moderado o severo, y del 11 por ciento que apuntó padecer de una pérdida similar, si bien tanto en el olfato como en el gusto; a su vez, el 9 por ciento restante confirmó padecer de parosmia.